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ESQUEMAS sobre el sacramento de la Eucaristía:
Misterio de Fe y Misterio de Luz del Santo Rosario.
Guía didáctica
apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.
FICHA Nº 5
COMUNIÓN EUCARÍSTICA
ES LA MESA DEL PAN DEL SEÑOR
(Carta 80,11)
1-El alma se alimenta de
Cristo
(L.G.7):
1.1-"Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera
bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él” (Jo.6,55-56).
1.2-Mientras
duran la especies sacramentales, Cristo está en nosotros: su cuerpo,
sangre, alma y divinidad.
2-El alma se llena de gracia.
2.1-Es la verdadera riqueza: el alma se llena de la gracia de Cristo, de
la comunión trinitaria, de la filiación divina, de la herencia del Cielo.
2.2-No es comida
meramente espiritual. Es verdadera comida (Jo.6, 55), necesaria para el
crecimiento de la gracia recibida en el Bautismo.
2.3-Da fuerzas para
superar el cansancio del camino, para la fidelidad a los compromisos
cristianos.
3..3-Es energía para
la caridad, unión y paz.
3-Se nos ofrece el germen de
vida inmortal. La
prenda de la vida para siempre, vivir por Jesucristo como Cristo vive por
el Padre (Jo.6, 54.57).
4-Sacia el hambre y la sed de
Dios:
Estamos hambrientos y sedientos
de Dios El Padre nos da el alimento del cielo: es Cristo, es Dios (Jo.6,35).
5-Nos unimos a Cristo. y a la
Iglesia:
5.1- Unión íntima: amor de amistad,
intercomunicación, de comunión. Pide respuesta de entrega ...
5.2- Realidad transformante: " ... está en mí...vive por mí"(Jo.6,56-59)
Transformarse en Cristo. Permanecer en , por, para y desde Él.
5.3- Cristo. en la comunión eucarística, se entrega a cada uno de
nosotros, a nuestro corazón, a nuestra. conciencia, a nuestros labios, a
nuestra boca...
5.4- Recibimos al
mismo Cristo. Nuestra unión con EI, que es don y gracia, causa la unidad
con su Cuerpo místico, la Iglesia. En tanto que unidos a Cristo. Cabeza,
lo estamos a su Cuerpo, la Iglesia, vitalmente (1Cor.10,16-17; 12,22.27;
Rom.12,5) .
5.5- Somos portadores
de su pasión y de todos sus misterios ... de su entrega al Padre... de su
intercesión (Heb. 9,24; 1.Jo.2,1). Alcanzamos, como hombres, la plenitud
de nuestra. dignidad: del nuevo ser sobrenatural: hijos, hermanos...
(Jo.1,12; Rom.8,23;
1Pe.2,9). La devolución
del hombre. y del mundo por Cristo al Padre, en el Espíritu Santo. La
perfección de la reconciliación viva en el alma (Rom.5,10; 2Cor.5,18;
Col.1,20-22).
ES CLAVE PARA LA VITALIDAD
ESPIRITUAL Y APOSTÓLICA
DE LA IGLESIA.
1-Nútrase de la Eucaristía
toda la santificación y evangelización de la Iglesia.
(Juan Pablo II, carta
1980,n.4)... -Relación vitalidad espiritual y apostólica: "Come la vida,
bebe la vida; tendrás vida y es la vida total" (San Agust.Sermo,81,I,1).
2-Marca la dirección de
nuestra vida:
aceptar y ser aceptados por Dios, por Cristo, en el Espíritu Santo. La
Eucaristía es el vínculo bilateral de aceptación: recibimos a Cristo.
Cristo nos recibe a cada uno ... Cristo. nos acepta como amigos (Jo.15,14)
y experimentamos la urgencia de ser aceptados por Cristo, por Dios.
3-Es alimento del peregrino:
en el difícil caminar de
la santificación, testimonio...
