PASCUA - Ciclo C

Tercer Domingo


 

 


TERCER DOMINGO

Ciclo C

                                                                   

La Virgen María nos invita a profundizar en los misterios gloriosos del Rosario. El Espíritu Santo nos hace valientes para confesar nuestra fe en el resucitado, para postrarnos en adoración ante el misterio y expresarle nuestro amor.

 

PRIMERA LECTURA. Hecho de los Apóstoles 5, 27b-32. 40b-41.

La primera persecución de la Iglesia.

Los Hechos de los Apóstoles narran la primera persecución de la Iglesia por parte de los sumos sacerdotes. Los Apóstoles son perseguidos y azotados por predicar que Cristo, muerto y colgado de un madero, ha resucitado; que la diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados; que ellos son testigos de lo que afirman con la fuerza del Espíritu Santo.
 

Iglesia libre, valiente y martirial.

La Iglesia primitiva es libre y valiente para predicar a Jesucristo muerto y resucitado.

El sumo sacerdote interrogó a los Apóstoles y les dijo: ¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ese? En cambio habéis llenado Jerusalén con vuestras enseñanzas y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.

San Pedro y los Apóstoles respondieron con libertad y valentía: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Entonces, azotaron a los Apóstoles, les prohibieron hablar en nombre e Jesús y los soltaron.

Los Apóstoles salieron gozosos de haber padecido por el nombre de Jesús, dispuestos a seguir anunciando el nombre de Jesús hasta el derramamiento de la sangre.
 

Invocación mariana.

Santa María, modelo de verdadera libertad y mujer valiente: enséñanos a ser libres para anunciar a Jesús con la palabra y ser valientes para confesar el nombre de Jesús, siempre y en toda circunstancia, hasta el martirio.

 

SEGUNDA LECTURA. Apocalipsis, 5, 12-14.

La glorificación de Cristo.

Cristo ha sido glorificado definitivamente en el Cielo. Es el Cordero que ha triunfado, que se sienta en su trono. Ante Él se postran millares y millones de ángeles que decían con voz potente: Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.

Juan, en la visión, oye a todas las criatura del cielo, de la tierra y del mar que también alaban y glorifican al Señor mientras los cuatro vivientes y los ancianos cayeron rostro en tierra y se postraron ante el que vive por los siglos de los siglos.
 

Nuestra actitud.

Nosotros también nos postramos para adorar a Cristo resucitado que ha sido glorificado y se sienta a la derecha de Dios Padre. Glorifiquemos a Cristo con nuestra vida perseverando en la gracia y con nuestro testimonio según las exigencias del don de la fe que hemos recibido.
 

Invocación mariana.

Santa María asunta al Cielo en cuerpo y alma. Tu vida terrenal es adoración de Cristo, tu Hijo y tu Redentor. En el Cielo, estás alabando y bendiciendo a tu Hijo al frente de los bienaventurados. Que nuestra vida sea para gloria de Cristo. Que nuestra eternidad sea alabar y bendecir a Cristo, el Cordero.

 

TERCERA LECTURA. San Juan 21, 1-19.

Jesús confirma la fe de sus apóstoles.

Mientras tanto, Jesús sigue confirmando la fe de sus apóstoles con sus apariciones. Ahora es la pesca milagrosa que tiene lugar en el lago de Tiberíades, un lugar tranquilo y apartado.

Los Apóstoles ven a Cristo, lo oyen y lo pueden palpar. Cristo es el mismo que por tercera vez repite el milagro de llenar las redes de peces después de una noche sin pescar nada. Entonces, aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: Es el Señor. Y Pedro se echó al agua para salir al encuentro del Resucitado. Y Cristo cuida a sus apóstoles, les prepara la comida, los mima. Es el Señor.
 


 

Jesús confirma nuestra fe.

Nosotros hemos recibido el don de la fe. Somos bienaventurados porque sin ver creemos.

Creemos que Cristo ha resucitado verdaderamente. Que vive en la Iglesia: la precede, la guía y la cuida como Buen Pastor. Que inhabita en el alma por la gracia que causan los sacramentos.

Tenemos que ser testigos valientes de la Resurrección: ¡Es el Señor! No es un extraño. Es el amigo, el único amigo. A Él, la alabanza, el honor, la gloria y el poder.
 

Jesús resucitado pide amor.

Jesús resucitado pide amor. Es lo que pide a Pedro por tres veces: Simón, hijo de Juan ¿me amas más que estos? Y Pedro responde: Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.
 

Invocación a mariana.

Santa María: Tú amas a Cristo de modo excepcional porque es tu Hijo y porque es Dios. Enséñanos cómo hacer de nuestra vida una respuesta de amor al amor que tu Hijo nos tiene. Con San Pedro, decimos a Cristo: Señor tu lo sabes todo, Tú sabes que te amamos.


 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.