CUARESMA - Tercer Domingo

- CICLO A -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.


 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 




 

TERCER DOMINGO – CICLO A.

 
      

         Estamos sedientos de Dios. Necesitamos a Dios. Desgranamos las cuentas del Rosario en la “Escuela de María”. Ella nos va introduciendo en el conocimiento y el amor a Cristo a través de sus misterios que van calando en nuestra alma y calmando la sed que experimentamos

        

PRIMERA LECTURA.  Éxodo 17, 3-7.
 

EI Pasaje del Éxodo es una prefiguraci6n de la Cuaresma. Nos narra el camino que los israelitas recorren durante cuarenta años hasta llegar a la tierra prometida. El camino a través del desierto es duro. El pueblo cae en el desaliento y la murmuración. La fe y la esperanza se debilitan. Pero el Señor sale al encuentro de su pueblo por medio de Moisés: “Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo".

         Cada hombre y cada mujer viene a este mundo para recorrer el camino de la salvación. Muchos no conocen a Cristo Redentor y no están capacitados para entender las dificultades del camino, esto es, el sentido de la vida, de la enfermedad, de la muerte, del mas allá...y caen en la desesperación. Necesitan del agua que brota a borbotones de la peña, signo de la efusión del Espíritu del Señor que renueva la vida.
 

María, Medianera, intercede por nosotros caminantes y nos enseña, Corredentora, cómo acompañar a nuestros hermanos en sus necesidades espirituales y materiales, y cómo orientarlos a la roca de donde brota el agua que sa­na y regenera. Hemos de saber ser caminantes con los que caminan sin sentido, ofreciendo el conocimiento y el amor de Nuestro Señor Jesucristo con el testimonio de la caridad.

 

SEGUNDA LECTURA  Romanos 5, 1-2. 5-8.
 

Estamos llamados a ofrecer el testimonio silencioso de la caridad  “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado" 

El don de la gracia de Cristo consagra nuestras vidas y causa en nosotros el amor de Dios. Gracia y amor que piden entrega total e inmediata de todo nuestro ser a sus exigencias.

Gracia de Cristo y amor teologal. Es lo único que puede calmar nuestra sed de Dios, la de todos los hombres.

La Virgen María nos enseña con su apertura y entrega cómo abrirnos a la gracia, cómo dejarnos amar por Dios y ser testigos de gracia y amor ante el mundo.

 

TERCERA LECTURA  San Juan 4,5-42.
 

         El Evangelio nos habla de la sed de Cristo, “cansado del camino”: “Dame de beber", dice a la samaritana. Es una forma de entrar en diálogo. En realidad, Cristo trata de calmar la sed del alma sedienta de la mujer.
 

 

 "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y el te dará agua viva". Cristo ofrece el don de Dios que es el Espíritu Santo, fuerza que hace crecer la gracia sobrenatural: “...el que beba del agua que yo le daré se conver­tirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna. La mujer le dice: Señor dame de esa agua: así no  tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla".

Nuestra alma esta sedienta del “don de Dios" que Cristo nos ofrece. Tenemos sed de la auténtica renovación en el Espíritu Santo. Esto es: de crecer en santidad, en intensidad de comunión en la Trinidad, en caridad teologal... de ser testigos del amor de Dios para ofrecer   a los hombres el testimonio de la caridad.

Madre de Dios y Madre nuestra, Señora del Rosario: Tú nos atraes irresistiblemente hacia Cristo y nos enseñas cómo abrirnos al don que Él nos ofrece para calmar definitivamente nuestra sed. Es lo que te suplicamos al meditar los misterios luminosos del Rosario.

    

        





 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.