CUARESMA - Segundo Domingo

- CICLO C -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.


 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 



 

SEGUNDO DOMINGO – CICLO C

            

Con María, meditamos la vida de Cristo en los misterios del Rosario. La vida Cristo es el cumplimiento de las promesas de salvación que el Padre ha ido revelando progresivamente el Antiguo Testamento, la clave de nuestro comportamiento cristiano y de nuestra transformación por la gracia.

 

PRIMERA LECTURA. Génesis, 15, 5-12. 17-18.

Las promesas de Dios a Abrahán.

Las promesas de Dios a Abrán son el contenido de la alianza patriarcal que es de carácter promisorio. Dios promete a Abrahán una descendencia numerosa y una tierra nueva.
 

La promesa de una descendencia numerosa.

Dios dijo a Abrán: Mira el cielo, cuenta las estrellas si puedes. Y añadió: Así será tu descendencia. Dios promete a Abrán una descendencia numerosa. Se trata de una descendencia espiritual: serán los hijos en la fe ( Cf. Mt.3,9; Rom.9,7-8; Gal.4,21-23). Somos los creyentes en Dios Creador y Legislador, en Dios Padre, Providente y Redentor. Por eso, llamamos Padre en la fe a Abrán.
 


 

La promesa de una patria nueva.

Dios promete a Abrán una patria nueva: Aquel día el Señor hizo una alianza con Abrán en estos términos: A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río. Tierra nueva que prefigura la patria definitiva del Cielo que Cristo nos promete (Cf. Mt. 5,4) y que esperamos alcanzar.
 

La fe de Abrán.

Abrán creyó en la palabra de Dios que lo bendijo y cumplió su promesa: Abrán creyó al Señor y se lo contó en su haber. Nosotros, también creemos en el Señor y en su promesa de salvación que esperamos alcanzar.
 

Invocación mariana.

Santa María, Madre y Modelo de la fe que profesamos. Tú aceptaste ser Madre de Cristo y en Él, Madre de los redimidos. Tú has alcanzado la Patria celestial de forma privilegiada en alma y cuerpo. Enséñanos a creer plenamente en Cristo para alcanzar la salvación.

 

SEGUNDA LECTURA. Filipenses 3,17. 4,1.

Comportamiento de los creyentes.

Los creyentes en Cristo hemos de comportarnos con la mirada puesta en el cielo, no en este mundo, siguiendo el ejemplo de San Pablo.

Por lo tanto, el cristiano, ha de apartarse del pecado, aceptando la filosofía de la cruz, esto es, tratando de vivir según el Evangelio, superando el relativismo moral y el materialismo condicionante, superando el desorden pasional…

El cristiano ha de mirar siempre hacia la Patria celestial porque somos ciudadanos del cielo, redimi­dos en Cristo: El transformará nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa, con esa energía que posee para sometérselo todo. Por lo tanto, tratemos de seguir la recomendación de San Pablo: hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos. Sí, vamos a luchar para mantenernos firmes en el Señor.
 

Invocación mariana.

Madre de los creyentes, modelo de fe porque creíste sin condiciones, de esperanza porque te apoyaste en la Palabra de Dios y de amor porque te entregaste como esclava. Enséñanos a vivir según la fe, a caminar gozosos en la esperanza de la salvación y a entregarnos a las exigencias del Evangelio.

 

TERCERA LECTURA. San Lucas 9, 28b-36.

La Transfiguración.

Jesús, después de anunciar explícitamente su pasión y muerte, subió a una montaña y se transfiguró delante de Pedro, Santiago y Juan. Su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y una voz desde la nube decía: Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle. Los apóstoles se postran en adoración, y nosotros, con ellos, adoramos el misterio de Dios.
 

Revelación del misterio de Dios.

Asistimos a un momento culminante: la Revelación del misterio de Dios. Es revelación de la Trinidad: del Padre en la voz que se escucha; del Hijo visible en Jesucristo y del Espíritu Santo en la nube luminosa que lo envuelve.
 

Glorificación de Jesucristo.

La Transfiguración manifiesta la glorificación de la humanidad de Jesucristo que ha de ser visible permanentemente desde la resurrección. Es la plena glorificación del alma que se manifiesta en el cuerpo.
 


 

Fortaleza de la fe.

La Transfiguración trata de fortalecer la fe débil de los apóstoles ante los acontecimientos duros de la pasión y muerte que se acercan. Fortalece también nuestra fe en las circunstancias difíciles que nos tocan vivir. Adoremos a Jesucristo porque es el Hijo de Dios, Dios como el Padre.
 

Invocación mariana.

María: Tú recorres la vía dolorosa desde la encarnación de tu Hijo, hasta la Cruz, culminación del dolor y de la soledad, participando privilegiadamente de la gloria de la Resurrección.

Señora del Rosario: enséñanos a adorar a Cristo, tu Hijo, a aceptarlo en nuestras vidas con todas sus consecuencias, a conocerlo meditando y viviendo los misterios del Rosario, a recorrer el camino sembrado de cruces, sin desalientos, hasta alcanzar la participación en la gloria luminosa de Cristo.

         




 

 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.