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EL ADVIENTO CON MARÍA 4º Domingo de Adviento CICLO C Autor: Fr.
Carlos Lledó López O.P. |
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CUARTO DOMINGO DE ADVIENTOCICLO C
Los misterios gozosos del Rosario nos centran en el gozo ya próximo de la Navidad: el Nacimiento de Jesús en Belén de María Virgen por obra del Espíritu Santo. Nos invitan a preparar nuestras almas para renovarnos por la gracia y vivir la verdadera alegría navideña.
PRIMERA LECTURA. Miqueas 5, 2-5ª Un grito de esperanza. Las palabras del profeta Miqueas son un grito de esperanza. Está llegando la salvación para el pueblo amenazado y castigado. La esperanza
se cumplirá en Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá.
Allí nacerá el Salvador.
Las cualidades del Salvador. El origen del Salvador es eterno. Nacerá, en el tiempo, de una mujer, de la Virgen María por obra del Espíritu Santo. Será el pastor que gobernará en el amor y la misericordia con la fuerza del Espíritu Santo, que todo lo reunificará en Él, que perdonará y salvará. Todos
retornaremos a Él y habrá paz. Él será nuestra paz. Su grandeza se
mostrará hasta los confines de la tierra. Invocación mariana. Virgen de la Esperanza. Tú eres la causa de nuestra alegría porque llevas en tu seno virginal al Salvador que está para nacer. Enséñanos cómo prepararnos para celebrar la Noche santa y cómo abrir nuestros corazones al misterio.
SEGUNDA LECTURA. Hebreos 10, 5-10. Viene nuestro Redentor. Cristo viene para redimirnos con la oblación de su cuerpo. Será un sacrificio capaz de reparar la dimensión infinita del pecado. Los sacrificios del Antiguo Testamento no podían tener dimensión infinita. Cristo,
siguiendo la voluntad del Padre, se ofrece a sí mismo como víctima
expiatoria: nace en la suma pobreza, predica el Evangelio, muere en la
Cruz como Víctima expiatoria y resucita al tercer día triunfando
definitivamente sobre el pecado. Nuestro Redentor nos salva. Y así,
conforme a la voluntad del Padre, todos quedamos santificados por la
oblación del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Quedamos
santificados porque nos perdona y nos salva por el don de la gracia
santificante que nos hace hijos adoptivos del Padre. Invocación mariana. María: Tú ere la criatura excepcionalmente redimida por Cristo, esto es, preservada del pecado original y llena de gracia. Enséñanos cómo preparar nuestras almas para abrirnos al perdón y a la gracia que Cristo nos ofrece.
TERCERA LECTURA. San Lucas 1, 39-45. La alegría de la Navidad. La alegría de la Navidad está a punto de manifestarse. Cristo está para nacer. La Virgen María es portadora del misterio del Verbo de Dios, hecho hombre por obra del Espíritu Santo al calor de su corazón.
La Visitación. María se ha puesto en camino hacia la casa de Zacarías para ayudar a su parienta Isabel que está a punto de dar a luz a Juan el Precursor. María saluda
a Isabel y Juan el Bautista salta de gozo en el vientre de su madre, como
recibiendo una confirmación en la misión de preparar los caminos al Señor. Bendita tú entre las mujeres. Isabel se llenó del Espíritu Santo y gritó, dirigiéndose a María: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Isabel recibe la gracia de reconocer al Salvador: ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Isabel
proclama bienaventurada a la Virgen María y anuncia la gran alegría:
¡Dichosa tú, que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se
cumplirá. Invocación mariana. Nosotros repetimos a la Virgen María en el rezo del Rosario: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús. María, eres la más bendita entre las mujeres porque Dios te ha colmado de todas las gracias que necesitas para ser la Madre de Dios. Enséñanos a ser fieles al perdón y a la gracia que Jesús-Niño nos ofrece en Belén. Enséñanos a ser portadores de la verdadera alegría.
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