Solemnidad de la Ascensión
del Señor
Ciclo C
Celebramos
el segundo misterio gozoso del Rosario: la Ascensión del Señor. La Virgen
María nos invita a fijar nuestra mirada en el Cielo, a reavivar la esperanza
teologal, a recuperar el sentido cristiano de la vida, a vivir siempre
alegres.
PRIMERA LECTURA.
Hechos de los Apóstoles 1, 1-11
La Ascensión del
Señor.
Los Hechos de los Apóstoles narran el momento
histórico y auténtico de la Ascensión del Señor al Cielo. Es dogma de fe
que los creyentes creemos gozosamente.
Adoramos el misterio.
Nos sentimos urgidos a caer de rodillas para adorar el
misterio: Cristo por su propia virtud sube a los cielos porque es Dios.
Damos gracias al Padre porque el Hijo ha cumplido la misión redentora que le
había sido confiada por obra del Espíritu Santo. Es la plena glorificación
de la humanidad de Cristo.
Necesitamos de
Cristo.
Cristo,
Redentor del hombre, es el centro del Misterio. Necesitamos de Cristo. Es el
Hijo del Padre, Dios como el Padre, es Dios hecho hombre para liberarnos del
pecado y darnos la vida sobrenatural. Necesitamos abrir las puertas a
Cristo, convertirnos del pecado, recuperar la gracia sobrenatural recibida
en el Bautismo. Necesitamos ser miembros vivos de Cristo en la Iglesia para
responder de nuestra fe ante el mundo.

Invocación
mariana.
Santa
María de la Ascensión: Tú vives el misterio de la Ascensión de tu Hijo en la
intimidad del Corazón. Enséñanos a caminar con la mirada puesta en el Cielo,
apoyados en las promesas de Cristo que nos quiere hacer partícipes de su
gloria.
SEGUNDA
LECTURA. Efesios 1,17-23.
El espíritu de
sabiduría.
Conocer y
amar a Cristo en la Iglesia para ser sus testigos ante el mundo. Este es el
espíritu de sabiduría y revelación que San Pablo desea para nosotros.
Que Cristo ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cual
es la esperanza a la que os llama, cual la riqueza de gloria que da en
herencia a los santos y cual la extraordinaria grandeza de su poder para
nosotros, los que creemos según la eficacia de su fuerza poderosa....
Sí, mis
hermanos, necesitamos recuperar la vitalidad de la fe, la seguridad de la
esperanza y la entrega comprometida de la caridad teologal.
Ser testigos de
Cristo.
¡Ser
testigos de Cristo! Esto es, ser valientes en las exigencias de la fe sin
complejos ni cobardías. Ser y obrar en cató1ico con todas sus consecuencias,
como hijos fieles de la Iglesia. ¡Ser santos! Esto es, vivir en estado de
gracia santificante en medio del mundo.
Invocación
mariana.
Santa
María, Sede de la Sabiduría porque albergaste a Cristo en tus entrañas por
obra del Espíritu Santo. Enséñanos cómo abrir nuestros corazones a Cristo
que es la Sabiduría y a dejarnos inundar de su luz.
TERCERA
LECTURA. San Lucas 24,46-53
La promesa del
Espíritu Santo.
Cristo nos
promete la presencia del Espíritu Santo que se derramará el día de
Pentecostés. La Iglesia persevera en oración con la Virgen María para que se
renueve la presencia y la acción del Espíritu Santo.

La Fuerza del
amor
El Espíritu
Santo es la fuerza del amor que impulsa a la Iglesia a cumplir la misión de
santificar y evangelizar que Cristo le ha confiado. Es el Amor que nos
alienta en las luchas y dificultades de este mundo con la mirada puesta en
la Ascensión de Cristo para alcanzar a Dios y participar de la glorificación
de Cristo.
Invocación
mariana.
Santa
María, Esposa del Espíritu Santo por tu fidelidad y entrega al amor.
Queremos perseverar contigo en oración para renovar el Pentecostés: que el
Espíritu Santo renueve su presencia en nosotros y nos prenda en su fuego.
Ven,
Espíritu Santo, llena nuestros corazones y préndelos en el fuego de tu amor.
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