Domingo 22º del Tiempo Ordinario

- CICLO B -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 



 

DOMINGO VIGÉSIMO SEGUNDO – CICLO B
                 
  

La meditación de la vida de Cristo en el Rosario nos ayuda a profundizar en el amor de Cristo al Padre. Cristo acepta el mandato del Padre por amor y se hace obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Nosotros, imitando a Cristo, aceptamos la voluntad del Padre y la cumplimos por amor.

 

PRIMERA LECTURA. Deuteronomio, 4, 1-2. 6-8.

El cumplimiento de la Ley de Dios.

El cumplimiento de la Ley de Dios es condición para que el pueblo escogido entre en la tierra prometida y alcance la libertad. El cumplimiento de la Ley de Dios será condición para que el pueblo redimido pueda alcanzar la salvación.

El cumplimiento de la Ley de Dios es reconocimiento de la Soberanía divina y constata la presencia de Dios en medio de su pueblo.

El cumplimiento de la Ley divina conlleva la paz verdadera porque establece la "tranquilitas in ordine", el orden tranquilo, clave para la paz individual y social.
 


 

Espíritu del cumplimiento.

Cumplimos los mandamientos de la Ley de Dios en fe porque aceptamos dócilmente la Palabra de Dios manifestada en Cristo, bajo la tutela de la Iglesia, nos adherimos con adhesión integral como hijos y nos comprometemos a cumplirlos de por vida.

Cumplimos los Mandamientos de la Ley de Dios en esperanza porque nos apoyamos en el poder de Dios y en la gracia que nos brinda para su cumplimiento. Necesitamos poseer la esperanza teologal para mirar hacia la meta y entender el cumplimiento de los mandamientos.

Cumplimos los mandamientos en caridad porque nos mueve el amor de hijos y redimidos. Cumplir los mandamientos por amor es clave de sinceridad, autenticidad, coherencia y valentía en el comportamiento cristiano.
 

Invocación mariana.

Santa María de la fidelidad por tu total entrega al querer del Padre desde la Encarnación hasta la Cruz como víctima de amor. Enséñanos a cumplir los mandamientos, la voluntad de la Padre en fe y esperanza, movidos por el amor teologal.

 

SEGUNDA LECTURA. Santiago 1, 17-18. 21b-22. 27.

Aceptar dócilmente la Palabra de Dios.

Aceptad dócilmente la Palabra.. Hemos de aceptar dócilmente la Palabra de Dios y cumplirla amorosamente porque somos hijos de Dios, engendrados por amor.

Por lo tanto, aceptamos amorosamente la Palabra que nos salva, o sea, aceptar las enseñanzas de Jesucristo en la Iglesia. No se trata sólo de escuchar las enseñanzas de Jesucristo, sino de acogerla en el interior del corazón y llevarlas a la práctica, de dentro afuera..
 

Exigencias de la vida cristiana.

Si somos hijos del amor y hemos de obrar por amor, tenemos que ser testigos del amor, esto es, dar amor. Por eso, la religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo.
 

Invocación mariana.

Santa María: Tú eres obra privilegiada del amor de Dios y portadora singular del mismo amor. Enséñanos a dejarnos amar por Dios, a entregarnos a sus exigencias y a ser sus testigos en medio del mundo, haciendo obras de amor.

 

TERCERA LECTURA. San Marcos 7, 1-8ª. 14-15. 21-23.

El cumplimiento de la Ley de Dios ha de ser sincero.

El cumplimiento de la Ley de Dios no es un imperativo categórico del deber por el deber. Es un imperativo categórico del deber por amor.

El cumplimiento de la Ley de Dios no es por motivaciones humanas para ser visto o para exigirlo a los demás. Es por motivaciones sobrenaturales. Sólo el que tiene a Dios en su alma por la gracia, cumple gozosamente los Mandamientos.

Por eso Jesús llama hipócritas a los fariseos porque cumplen la ley cuando los ven o la exigen a los demás sin ellos cumplirla: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.
 

El cumplimiento de la Ley de Dios ha de brotar del corazón.

El cumplimiento de la Ley de Dios ha de brotar de un corazón puro, de dentro afuera.

Tener un corazón puro es poseer la participación de la vida de Dios por la gracia santificante. Sólo el que vive en gracia de Dios entiende el cumplimiento de los Mandamientos.

Tener un corazón puro es, consecuentemente, amar a Dios sobre todas las cosas y ser testigo de su amor ante los hermanos. El que tiene un corazón puro, honra a Dios y a los hermanos cumpliendo los Mandamientos.
 


 

Invocación mariana.

Santa María llena de gracia y, consecuentemente, del amor a Dios y a todos los hombres. Por eso, eres Corredentora, Víctima de amor.

Enséñanos a ser fieles a la vida de la gracia para cumplir amorosamente la Ley, amando a Dios y a los hermanos.


 



 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.