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MEDITACIÓN
MARÍA, MADRE Y
MODELO
DE LA VIDA CONSAGRADA
MARÍA, MADRE Y MODELO DE LA VIDA CONSAGRADA
Porque es Madre y Modelo de comunión trinitaria.
María es la llena de gracia (Lc.1, 28). Esto implica una especial
consagración y comunión trinitaria que Ella recibe privilegiadamente.
Las personas consagradas están llamadas a vivir inmediatamente dedicadas
a Dios, viviendo intensamente la comunión trinitaria recibida en el
Bautismo. Están llamadas a ser en la Iglesia alabanza y gloria de la
Santísima Trinidad. María es la Madre y el Modelo de la comunión
trinitaria, elemento esencial de la Vida consagrada.
La comunión de María con en el Padre.
La comunión privilegiada de María con el Padre nos recuerda la primacía
de la iniciativa de Dios en la vocación. El Padre la elige para ser
Madre-Virgen del Hijo por obra del Espíritu Santo. María responde con un
sí total (Cf. Lc. 38).
Llamada y respuesta de María que son prototipo para la persona
consagrada. La iniciativa de la llamada a la vida consagrada es de Dios.
La persona consagrada ve en María el modelo de su respuesta.
La comunión de María con el Hijo.
María vive una especial comunión con el Hijo por la plenitud de gracia
que la une íntimamente a Cristo y por su misión maternal que comporta
comunión en el cuerpo y la sangre. Por ello, María vive una total
dedicación al misterio y a la misión del Hijo.
La persona consagrada aprende de María a vivir sólo para Cristo, a su
servicio. Ésta es su razón de ser. Aprende, igualmente, a vivir el
estilo de vida de Cristo obediente, pobre y casto.
María pide a los consagrados que sean portadores de los sentimientos de
Cristo en la evangelización, en el sacramento de la Reconciliación, en
la acogida a los pobres de alma y de cuerpo, a los enfermos, a los
abandonados, a los pecadores… según el carisma recibido.
La comunión de María con el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo invade, cubre y protege a la Virgen María (Cf. Lc.1,34-35).
La conduce a la intimidad de la oración y le enseña a guardarlo todo en
el corazón (Cf. Lc.2, 19. 51).
María enseña al consagrado a ser fiel a la acción del Espíritu Santo y a
vivir en su intimidad perseverando en la oración como la primera y más
urgente necesidad y alma de todo apostolado.
La vida María.
La vida de María es espejo en el que resplandece el carisma de la vida
consagrada: los votos, las observancias regulares, la oración litúrgica
y personal, la vida común, las virtudes, la ascesis, el apostolado…
Imitar a María es "regla de conducta", "proyecto de vida" para el
consagrado.
La relación filial del consagrado con María es camino privilegiado de
fidelidad a la vocación. María nos ofrece el verdadero amor y nos anima
a ofrecer nuestra vida por Cristo, en la Iglesia, para la salvación de
las almas.
El consagrado aprende de María a ser transparencia de Cristo, tratando
de vivir al estilo de María, haciendo de su vida un Sí sostenido: Sí a
la comunión trinitaria, Sí a Cristo y su Evangelio, Sí a la Iglesia, Sí
al Fundador, Sí a las Constituciones. Sí a las "sanas tradiciones".
El consagrado recorrerá el camino de su vida cantando el "Magnificat"
con María, proclamando las grandezas del amor y la misericordia del
Señor, desbordando el fruto de la contemplación sobre la Iglesia y el
mundo.
El consagrado vivirá totalmente entregado a María, Madre y Maestra,
Prototipo y Modelo de la Vida consagrada. El consagrado vive totalmente
convencido de que ser totalmente de María, es la mejor manera de ser
totalmente de Cristo y de su Iglesia en fidelidad a su vocación y
carisma.
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