EL ADVIENTO CON MARÍA
1er Domingo de Adviento

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 



MEDITACIONES


PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
CICLO A


 

Comienza el Adviento.

Es “tiempo fuerte” de oración y de purificación en el sacramento de la Penitencia, centrados en la Eucaristía, como preparación espiritual para la Navidad. Es tiempo propicio para poner nuestras vidas en sintonía con la “Hora de Dios”. La Virgen María es modelo del Adviento en el primer misterio gozoso del Rosario.
 


 

PRIMERA LECTURA (Is. 2, 1-5)


Subamos al monte del Señor.


El profeta Isaías nos invita a subir al “monte de la casa del Señor”, a la casa de Dios. “Venid, subamos al monte del Señor”: los creyentes, los alejados, los gentiles, los pueblos de toda raza y color... Venid, salgamos al encuentro de Cristo. Necesitamos del perdón, de la redención, de la salvación. Cristo es el gran perdonador, el Redentor, el Salvador.


Salgamos al encuentro de Cristo.

Salgamos al encuentro de Cristo porque necesitamos ser instruidos en el cumplimiento de sus mandamientos y en la acogida de su palabra en los evangelios para emprender el camino de la salvación.

Salgamos al encuentro de Cristo porque necesitamos ser educados para la paz a todos los niveles y dejar actitudes de división y de guerra para convertir las espadas en arados. Salgamos al encuentro del árbitro de la paz, de la paz misma que es Cristo. Hoy, más que nunca es necesario que “Caminemos a la luz del Señor”.


 

Invocación mariana.

Santa María del encuentro porque te abres al plan del Padre sin condiciones y te entregas como esclava del Señor. Enséñanos a salir al encuentro del Señor y a entregarnos al plan de Dios que nos quiere salvar en Jesucristo.



SEGUNDA LECTURA (Rom. 13, 11-14)


Vivamos en el amor.

San Pablo nos invita a vivir en el amor. El Adviento marca la hora del amor y de la misericordia de Dios: “Daos cuenta del momento en que vivís” es el momento de la salvación. Dejemos las actividades del pecado, “pertrechémonos con las armas de la luz”, de la conversión, de la gracia.


Vivamos con dignidad cristiana.

Vivamos con dignidad. La dignidad del bautizado que vive en gracia, dejando toda situación de pecado, de consumismo condicionante, de lujuria desenfrenada, de odios implacables, de falta de perdón, de injusticias sin límites...

El Adviento es tiempo propicio para revestirnos de Cristo, para recuperar la gracia, para vivir en plenitud nuestra vida de hijos de Dios, redimidos por Cristo, para dar testimonio valiente de nuestra fe.



Invocación mariana.

Santa María, Madre de la plenitud del Amor. Abre nuestros corazones para que nos dejemos amar por Cristo, para que nos entreguemos a su amor y vivamos según sus exigencias.



TERCERA LECTURA (Mt. 24, 37-44)

Preparemos la venida del Señor.


El Adviento también nos invita a vivir preparados para la segunda venida de Cristo. No sabemos el día, ni la hora: “a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre”.

En los tiempos de Noé, la gente vivía distraída en su pecado, en su idolatría, “y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos”.

La hora de nuestra muerte, vendrá como el ladrón, cuando menos lo esperemos. Vivamos en vela para que Cristo nos encuentro preparados.
 

No tengamos miedo.

No tengamos miedo. Tengamos amor. Si cumplimos los mandamientos de la Ley de Dios, si nos confesamos con frecuencia y participamos en la Santa Misa, si vivimos en gracia de Dios... la venida definitiva de Cristo, será una hora gozosa: la del triunfo definitivo del amor y la misericordia sobre cada uno de nosotros.

Nuestro Adviento ha de significar el reencuentro gozoso con el amor y la misericordia de Dios Padre, que se nos revela en Jesucristo, naciendo de María Virgen por obra del Espíritu Santo.



Invocación mariana.

La Virgen María es modelo de nuestro caminar al encuentro de Cristo. Con Ella, comenzamos el Adviento. Lo hacemos prendidos del Rosario, meditando los misterios gozosos que nos ayudan a meditar el amor y la misericordia del Señor que sale al encuentro de cada hombre y de cada mujer. María: ayúdanos a recibir a Cristo en nuestros corazones.

 


          

     
 




 

 
 


             Autor: Fr. Carlos Lledó López, O.P.