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La Institución de la Eucaristía
Lectura bíblica.
Jesús, en la noche que iba a ser entregado,
tomó un pan y pronunciando la Acción de gracias, lo partió y dijo: Esto
es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Lo mismo hizo con la copa,
diciendo: Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre. (Cf.
1Co. 11, 23-26).
Meditación.
(Cf. Encíclica Eucaristía, nn. 53-58)
Con María, adoramos y contemplamos la Presencia real de Cristo en
la Eucaristía. María es modelo de relación con este misterio porque toda su
vida está unida centralmente al sacrificio de Cristo.
El misterio eucarístico exige abandono ciego a la Palabra de Dios. María es
apoyo y guía de abandono ciego y total desde la Encarnación hasta la Cruz.
Cristo nos dice: Haced esto en conmemoración mía. María nos dice:
haced lo que Él os diga. Si Cristo convirtió el
agua en vino, puede convertir el pan y el vino en su carne y sangre. Fiaros
de su palabra. María sigue diciendo a los sacerdotes: Haced lo que Él os
diga. Y Él nos dice: Hace esto en memoria mía.
María ha practicado en cierto sentido la fe
eucarística durante su vida. Ya la Presentación es preanuncio del “Stabat
Mater”. María vive como una Eucaristía anticipada, como una comunión
espiritual de deseo y ofrecimiento que culmina con la unión-comunión en la
Cruz, se manifiesta en la Pascua y en la participación eucarística presidida
por los apóstoles “memorial de la pasión”. Cuáles serían los sentimientos
de María al participar y comulgar en la Misa de los Apóstoles: Esto es mi
Cuerpo... Ésta es mi Sangre... lo he llevado en mi seno, cómo acogerlo de
nuevo sacramentalmente...
Por otro lado, al estar presente la obra
redentora de Cristo en la Eucaristía, está presente la obra de Cristo con
su Madre a favor nuestro (Jo.19, 26-27). Por eso, vivir la Eucaristía
implica recibir el don de la Madre, asumir el compromiso de imitar a Cristo
aprendiendo de su Madre, dejarnos acompañar por Ella. Se explica el
continuo recuerdo de María en la Eucaristía: en las plegarias eucarísticas,
en los tiempos litúrgicos...
Nos unimos a Cristo presente en la Eucaristía en el espíritu de María que es
el Magnificat. La Eucaristía es alabanza, acción de gracias, engrandece al
Señor, nos llena de gozo, rememora el cumplimiento de las promesas, es
germen para derribar a los poderosos y exaltar a los humildes, anuncia el
cielo nuevo...
El Magnificat expresa la espiritualidad
de María y ayuda a vivir el misterio eucarístico. La Eucaristía se nos da
para que nuestra vida, como la de María, sea un Magnificat.
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Las Oraciones del Rosario
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PADRE NUESTRO:
Rogamos a Dios.
Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el
cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
* AVE MARÍA:
Repetimos la Salutación del Ángel y Santa Isabel a la Virgen María.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo;
bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu
vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la
hora de nuestra muerte. Amén.
* GLORIA:
Alabamos a la Santísima Trinidad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora, y siempre, por los siglos de los
siglos. Amén.
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