4-Es Sacramento del camino que
Cristo recorre
(Encarnación... Cruz,
Resurrección, Ascensión ) viniendo del Padre a nosotros por obra del
Espíritu Santo, retornando al Padre, conduciéndonos a nosotros consigo
como partícipes de la redención. -En la Iglesia., nos encaminamos juntos
con El, al Padre animados por el Espíritu Santo.
INVITACIÓN
CONTINUA DE LA IGLESIA
1-"Este es el Cordero de Dios"
la comunión frecuente...
2-Respeto debido:
en el alma y en el
cuerpo. (1Cor.11,12)
2.1- Los celebrantes: dignidad y respeto. Los religiosos... Los
fieles: interiormente en gracia, exteriormente (boca, mano...);
preparación y acción de gracias.
2.2- El Papa pide perdón por los abusos y faltas de respeto...
(Carta 1980,12).
CONCLUSIÓN
1-La Eucaristía conlleva
compromiso de santidad:
en comunión con
la vida, las virtudes de Cristo y las enseñanzas del Evangelio.
2-Sagrado banquete en el que
Cristo es nuestra comida.
2.1- Es nuestra comida: su cuerpo, sangre, alma y divinidad...
para alimentar la gracia y crecer en santidad. Somos invitado al banquete.
Hemos de llevar el traje adecuado (Mt.22, 11-14).
2.2- Se celebra el memorial de su Pasión. Memorial vivo, real e
incruento. Centro y culmen de la vida de la Iglesia, del bautizado.
2.3- El alma se llena de gracia, se nos da la prenda de la vida
futura. Es el efecto del Sacramento. El alma se llena de Cristo, de Dios.
Es garantía de salvación: el que come de este pan vivirá para siempre (Jo.6,
53-54).
Cfr. Congreg. Fe, 225(92)383
NORMAS COMUNIÓN.
Comunión del cáliz:
"...no
es de aprobar el método de pasar el cáliz uno a otro ni tampoco el que los
comulgantes se acerquen directamente al cáliz para beber la Sangre del
Señor".
(Cfr. Instrucción "Sacramentali Comunione", nº 6d,
del 29 Junio 1970).
Comunión en la mano:
"...no se ha de tomar el
pan consagrado directamente de la patena o de un cesto, como se haría con
el pan ordinario o con pan simplemente bendito, sino que se extienden las
manos para recibirlo del ministro de la comunión".
"Conviene ofrecer a
los fieles una catequesis del rito, insistiendo sobre los sentimientos de
adoración y la actitud de respeto que merece el Sacramento. Se recomendará
vigilar para que posibles fragmentos del pan consagrado no se pierdan".
"No se obligará jamás a los
fieles a adoptar la práctica de la comunión en la mano, dejando a cada
persona la necesaria libertad para recibir la comunión en la mano o en la
boca".
(Cfr. Notificación de la
Congregación para el Culto divino, nn. 4, 6, 7, del 3 de Abril de 1985).
NEGAR
LA COMUNIÓN
¿Por qué la Iglesia no da la Comunión a cualquier persona?
Por el profesor Philip Goyret, profesor de Teología Sacramentaria y
Ecumenismo.
ROMA, jueves, 15 julio 2004 (ZENIT.org).-
El hecho de que la Iglesia restrinja el acceso a la comunión sólo a los
católicos y en determinadas condiciones, se ha convertido en materia de
debate en algunos sectores de la opinión pública.
En ocasiones, ni siquiera los mismos católicos saben cuáles son los
motivos por los que la Iglesia mantiene esta costumbre que hunde sus
raíces en las primeras comunidades cristianas.
Para responder a la pregunta, Zenit ha entrevistado al sacerdote Philip
Goyret, profesor de Teología Sacramentaria, Eclesiología y Ecumenismo en
la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma y director de Estudios
de esa misma Universidad.
--¿Cuál es significado teológico y eclesiológico de la recepción de la
comunión?
