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MEDITACIONES
PRIMER
DOMINGO DE ADVIENTO
CICLO A
Comienza el Adviento.
Es “tiempo fuerte” de
oración y de purificación en el sacramento de la Penitencia, centrados
en la Eucaristía, como preparación espiritual para la Navidad. Es tiempo
propicio para poner nuestras vidas en sintonía con la “Hora de Dios”. La
Virgen María es modelo del Adviento en el primer misterio gozoso del
Rosario.
PRIMERA LECTURA (Is. 2, 1-5)
Subamos al monte
del Señor.
El profeta Isaías nos
invita a subir al “monte de la casa del Señor”, a la casa de Dios.
“Venid, subamos al monte del Señor”: los creyentes, los alejados, los
gentiles, los pueblos de toda raza y color... Venid, salgamos al
encuentro de Cristo. Necesitamos del perdón, de la redención, de la
salvación. Cristo es el gran perdonador, el Redentor, el Salvador.
Salgamos al
encuentro de Cristo.
Salgamos al encuentro
de Cristo porque necesitamos ser instruidos en el cumplimiento de sus
mandamientos y en la acogida de su palabra en los evangelios para
emprender el camino de la salvación.
Salgamos al encuentro de Cristo porque necesitamos ser educados para la
paz a todos los niveles y dejar actitudes de división y de guerra para
convertir las espadas en arados. Salgamos al encuentro del árbitro de la
paz, de la paz misma que es Cristo. Hoy, más que nunca es necesario que
“Caminemos a la luz del Señor”.
Invocación mariana.
Santa María del
encuentro porque te abres al plan del Padre sin condiciones y te
entregas como esclava del Señor. Enséñanos a salir al encuentro del
Señor y a entregarnos al plan de Dios que nos quiere salvar en
Jesucristo.
SEGUNDA LECTURA (Rom.
13, 11-14)
Vivamos en el amor.
San Pablo nos invita a
vivir en el amor. El Adviento marca la hora del amor y de la
misericordia de Dios: “Daos cuenta del momento en que vivís” es el
momento de la salvación. Dejemos las actividades del pecado,
“pertrechémonos con las armas de la luz”, de la conversión, de la
gracia.
Vivamos con
dignidad cristiana.
Vivamos con dignidad.
La dignidad del bautizado que vive en gracia, dejando toda situación de
pecado, de consumismo condicionante, de lujuria desenfrenada, de odios
implacables, de falta de perdón, de injusticias sin límites...
El Adviento es tiempo propicio para revestirnos de Cristo, para
recuperar la gracia, para vivir en plenitud nuestra vida de hijos de
Dios, redimidos por Cristo, para dar testimonio valiente de nuestra fe.
Invocación mariana.
Santa María, Madre de
la plenitud del Amor. Abre nuestros corazones para que nos dejemos amar
por Cristo, para que nos entreguemos a su amor y vivamos según sus
exigencias.
TERCERA LECTURA (Mt.
24, 37-44)
Preparemos la venida del Señor.
El Adviento también
nos invita a vivir preparados para la segunda venida de Cristo. No
sabemos el día, ni la hora: “a la hora que menos penséis viene el Hijo
del Hombre”.
En los tiempos de Noé, la gente vivía distraída en su pecado, en su
idolatría, “y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó
a todos”.
La hora de nuestra muerte, vendrá como el ladrón, cuando menos lo
esperemos. Vivamos en vela para que Cristo nos encuentro preparados.
No tengamos miedo.
No tengamos miedo.
Tengamos amor. Si cumplimos los mandamientos de la Ley de Dios, si nos
confesamos con frecuencia y participamos en la Santa Misa, si vivimos en
gracia de Dios... la venida definitiva de Cristo, será una hora gozosa:
la del triunfo definitivo del amor y la misericordia sobre cada uno de
nosotros.
Nuestro Adviento ha de significar el reencuentro gozoso con el amor y la
misericordia de Dios Padre, que se nos revela en Jesucristo, naciendo de
María Virgen por obra del Espíritu Santo.
Invocación mariana.
La Virgen María es
modelo de nuestro caminar al encuentro de Cristo. Con Ella, comenzamos
el Adviento. Lo hacemos prendidos del Rosario, meditando los misterios
gozosos que nos ayudan a meditar el amor y la misericordia del Señor que
sale al encuentro de cada hombre y de cada mujer. María: ayúdanos a
recibir a Cristo en nuestros corazones.
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