CUARESMA - Quinto Domingo

- CICLO B -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.


 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 




 

QUINTO DOMINGO – CICLO B

 
      
         

María es portadora de la Nueva y definitiva Alianza por designio del Padre, por obra del Espíritu Santo. Meditar los misterios del Rosario con María, es adentrarnos en el misterio de Cristo, esto es, en el contenido de la Nueva Alianza, definitivamente firmada en la Cruz.

 

PRIMERA LECTURA. Jeremías, 31, 31-34.

Anuncio de la Nueva Alianza.

El Profeta anuncia una Nueva Alianza a la casa de Israel y de Judá. No será como la que hice con vuestros padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto y que ellos quebrantaron.

Será una Alianza Nueva. Anuncio profético de la Alianza que será firmada definitivamente en la sangre de Cristo derramada en la Cruz con la fuerza del Espíritu.
 

Características de la Nueva Alianza.

La interiorización: Meteré mi Ley en su pecho, la escribiré en sus corazones. El cumplimiento de la Ley no ha de ser meramente exterior y formalista: conduciría a la hipocresía. Ha de brotar del amor, de la fuerza del Espíritu, que anida en el corazón. Entonces, el cumplimiento de la Ley será sincero y auténtico: las obras externas serán verdaderas. Por eso, hemos de convertirnos a la verdad y al amor para que nuestro comportamiento cristiano sea auténtico.

La presencia de Dios: yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. La fuerza de Dios estará siempre con nosotros para el cumplimiento de los Mandamientos. Por eso, hemos de permanecer abiertos al Espíritu Santo que nos sostiene y alienta. Permanecemos abiertos a la acción del Espíritu en nosotros cuando vivimos en la gracia y ponemos los medios para ello.

El reconocimiento del Señor que perdona y olvida nuestros pecados. Es la experiencia que brota de la Cruz: Cristo perdona y olvida nuestros pecados con su sangre. Hemos de acercarnos a la Cruz para que Cristo nos perdone.
 

Invocación mariana.

Santa María: Tú eres fruto privilegiado de la Nueva Alianza. Por eso, eres Inmaculada Concepción, abres tu corazón a la acción del Espíritu Santo y eres Madre de Dios. Te entregas a Cristo sin reservas y eres Corredentora.

Enséñanos a perseverar en el don de la gracia que hemos recibido en el Bautismo, para cumplir amorosamente la voluntad de Dios y guardar sus Mandamientos.


SEGUNDA LECTURA. Hebreos, 5, 7-9.

Cristo, centro de la Nueva Alianza.

Cristo es el contenido y el centro de la Nueva Alianza porque es el sumo y eterno Sacerdote. Es el único Mediador entre Dios y los hombres que nos ofrece la vida de Dios. Es la única Víctima, capaz de reparar la dimensión infinita del pecado.
 

Cristo, nuestra salvación.

Cristo es nuestra salvación al precio de su sangre, muriendo por nosotros, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz: Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
 

Invocación mariana.

María: Tú eres portadora de la Nueva Alianza al ser Madre de Cristo por designio del Padre en el amor del Espíritu Santo.

Enséñanos a acoger a Cristo en nuestros corazones que es acoger la Redención y ser testigos fieles de tu Hijo en medio del mundo.

 

TERCERA LECTURA. San Juan 12, 20-33.

Quisiéramos ver a Jesús.

Quisiéramos ver a Jesús. Es la súplica que algunos gentiles hacen a Felipe. Andrés y Felipe van a decírselo a Jesús.

Es la súplica que nosotros hacemos: queremos ver a Jesús. Y lo vemos bajo el velo de la fe. Lo vemos centralmente en la Eucaristía donde está realmente presente bajo las especies del pan y del vino.
 

Condiciones para ver a Jesús.

Acercarnos al misterio de la Cruz. Allí vemos la glorificación del Hijo porque cumple la voluntad del Padre.

Amar a Dios más que a nosotros mismos, a costa de la propia vida. Esto es, dejar el pecado y perseverar en la gracia. Entonces, nos salvaremos y veremos a Dios tal como es en si mismo.

Seguir y servir a Cristo participando de su Cruz para participar de su Resurrección: el que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre le premiará.
 

La confirmación del Padre.

Cristo anuncia la inminencia de la Pasión. Pide que el nombre del Padre sea glorificado con el cumplimiento de su voluntad, aunque tenga que pasar el trago doloroso de la Pasión.

Entonces vino una voz del cielo: lo he glorificado y volveré a glorificarlo. O sea, se está cumpliendo la voluntad del Padre y será totalmente cumplida. Esta voz se oye para que nosotros seamos confirmado en la fe: Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros.

Se comprende la palabra conclusiva de Jesús: Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. También se comprende la fuerte atracción que la Cruz de Jesús ejerce sobre nosotros.
 

Invocación mariana.

María: Tú que contemplaste directamente a tu Hijo, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María.

         
      




 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.