--Profesor Goyret: Los católicos, de la mano de los textos bíblicos
(especialmente la primera carta de san Pablo a los Corintios), creemos en
el profundo nexo existente entre el cuerpo de Cristo, el cuerpo
eucarístico y el cuerpo eclesial. El lenguaje del Nuevo Testamento pone de
manifiesto esta realidad usando el mismo vocablo «cuerpo» para hablar sea
del cuerpo histórico y luego glorioso del Señor, sea de su cuerpo
eucarístico, sea de su cuerpo eclesial. No se trata de un simple juego de
palabras, pues nutriéndonos con el cuerpo eucarístico del Señor, que
contiene sustancialmente el cuerpo ahora glorioso de nuestro Señor en los
cielos, nos consolidamos como miembros de su cuerpo eclesial. Al recibir
la comunión eucarística, recibimos el cuerpo y sangre del Señor, lo que
aumenta en nuestros corazones la unión íntima con Él: y estar unidos a Él
implica también estar unidos con los que están unidos a Él. Llegamos así a
la comunión eclesial. Esto es lo que la teología expresa con la frase «la
Eucaristía edifica la Iglesia». Por la comunión eucarística entramos en
comunión con el Señor y nos consolidamos en la comunión eclesial.
Vistas las cosas «en negativo», es interesante recordar el significado
originario de la «excomunión». Antes de que se desarrollasen sus
consecuencias jurídicas, ser excomulgado significaba --y significa también
ahora-- ser apartado de la comunión eucarística. Quien es excluido de la
comunidad eclesial no puede tomar parte de la comunión eucarística.
Ahora bien, la Eucaristía no es «automática». Los efectos apenas
mencionados no se seguirían si la comunión es recibida por un marciano que
nunca escuchó hablar del Evangelio. Hay que comulgar recibiendo la
Eucaristía como lo que es, o sea, como Cuerpo y Sangre de Cristo, con fe
viva en su presencia real en las especies. Creer esto es algo muy
comprometido, pues significa creer en la verdad completa revelada en
Cristo, pues es el Cristo completo quien está presente en la Eucaristía. Y
la verdad completa incluye todo lo que la Iglesia propone come dato
revelado, incluyendo a ella misma. Significa además creer como lo hacemos
los cristianos: no sólo aceptando intelectualmente un determinado
conocimiento, sino también adecuando nuestra vida a este conocimiento. Por
eso se habla de fe «viva».
De ahí que lo de «estar en regla» con la Iglesia católica como condición
para recibir la Eucaristía en una celebración católica no es una simple
cuestión «de reglamento» (como un club de tenis que no deja usar los
campos a quienes no están al día con las cuotas), sino una exigencia
interna del sacramento, según es entendido por la fe católica.
Entre la comunión eucarística y la comunión eclesial existe, por tanto,
una relación que podríamos llamar «circular»: la Eucaristía nos consolida
en la comunión eclesial, a la vez que la exige como condición previa. La
comunión eucarística causa la comunión eclesial, a la vez que la
significa.
--Negar la comunión a algunos católicos o a los protestantes ha sido
algo criticado como una medida que genera divisiones. ¿Usted que opina?
--Profesor Goyret: Para entender esto, basta desarrollar las últimas
líneas anteriores. La comunión eclesial como condición previa para acceder
a la comunión eucarística consiste, sustancialmente, en la integridad de
la fe y la ausencia de pecado grave. En la óptica católica, lo primero
incluye, lógicamente, el ser católico. Implica también la ausencia de
situaciones de pecado habitual (irregularidades familiares, posiciones
ideológicas incompatibles con la fe católica, conductas profesionales
opuestas a la moral católica, etc.), además de pecados ocasionales.
La norma moral y pastoral que siguen los sacerdotes al distribuir la
comunión es la de negarla públicamente a quienes son públicamente
conocidos como personas que no pueden recibirla. Proceder de otro modo
implicaría echar por tierra el significado teológico y eclesiológico
del que hablamos al principio de estas líneas. Para los católicos, una
eventual distribución de la comunión a un no católico, dentro de una
celebración católica de la Eucaristía, implica una contradicción: pues
implicaría una comunión eclesial que no existe (en su plenitud). Algo
similar sucede en el caso de la eventual comunión de un pecador público.
