Cuarto Domingo
- JORNADA DE
ORACIÓN POR LAS VOCACIONES - |
||
Meditamos el tercer misterio glorioso del Rosario. Pedimos, por medio de María, el don del Espíritu Santo para predicar a Cristo con valentía en toda circunstancia, para caminar mirando al Cielo bajo la guía del Buen Pastor que nos conoce y nos ama Pedimos vocaciones sacerdotales y religiosas: hombres y mujeres que ofrezcan el conocimiento, el amor y la imitación de Cristo con los sentimientos del Buen Pastor.
PRIMERA LECTURA. Hecho de los Apóstoles 13, 14. 43-52. La valentía de San Pablo. Pablo y Bernabé viajan a Antioquia de Pisidia. Entran en la sinagoga el sábado y exhortan a muchos judíos y prosélitos practicantes a ser fieles al favor de Dios, esto es, a recibir la predicación del nombre de Jesús y a recibir el Bautismo. El sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a oír la Palabra de Dios. Esto provocó la envidia de los judíos que respondían con insultos a la palabra de Pablo.
Pablo responde con valentía recriminando a los judíos: Teníamos
que anunciaros primero a vosotros la Palabra de Dios. La habéis
rechazado y no os consideráis dignos de la vida eterna. Por eso, nos
dedicamos a los gentiles siguiendo el mandato del Señor.
La reacción de los gentiles.
Los gentiles se llenaron de alegría, alababan al Señor y hubo
muchas conversiones. Quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo. La reacción de los judíos.
Los judíos incitaron a la gente, provocaron una persecución
contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio. Ellos se
marcharon sacudiendo el polvo de los pies. Nuestra reacción.
Nosotros hemos de revisar nuestra conducta como bautizados:
¿Acogemos la Palabra de Dios? ¿Vivimos según las exigencias del don de la fe
que hemos recibido? ¿Somos valientes para proclamar el nombre de Jesús con
nuestra palabra y nuestras obras? Invocación mariana. Virgen valiente desde la Encarnación del Verbo hasta el Calvario. Enséñanos a ser valientes para acoger la voluntad de Dios, para ser fieles a Cristo en la Iglesia, para caminar mirando al Cielo.
SEGUNDA LECTURA. Apocalipsis, 7, 9. 14b-17. Mirando hacia el Cielo. Somos peregrinos que caminamos en medio de dificultades, incomprensiones y persecuciones. El mundo no acepta los postulados de la fe sobrenatural. San Juan, con su visión, nos anima a mirar al Cielo que nos espera. Allí están los que nos han precedido: una multitud inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Ellos han superado las tribulaciones de este mundo. Han sido bañados en la sangre del Cordero y alaban al Señor eternamente en el gozo eterno. Cristo será su Pastor para siempre.
Los que han triunfado en Cristo son nuestros modelos. Levantemos el
corazón y caminemos hacia el Cielo con esperanza firme. Invocación mariana. Santa María de la Asunción. Tú nos has precedido en cuerpo y alma hacia el Cielo, superando las tribulaciones de este mundo. Tiéndenos tu mano. Nos agarramos al Rosario como la mejor arma para superar las dificultades y persecuciones de este mundo.
TERCERA LECTURA. San Juan 10, 27-30. Cristo nos guía.
Caminamos seguros hacia el Cielo porque Cristo es el Buen Pastor
que nos guía y nos acompaña.
Hemos recibido el don de la fe sobrenatural y podemos escuchar la
voz del Buen Pastor que nos llama a ser de los suyos y le decimos que sí.
Seguimos a Cristo confiadamente porque nos conoce personalmente, porque da
su vida para salvarnos, porque nadie nos podrá arrebatar a Cristo si le
somos fieles, porque el Padre nos ha entregado al Hijo para salvarnos,
porque Yo y el Padre somos uno. No tenemos miedo.
No tenemos miedo. Somos de Cristo porque somos del Padre. Renovamos
el propósito de caminar en fidelidad. Cristo no nos abandona. Cristo ha dado
su vida por nosotros y está de nuestra parte para salvarnos y guiarnos al
Cielo. Seguimos necesitando pastores santos.
Necesitamos sacerdotes y almas consagradas que prolonguen los
sentimientos del Corazón del Buen Pastor para la salvación de las almas.
Por eso, oramos intensamente para que el Señor nos conceda vocaciones
sacerdotales y religiosas. Invocación mariana.
Santa María, Divina Pastora, porque eres la Madre del Buen Pastor.
Condúcenos a tu Hijo: enséñanos a ser fieles a su voz , a permanecer en su
Rebaño y caminar bajo su guía hacia la salvación.
|
||
|
||
|