Guía
didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.
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- EL ROSARIO, MIRAR A CRISTO CON MARÍA
(Según
Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae nn. 9-11).
1-
CONTEMPLAR EL ROSTRO DE CRISTO.
Contemplar el rostro de Cristo es el contenido esencial del Rosario. Así
como la Transfiguración de Cristo (Mt.17, 2) es el “icono de la
contemplación cristiana”, el Rosario es una invitación a fijar los ojos
de la fe en el rostro de Cristo, a contemplar su misterio desde la
infancia, la vida pública, la pasión, muerte, resurrección y el envío
del Espíritu Santo, como don del Padre y del Hijo. Al mismo tiempo, la
contemplación de Cristo nos dispone a acoger el misterio trinitario
porque el Hijo es Dios como el Padre en el amor del Espíritu Santo que
es Dios como el Padre y como el Hijo.
2-
MIRAR A CRISTO CON MARÍA.
María es modelo insuperable
para aprender a mirar el rostro de Cristo en fe.
Cristo le pertenece especialmente porque es el Hijo de sus entrañas por
obra del Espíritu Santo, porque contempla su rostro como como una madre
el de su hijo, porque lo acompaña maternalmente desde la concepción,
nacimiento, infancia, apostolado, pasión, muerte y resurrección hasta la
ascensión, en actitud de adoración, porque ama a su Hijo, que es Dios
con amor de comunión.
2.1-María contempla a su Hijo con mirada “interrogadora” y de asombro.
Así sucede en el templo
(Lc. 2, 48). María y José hallan a Jesús,
adolescente, “sentando en medio de los doctores, oyéndolos y
preguntándoles. Cuantos le oían quedaban estupefactos de su inteligencia
y de sus respuestas. Cuando sus padres le vieron quedaron sorprendidos y
le dijo su madre: ¿por qué has obrado así con nosotros? … Y Él les dijo:
¿Por qué me buscabáis? ¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las
cosas de mi Padre?
Nosotros también contemplamos a Cristo con mirada interrogadora y
asombrados. Con María respondemos: Cristo es el Hijo de Dios, Dios como
el Padre, y adoramos a Cristo como Dios. Con Ella nos asombramos y nos
postramos sobrecogidos ante su Hijo.
2.2-Con
mirada penetrante.
Caná (Jo.2,5). María está
identificada con el querer del Hijo. Por eso no duda en decir en las
bodas de Caná ante la falta del vino: “Haced lo que Él os diga”
María
dice al Hijo con mirada penetrante de madre: “No tienen vino”. Madre e
Hijo se entienden con la mirada. Hay como un guiño del Hijo a la Madre.
Y el Hijo realiza el milagro.
María
también nos mira a nosotros con mirada penetrante porque somos sus
hijos: “Haced lo que Él os diga” Y nosotros, miramos a María con mirada
penetrante porque es nuestra Madre. María y nosotros nos entendemos. Se
realiza el milagro. Nos convertimos y nos comprometemos a ser fieles a
Cristo en la Iglesia, a vivir como cristianos.
2.3-
Con mirada dolorida.
María contempla a su Hijo con mirada dolorida,
eminentemente en la Cruz (Jo. 19,26-27). También nos contempla a
nosotros con mirada dolorida. Somos causantes de la muerte del Hijo con
nuestro pecado.
Nosotros aliviamos el dolor de nuestra Madre con el Rosario. Al
contemplar amorosamente la pasión y muerte del Hijo estamos acompañando
a la Madre y aliviando su dolor.
2.4-
Con mirada espiritualmente parturienta.
María acoge a Juan como a hijo porque se lo pide
Cristo desde la Cruz (Jo. 19, 26-27.) En San Juan, nos acoge a nosotros
como hijos suyos.
San
Juan acoge a María como a su Madre porque se lo pide Cristo. En San
Juan, nosotros acogemos a la Virgen como Madre nuestra, cuidamos de Ella
y nos acogemos bajo su protección con el Rosario.
2.5- Con mirada radiante.
María contempla a su Hijo resucitado con mirada radiante, llena de gozo.
Es el culmen del Magnificat.
María
también contempla a sus hijos con mirada radiante porque hemos pasado de
la muerte a la vida por la gracia que recibimos del Hijo resucitado. Con
el Rosario, miramos a Cristo resucitado con la mirada radiante y gozosa
de la Madre.
2.6- Con mirada ardorosa.
Es la mirada de Pentecostés (He.1,14). María
participa privilegiadamente del fuego del Espírtu Santo como don del
Hijo. María nos invita a perseverar meditando el Rosario en clima de
Pentecostés para ser renovados en el fuego del Espíritu.
3- EL
ROSARIO CON MARÍA.
3.1-
María guarda en su corazón las miradas, la contemplación de Cristo (Lc.2.
19. 51), la vida de su Hijo... es su Rosario vivo. Hacemos nuestra la
mirada de Maria cuando rezamos el Rosario y, con Ella contemplamos la
vida de su Hijo: es nuestro Rosario.
3.2-
María, Asumpta al Cielo, nos propone los Misterios
de su Hijo para que sean contemplados por nosotros.
3.3-
Rezar el Rosario: estar en sintonía con el corazón, el
recuerdo y la mirada de María, Rosario vivo.
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