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La
Presentación del Señor y
La Purificación de María
Lectura evangélica.
Los padres de Jesús lo llevaron a
Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del
Señor. Simeón lo tomó en brazos y dijo: Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu
Salvador (Cf. Lc.2, 22-40).
Meditación.
María, la
Inmaculada Concepción, la llena de gracia, Virgen y Madre por obra del
Espíritu Santo, que no necesita de purificación, da ejemplo de obediencia a
lo ordenado por la ley de Moisés. La Virgen María ratifica su entrega, como
esclava, a la voluntad de Dios. Ella, con su palabra y con su ejemplo, nos
pide obediencia a la voluntad de Dios. Ella nos invita al cumplimiento de
los Mandamientos de la Ley de Dios.
La Virgen María
aparece unida a la Misión del Hijo. Es la Corredentora al servicio del
Redentor. En efecto, Simeón, impulsado por el Espíritu Santo, tomó al Niño
entre los brazos y, dando gracias a Dios, dijo a María: "... y a tí una
espada de dolor te traspasará el alma". Es el precio de la Maternidad
espiritual de María. María es nuestra Madre. Somos hijos de María al precio
de su dolor corredentor. María sufre con los dolores del Hijo y sufre por
nuestro pecado que causa los dolores del Hijo.
¡Madre de Dios
y Madre nuestra!. No te canses -una madre no se cansa nunca- de interceder
por nosotros. Nos envuelve la cultura del pecado y de la muerte, del error
y de la confusión. Falta amor, fidelidad, unidad, paz. Nos sentimos como
acobardados. Seguimos necesitando el perdón y la gracia de tu Hijo
Jesucristo. Que tu mano de Madre abra nuestros corazones a la vida de la
gracia que Cristo nos ofrece.
¡Madre de Dios
y Madre nuestra, Señora del Rosario!. Cuando te contemplamos con Cristo
entre tus brazos en el templo, nos llenamos de esperanza porque sabemos que
nosotros -miembros de Cristo- también estamos entre tus brazos. Te confiamos
y consagramos nuestras vidas: guárdanos al calor de tu corazón para siempre.
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Las Oraciones del Rosario
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PADRE NUESTRO:
Rogamos a Dios.
Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el
cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
* AVE MARÍA:
Repetimos la Salutación del Ángel y Santa Isabel a la Virgen María.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo;
bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu
vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la
hora de nuestra muerte. Amén.
* GLORIA:
Alabamos a la Santísima Trinidad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora, y siempre, por los siglos de los
siglos. Amén.
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