SAN JOSÉ
Solemnidad

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 



MEDITACIONES

 

SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ
 

                             

PERSONALIDAD DE SAN JOSÉ.

         San José ocupa un lugar privilegiado en la historia de la Salvación, y, consecuentemente, en la Iglesia y en la vida del bauti­zado. Marca el entroncamiento humano de Jesús con la descendencia de David. Es portador del cumplimiento histórico de las promesas mesiánicas que se realizan en Cristo-Redentor (Cf. 1ª lectura: 2º Samuel 7, 4-5ª. 12-14ª. 16). Es el Padre tutelar del misterio de la Encarnación del Verbo. Protege y defiende la obra de la Redención. Custodia el misterio de la Iglesia.

         S. José, perfeccionando el estilo de Abrahán, es el "varón justo" que se adhiere en plenitud de fe al plan de Dios (Cf. 2ª lectura: Romanos 4. 13. 16-18. 22). Por eso, obedece sin condiciones cuando el ángel le anuncia la concepción virginal de María por obra del Espíritu Santo (Cf. 3ª lectura San Mateo 1, 16. 18-21. 24a). Es el hombre de fe incondicional y de esperanza gozosa, porque se apoya en la palabra de Dios que no puede fallar. Entrega todo su ser al plan de Dios porque lo mueve el amor: se siente amado por Dios y ama a Dios con mente, corazón y obras.

         El clima que envuelve la vida de S. José es la oración, el silencio, la pobreza, el trabajo...

 

EJEMPLARIDAD DE SAN JOSÉ

Modelo de oración.

         La oración de S. José es la oración contemplativa del amigo predilecto de Dios. Sabe tratar de amistad permaneciendo a solas en la presencia de Dios, adorando el Misterio. Permanece a la escucha de la Palabra revelada, la acoge en su corazón y la traduce en obras. La Palabra  sella el estilo de su vida. Se deja amar por Dios y se entrega a sus exigencias para dar testimonio del amor.

         Por ello, San José viene a ser como el maestro, el formador y el modelo de la oración para el cristiano.
 

Modelo de silencio.

         El silencio de S. José se entiende como exigencia de su unión contemplativa con Dios. Es el clima que la envuelve. Impresiona el silencio de S. José aceptando el misterio de la concepción virginal de María, contemplando al Niño Jesús entre los brazos de la Virgen Madre, admirando la adoración de los Pastores y de los Reyes Magos, protegiendo al Niño y a su Madre en la huida a Egipto, respetando a Jesús cuando, con María, lo encuentra en el Templo...
 


 

         Silencio que se hace magisterio para el bautizado empeñado en la propia santificación. Es el silencio que brota de la oración y la envuelve. Permite permanecer adorando el misterio de Dios; de la encarnación del Hijo, de su Vida, Muerte y Resurrección; y de la acción animadora del Espíritu Santo. Hace posible escuchar la Palabra de Dios y acogerla en el "hondón" del alma.
 

 Modelo de pobreza.      

         La Pobreza material de S. José es condición para la riqueza sobrenatural de su alma.     

         Jesucristo se hizo pobre por amor a nosotros, para enriquecernos con su pobreza (2ª Cor. 8, 9). San José realiza el sentido cristológico de la pobreza. Por eso, vive de la Providencia e, identificado con la pobreza de Cristo, nos transmite la riqueza del conocimiento y el amor del mismo Cristo, la riqueza de la gracia.

         La pobreza de San José es prototipo para los más comprometidos con el Evangelio. Se trataría de vivir abandonados en la Providencia, sin seguridades humanas, como Jesucristo, para ser cauce de la riqueza de la santificación para la Iglesia y para el mundo. La pobreza cristológica es clave para la libre entrega al Evangelio y poder proclamar la Verdad y el Bien sin ataduras.

         El trabajo manual de S. José es signo de su pobreza. Es trabajo subordinado a los bienes de la redención y favorece el esfuerzo ascético de la propia santificación. 

         Es el sentido evangélico del trabajo que busca ayudar a la propia subsistencia sin dejar de ser pobre, salvando la autonomía necesaria para entregarse a las exigencias del Reino.

         De esta manera, el trabajo es corredentor porque se realiza en unión con Cristo Redentor. Es, también, liberador por su dimensión ascética que permite vivir desarraigados y no condicionados por el consumismo. Es el trabajo del pobre, según el espíritu de las Bienaventuranzas, que no desea salir de su pobreza y comparte lo poco que tiene con los que son más pobres.  
 

La intercesión de San José.

         La vida de S. José es un manto que protege a Jesucristo y a su Madre; a la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo, y a cada bautizado. Los bautizados, con la Iglesia, invocamos a San José para que nos ilustre sobre la fidelidad en los caminos de nuestra vocación y misión.
 

El día del Seminario.

         La Iglesia en España celebra hoy el día del Seminario. Confiamos a San José nuestra petición por la calidad y el número de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Igualmente, la formación humana, intelectual, espiritual y pastoral de los candidatos al sacerdocio. Tampoco olvidamos prestar nuestra ayuda, incluso material, a los seminarios y casas de formación. La promoción de vocaciones nos atañe a todos. Hemos de empeñarnos en ello.
 

Súplica a la Virgen María.

         María venera a San José y lo ama especialmente porque es su tutela y  protección como Virgen y como Madre. María se confía especialmente a San José. María: enséñanos a confiar la tutela de nuestra vida espiritual a San José y a dejarnos orientar por Él.

         San José está silenciosamente presente en la meditación de los misterios de Cristo en el Rosario. A Él le confiamos la santidad de los que se preparan al sacerdocio.

 
 


 




 

 
 


             Autor: Fr. Carlos Lledó López, O.P.