Domingo 20º del Tiempo Ordinario

- CICLO A -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 



 

VIGÉSIMO DOMINGO – CICLO A.
                 
 

En el tercer misterio gozoso del Rosario contemplamos a Cristo que nace de María Virgen por obra del Espíritu Santo, según el designio salvífico del Padre. Jesucristo nace como Salvador universal de los hombre de cualquier pueblo y raza. Rezamos el Rosario, contemplando a Cristo Salvador para que todos los hombres alcancen la salvación por medio de María.

 

PRIMERA LECTURA. Isaías, 56, 1. 6-7.

Anuncio de la salvación universal.

El profeta anuncia la salvación universal que ha de realizarse en Jesucristo, y de su victoria sobre el pecado de la humanidad. El plan salivífico de Dios es la salvación de todos los hombres.
 

Preparación para acoger la salvación.

¿Cómo prepararnos para acoger la salvación? ¿Cómo recorrer el camino de la santidad? Guardando el derecho y practicando la justicia: Guardad el derecho, practicad la justicia, que mi salvación está para llegar y se va a revelar mi victoria.

Guardando el derecho, esto es, cumpliendo los Mandamientos de la Ley de Dios, cumpliendo los deberes del propio estado, tratando de hacer la voluntad del Padre en todas las cosas...

Practicando la justicia, esto es, dando a Dios y al prójimo lo que les debemos. Dar a Dios el culto debido en los sacramentos, especialmente la Reconciliación y la Eucaristía; en la oración como trato de adoración, acción de gracias, impetración y reparación; con la práctica de la virtud sobrenatural... Dando al prójimo amor y saliendo a su encuentro en las necesidades espirituales y materiales.
 

Los destinatarios de la salvación.

La Humanidad es la destinataria de la salvación: todos los hombres de cualquier pueblo, raza y lengua: A los extranjeros que se han dado al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor... los traeré a mi Monte Santo, los alegraré en mi casa de oración...

Seamos fieles al Señor en nuestra vida, obras y palabras. El nos conducirá al monte de la salvación, a su casa, y nos dará la verdadera alegría para siempre.
 

Invocación mariana.

Virgen del Rosario, Madre de nuestra salvación porque eres la Madre del Salvador. Alcánzanos la gracias de ser fieles a Dios para que se realice en nosotros el plan de salvación, seamos santos y alcancemos morar en el Monte Santo.

 

SEGUNDA LECTURA. Romanos 11, 13-15. 29-32.

La salvación es obra de amor.

La salvación es obra del amor y la misericordia de Dios. El amor de Dios es universal, alcanza a todos los hombres, no sólo a un sector o a un pueblo. Al mismo tiempo, el pecado original es universal, alcanza a la humanidad. Por eso, todos, judíos o paganos, estamos llamados a la reconciliación, a volver de la muerte a la vida. Todos somos objetos del amor y la misericordia de Dios que nos libera del pecado, nos santifica y nos salva en Jesucristo.

El pueblo escogido no entiende la universalidad de la salvación. Tiene como celos de que los paganos sean objetos del amor y la misericordia divina. San Pablo trata de estimular al pueblo judío y convertirlos de su frialdad a Dios al destacar cómo los paganos se convierten a Dios y viven las exigencias de su fe.
 

Acoger el amor y la misericordia de Dios.

Acojamos el amor y la misericordia de Dios. El destino universal de la salvación, la conversión de los paganos y los pecadores, la santidad de los sencillos y los pobres... nos tiene que hacer reaccionar. Salgamos de la tibieza, de la rutina, de la comodidad, del consumismo, del irenismo...
 

Invocación mariana.

Madre del Amor y la Misericordia: alcánzanos la gracias de renovarnos en el fervor de la entrega al Señor dejándonos penetrar de su amor misericordioso y ser sus testigos ante el mundo.

 

TERCERA LECTURA. San Mateo.15, 21-28.

La pedagogía de Jesús.

Jesús nos explica el contenido universal de la salvación por medio de la petición de la mujer cananea que simboliza el paganismo.

La mujer cananea sale al encuentro de Jesús y le suplica gritando: Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo... Jesús parece que no le hace caso, como si no fuera objeto de la salvación, de comer de la mesa de los amos. Pero ella insiste con humildad y Jesús la acoge: Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas. En aquel momento quedó curada su hija. Jesús ha hecho a la cananea el don de la fe que salva.
 

Nuestra actitud.

La Fe, la salvación, la santidad... son dones de Dios que hemos de pedir con insistencia, en actitud humilde y suplicante. Hemos de orar y pedir el bien de la salvación con perseverancia.

Nos acercamos a Jesús con confianza suplicando a gritos los bienes sobrenaturales. Nos acogemos a su amor y misericordia. ¡Jesús nunca falla!
 

Invocación mariana.

Virgen orante: apoya nuestra oración. Pedimos y suplicamos aumentar en el don de la fe, perseverar en la gracia, ser santos.

Ea, pues, Señora, Abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh, clementísima!. ¡Oh, piadosa!. ¡Oh, dulce siempre Virgen María!. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.


 



 

 

 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.