El Rosario en la
vida de la Iglesia.
El Rosario en la vida de la Iglesia ha sido
instrumento de predicación de la vida y de las enseñanzas de Cristo
según el Evangelio y de la actualización de la presencia maternal,
corredentora y medianera de la Virgen María. Ha sido, también, medio
eficaz de renovación en la fe y costumbres de las gentes, especialmente
las más sencillas.
Así lo testifican Asociaciones del Rosario
esparcidas por el mundo, las naciones y pueblos que tienen a la Virgen
del Rosario como Patrona, los templos, santuarios, monumentos… Y, sobre
todo, lo confirma el Magisterio de la Iglesia a lo cual dedicaremos una
reflexión aparte.
Tenemos que recuperar la filial devoción a la
Virgen que está latente en nuestros pueblos y volver al rezo y a la
oración del Rosario.
El
Rosario en la vida personal.
El Rosario va marcando nuestro estilo de vida que
debe ser el de Cristo. La repetición meditativa de la vida de Cristo va
profundizando en nosotros y marcando nuestro ser y obrar cristianos como
discípulos de Cristo.
Así, los misterios gozosos nos van marcando con el
amor, la humildad, la sencillez y la pobreza de Cristo. Los misterios
luminosos nos enseñan a acoger la palabra de Dios y a buscar en todo la
voluntad del Padre a ejemplo de Cristo. Los misterios dolorosos nos
centran en el misterio de la Cruz y nos enseñan a ser corredentores con
Cristo. Los misterios gloriosos nos trazan el camino del Cielo y nos
enseñan a ir marchando tras las huellas de Cristo.
Vivamos con el Rosario.
Es el mejor compañero, por eso, lo llevamos
siempre con nosotros. Es el Rosario itinerante: nos acompaña, y los
podemos rezar, en la intimidad, en familia, en comunidad. También, por
la calle, en los viajes, en la salud, en las circunstancias difíciles,
en la enfermedad, a la hora de la muerte… “Los dieces del Rosario son
escaleras para subir al Cielo las almas buenas”.
El Rosario nos permite meditar el decreto de amor
del Padre, su realización en la obediencia de Cristo por obra del
Espíritu Santo, al calor del corazón virginal de María.
Podemos vivir el Rosario durante el día, centrados
en un misterio, en su espíritu, en un propósito... que nos permite
permanecer en la presencia de Dios en actitud humilde y confiada.
Necesitamos vivir el Rosario.
Necesitamos vivir el Rosario porque necesitamos
profundizar en el conocimiento, amor e imitación de Jesucristo, en la
Iglesia. El Rosario es la “escuela de María” y Ella es la Madre y
Maestra que nos enseña el conocimiento, amor e imitación de su Hijo.
Necesitamos vivir el Rosario porque es compendio
de fe, fácilmente a nuestro alcance, como un libro grabado en la mente y
en el corazón, que nos ayuda a vivir según el Evangelio.
Necesitamos vivir el Rosario
como medio privilegiado de oración.
Experimentamos un "imperativo categórico de oración". Necesitamos orar
alabando a Dios y bendiciendo su nombre, dándole gracias por los
beneficios recibidos, pidiendo su ayuda en las necesidades espirituales
y materiales, reparando nuestros pecados y falta de amor… y el Rosario
es el mejor manual de oración que nos ayuda a ello por la meditación de
los misterios de Cristo y el rezo del Padre nuestro, de las avemarías y
del Gloria..
La Virgen María, en Lourdes y en Fátima, nos
invita a rezar el Rosario que nos ayuda a perseverar en la gracia, a
cultivar la vida sacramental, especialmente la Confesión y la
Eucaristía, a ser buenos cristianos y a obtener el don la paz y la
reconciliación.