CUARESMA - Segundo Domingo

- CICLO B -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.


 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 




 

SEGUNDO DOMINGO – CICLO B

 

           

Meditamos los misterios dolorosos del Rosario. Con María, contemplamos la obediencia de Cristo hasta la muerte y muerte de Cruz (Cf. Fil. 2, 8) Es el centro efectivo de nuestra redención. La cuaresma es “tiempo fuerte” para dar gracias por nuestra salvación.

 

PRIMERA LECTURA. Génesis 22, 1-2. 9a. 15-18.

La obediencia de Abrahán.

Dios pone a prueba la obediencia de Abrahán. Le manda que ofrezca a su hijo único en sacrificio. Abrahán se dispone a obedecer sin vacilar y coloca a su hijo-víctima para ofrecerlo sobre el altar que ha preparado.

Al instante, resuena la voz del cielo: ...No alargues la manos contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.
 

Abrahán es bendecido.

Dios bendice a Abrahán premiando su obediencia: multiplicará su descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa, derrotará a los enemigos: Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.


Imagen de Cristo.

La obediencia de Abrahán dispuesto a sacrificar a su hijo único es imagen de la entrega que el Padre hará de su Hijo único en la Cruz por nosotros los hombres y por nuestra salvación.

Consecuentemente, Cristo será glorificado y se convertirá en Cabeza de los redimidos y triunfará sobre el pecado y la muerte. Todos somos bendecidos en Cristo por su obediencia hasta la muerte y muerte de Cruz.

 


 

Invocación mariana.

Santa María, Madre de Dios. Tú eres la primera bendecida por Cristo al ser excepcionalmente redimida. Tu vida glorifica al Padre en la obediencia del Hijo.

Enséñanos a dejarnos bendecir –santificar- por los frutos de la Redención para que nuestra vida sea alabanza del Padre en la obediencia del Hijo, animados por el Espíritu Santo.

SEGUNDA LECTURA. San Pablo a los Romanos, 8, 31b-34.

Realización del plan de salvación.

Cristo se ha hecho obediencia al Padre y muere en la Cruz por nuestra salvación. No tenemos nada que temer si abrimos las puertas del alma a Cristo, si lo acogemos por la gracia, si escuchamos su palabra en la oración, si somos testigos de su amor.
 

Dios está de nuestra parte.

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Palabras maravillosas que nos llenan de esperanza. Dios está con nosotros porque entregó a su propio Hijo a la muerte. Dios no nos puede abandonar y nos justifica en el Hijo. Cristo ha muerto y resucitado por nosotros, Y está a la derecha de Dios, intercediendo por nosotros.
 

Invocación mariana.

Madre de Dios: el Señor está contigo porque eres la llena de gracia y, consecuentemente, Asunta al Cielo en cuerpo y alma. Intercede por nosotros para que no nos apartemos de Cristo, nos dejemos redimir por Él y alcanzar la salvación.

 

TERCERA LECTURA. San Marcos 9, 1-9.

Invitación a la esperanza.

La Transfiguración es una invitación a la esperanza. Cristo quiere sostener a sus apóstoles ante las dificultades que se aproximan: su pasión y su muerte. Es como un anticipo de su resurrección y glorificación. Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador...

La Transfiguración es también una invitación a la esperanza para nosotros que vivimos en medio de luchas y dificultades. Miremos a Cristo transfigurado, esto es, miremos al Cielo. Estamos llamados a participar de la gloria de Cristo

"Qué bien se está aquí", decían los apóstoles. Que bien se está con Cristo, decimos nosotros.
 

Invitación a escuchar a Cristo.

Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: "Este es mi Hijo amado; escuchadlo".

El Padre nos invita a escuchar a su Hijo Jesucristo: Este es mi Hijo amado; escuchadlo. El Hijo amado del Padre es Jesucristo, Dios como el Padre, Dios con nosotros. Escuchar al Hijo amado es escuchar a Dios.

Escuchamos al Hijo: en la Palabra revelada, en el Magisterio de la Iglesia, en los Sacramentos, en la oración, en los acontecimientos de la vida...

Respondemos con la expresión repetida de Abrahán: Aquí me tienes. Aquí me tienes; Señor, para hacer tu voluntad, para cumplir tus Mandamientos, para ser fiel a las exigencias del Bautismo.
 

Invocación mariana.

Santa María: Tú eres la Virgen oyente por tu escucha de la Palabra, fielmente guardada en tu corazón desde la encarnación del Verbo hasta el Calvario y la Resurrección. Enséñanos a saber escuchar la Palabra, a guardarla amorosamente en el corazón y a cumplirla con fidelidad.

 

        

        




 

 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.