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EL ADVIENTO CON MARÍA 1er Domingo de Adviento CICLO B Autor: Fr.
Carlos Lledó López O.P. |
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PRIMER DOMINGO DE ADVIENTOCICLO B
Comienza el Adviento. Celebramos el primer Domingo de Adviento. El Adviento es "tiempo fuerte" de oración, purificación y renovación como preparación espiritual para la Navidad. Meditamos los misterios gozosos del Rosario con María. Ella nos enseña cómo vivir el Adviento y cómo preparar la Navidad.
PRIMERA LECTURA. Isaías 63, 16b-17; 64, 1.3b-8. Necesitamos el encuentro con el Padre. Necesitamos de Dios. Es nuestro Padre. Su nombre de siempre es nuestro redentor. Clamamos con el Profeta desde nuestra debilidad y pobreza: Vuélvete por amor a tus siervos al pueblo de tu heredad. Señor, a pesar del pecado, tú eres nuestro Padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obras de tus manos. Danos un corazón nuevo para hacer de nuestra vida una respuesta de amor filial al amor que Tú nos tienes, y abandonar el camino del pecado. Necesitamos
abrirnos al misterio de Dios. Esto es: recuperar la gracia santificante,
invocar a Dios como a Padre en la oración asidua, alimentarnos en la mesa
de la Palabra y de la Eucaristía... Necesitamos vivir como hijos. Vivimos como
hijos de Dios cuando reflejamos la bondad del Padre en la práctica de las
virtudes cristianas. Esto es: cuando nos amamos como hermanos porque
tenemos el mismo Padre, cuado salimos al encuentro de los hermanos
separados, de los alejados, de los más pobres y marginados, de los que
pasan hambre, de los que no tienen calor de hogar... Entonces viviremos
como familia de Dios, congregados en la Iglesia de Cristo. Invocación mariana. Madre de Dios y Madre nuestra: Tú eres reflejo excepcional de la bondad del Padre por la práctica heroica de las virtudes. Enséñanos a
reflejar la bondad del Padre en el amor a todos los hombres como hijos de
Dios y hermanos nuestros. Enséñanos a vivir como familia de Dios. SEGUNDA LECTURA. Primera Corintios l, 3-9. Necesitamos ser hijos agradecidos. El tiempo fuerte del Adviento es también para dar gracias al Padre por el don de la Encarnación del Hijo, y por el perdón y la gracia que Cristo nos trae. Es la invitación que San Pablo nos hace: En mi Acción de gracias os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Es la gracia del Enmanuel, Dios con nosotros. Es la Iglesia de Cristo donde recibimos el perdón de los pecados y la participación en la vida íntima de Dios. Ésta es la fe
que nos salva, la esperanza que no defrauda, el amor que no puede fallar. Dios Padre nos llama en el Hijo. Dios Padre nos llama a ser hijos en el Hijo: “Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo Señor Nuestro. ¡Y Él es fiel!. Participar en la vida del Hijo es participar en la vida íntima del Padre. Dios no puede
abandonar a sus hijos: es eternamente fiel. Nosotros, sí podemos abandonar
a Dios por el pecado. Cuando volvemos a Él, siempre nos acoge: nos abraza
con su amor eternamente fiel. ¡Dios es fiel! Invocación mariana. María: eres la Madre de la fidelidad por tu respuesta siempre fiel al plan del Padre. Enséñanos a ser fieles al plan del Padre en Cristo por obra del Espíritu Santo para que seamos santos. Que no defraudemos la eterna fidelidad de Dios.
TERCERA LECTURA. San Marcos 13, 33-37. La llamada del Adviento. El tiempo fuerte del Adviento es una llamada a la vigilancia para no perder los dones de la redención y la gracia. Nos dice el Señor en el Evangelio: Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Nuestro
destino final es la salvación si somos fieles administradores de los
bienes recibidos; o la condenación, si somos infieles. Nuestra respuesta. Hemos de
vigilar con las armas de los sacramentos, especialmente la Confesión, y la
Eucaristía; de la oración asidua, del cumplimiento de los Mandamientos de
la Ley de Dios... para estar preparados, pues no sabemos cuando es el
momento.
Pero no olvidemos que Dios es el Padre que nos ama y nos congrega en la Iglesia, comunidad de salvación. Que Cristo es el Redentor que se hace hombre y da su vida para que nosotros tengamos vida, y la tengamos en abundancia. Que el Espíritu Santo nos inspira el bien. Si somos hijos fieles, no tengamos miedo: el amor de Dios triunfará definitivamente sobre cada uno de nosotros. Y siempre, no
lo olvidemos: Dios es nuestro Padre. Tratemos de vivir como hijos.
Tratemos de vivir como hermanos. Santa María del Adviento. La Virgen-Madre nos invita a mirar al Cielo. Aprendamos de Ella a recorrer la senda de la fidelidad en el amor. Te confiamos, Madre, el camino del Adviento que ha de culminar en el gozo de la Navidad. Te confiamos nuestra vida, camino de Adviento que ha de culminar en el Cielo.
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