Evidentemente, estas ideas suponen una afirmación fuerte en la fe en la
Eucaristía: no como mera manifestación externa de un genérico sentimiento
de fraternidad cristiana, sino como el sacramento que contiene
verdaderamente el Cristo todo entero, con su Cuerpo, Sangre, alma y
divinidad. Es importante percibir que la necesidad de la unidad plena de
la fe entre los participantes en la Eucaristía es algo exigido por el
contenido específico de este sacramento, o sea la realidad sustancial del
Cuerpo de Cristo: porque en ella está necesariamente implicada la fe en
todo lo que Cristo ha revelado y la Iglesia enseña. No pueden, por tanto,
separarse la comunión eucarística y la comunión en la verdad. En esta
línea, la Iglesia católica niega la comunión eucarística a quien no
participa plenamente de su comunión eclesial: pues no puede participar en
el signo de la unidad plena quien no la posee enteramente.
En definitiva, según la óptica católica, el acceso a la comunión
eucarística sin la plena comunión eclesial es, antes de nada, una acción
absurda, pues no realiza el aspecto significativo característico de la
dinámica sacramental; y al no significar, tampoco causa. Cabe agregar que
el deseo y la necesidad espiritual de recibir la comunión es algo
profundamente personal, pero nunca un acontecimiento «privado», justamente
porque nos hallamos ante un bien eclesial (eclesial por excelencia), del
que no somos dueños. No respetar esta disciplina constituye no sólo una
contradicción en quien comulga, sino también en toda la comunidad
eclesial.
--¿Cuáles son las preocupaciones de fondo de los obispos en el debate
sobre el acceso a la comunión?
--Profesor Goyret: No sabría responder con exactitud: cada conferencia
episcopal tiene sus batallas. Me atrevería a decir, de todas maneras, que
la preocupación de fondo es hacer entender que la negación de la comunión
eucarística (sea a católicos en situaciones «públicas» que lo impiden, sea
a no católicos) no se debe a una actitud de indolencia o de incomprensión,
sino que simplemente se sigue de la coherencia con nuestra fe en la
Eucaristía. Si vamos más a fondo, lo que no facilita entender este tema es
la escasa formación en la fe, agravada por la perdida del sentido del
pecado y de sus consecuencias. Así como es muy difícil explicar el teorema
de Pitágoras a quien no conoce las reglas de la multiplicación, lo mismo
puede decirse de nuestro tema respecto a quien está alejado de Dios.
Podemos terminar estas consideraciones con un ejemplo, más didáctico que
teológico, que en su simplicidad señala una útil moraleja. Me refiero al
sentido del dolor corporal y a nuestra reacción ante él. Cuando lo
experimentamos, nos está indicando que algo no funciona bien en nuestro
cuerpo, que algo no está en armonía. Es la campanilla de alarma que nos
lleva a la atención médica y eventualmente a un tratamiento. La simple
eliminación del dolor no produce de por sí la curación. Puede conllevar
sólo un cierto alivio, pero podría incluso hacernos olvidar la necesidad
de una tratamiento médico serio... El dolor, en definitiva, tiene la
función positiva de indicarnos una desarmonía que debe curarse.
La aplicación de la moraleja a nuestro caso es evidente. La imposibilidad
de celebrar juntos la Eucaristía entre confesiones distintas es,
efectivamente, una situación dolorosa, pero el ardor intenso de querer
hacer algo juntos no siempre significa que sea eso lo más conveniente. La
eliminación del dolor ante la división, sin la eliminación de sus causas,
no hace sino empeorar las cosas. Es necesario no perder de vista que la
disciplina de la Iglesia que prohíbe la intercomunión no es la causa de la
división, sino su consecuencia. Las causas se descubren y se remueven a
través del diálogo de la verdad: un proceso ciertamente más largo y
fatigoso, pero que recorrido con paciencia y perseverancia promete
resultados más seguros.

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