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CORPUS CHRISTI Solemnidad
Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P. |
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Solemnidad CICLO A
Celebramos el quinto misterio luminoso del Rosario: la Institución de la Eucaristía. Con los sentimientos de María, damos gracias por los dones que Cristo nos ha hecho: la renovación incruenta del Sacrificio del Calvarios, su Cuerpo y Sangre como alimento y bebida y la prolongación de su Presencia real en el Tabernáculo. Con estos
sentimientos nos centramos en la meditación de la Palabra de Dios.
PRIMERA
LECTURA Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16a. La peregrinación del pueblo escogido. La Palabra de Dios nos invita a recordar el camino que el pueblo escogido recorrió durante cuarenta años para llegar a la tierra prometida. Es un camino duro, lleno de pruebas y dificultades: hambre, sed, enfermedades... Dios sale al
encuentro de su pueblo hambriento y sediento. Los alimenta con el maná y
calma su sed con el agua de la roca. El maná es un alimento natural que
Dios hace llover sobre su pueblo de modo milagroso para enseñarle que
no sólo de pan vive el hombre, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios
y para que no se olvide del Señor su Dios que lo liberó de la
esclavitud de Egipto. El maná es el alimento del camino, símbolo de lo que
será el alimento de la Eucaristía. Nuestra peregrinación. Nosotros también somos peregrinos. Caminamos hacia la Patria definitiva donde alcanzaremos la plena liberación. Es un itinerario lleno de múltiples dificultades. Nos acechan peligros por todas partes. Padecemos hambre y sed de la verdad y del bien absolutos... de las certezas que nos han de salvar... Cristo saldrá
a nuestro encuentro para ofrecernos su Cuerpo y su Sangre como alimento y
bebida que nos fortalezca y nos garantice la vida eterna. Invocación mariana. Señora del Rosario, Virgen del Camino, tú conoces bien las dificultades de nuestra peregrinación. Por eso, Madre y Medianera, nos ofreces a Cristo, su Cuerpo y su Sangre, para que no desfallezcamos en el camino y alcancemos la meta.
SEGUNDA
LECTURA 1 Corintios, 10, 16-17 Caminamos unidos. El cáliz de nuestra Acción de gracias, ¿no nos une a todos en la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no nos une a todos en el cuerpo de Cristo? Caminamos formando un solo cuerpo en Cristo. Él es la cabeza, y nosotros los miembros.Como los
granos de trigo forman una espiga, como las uvas forman un racimo, así
nosotros en Cristo. Como uno es el cuerpo de Cristo del que nos
alimentamos, así nosotros somos uno en Cristo. Caminamos unidos en comunión. En comunión de fe en un mismo Dios y Padre, en la gracia de Jesucristo nuestro Salvador y en un mismo Espíritu Santo que nos vivifica. En comunión de esperanza apoyados en la Palabra de Dios bajo la guía de la Iglesia. En comunión
de caridad por el amor de Dios que nos ama y nos hace capaces de vivir en
comunión con ese mismo amor. Invocación mariana. Señora del Rosario, Madre de la unidad porque eres Madre de Cristo, abre nuestros corazones al Cuerpo y a la Sangre de tu Hijo para que caminamos unidos como hermanos en comunión con Él.
TERCERA
LECTURA San Juan 6, 51-59. La Eucaristía es la fuerza y el alimento del camino: Es el alimento que nos sostiene en el camino hasta alcanzar la meta. Alimenta la vida de la gracia y causa la vida eterna, la salvación: El que come este pan vivirá para siempre.. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día... El que come esta pan vivirá para siempre. Por eso, tenemos hambre y sed de la comunión frecuente.
Recibimos al mismo Cristo. Es el
mismo Cristo que se nos ofrece como alimento y bebida: Yo soy el pan
vivo que ha bajado del cielo... Mi carne es verdadera comida y mi sangre
es verdadera bebida. Por eso, cuando comulgamos, recibimos al mismo
Cristo: su cuerpo y su sangre. Entramos en comunión con Él. La Eucaristía nos permite vivir en comunión admirable con Cristo. Él está en nosotros y nosotros en Él: El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.La Eucaristía
no sólo causa la vida eterna, no sólo es alimento y bebida del camino, es
comunión íntima con Cristo. Nos permite recorrer el camino en comunión de
sentimientos con Cristo, entregados al Padre, a la Iglesia y a los
hermanos. Invocación mariana. Madre de Dios y Madre nuestra, primer sagrario viviente. Contigo damos gracias por el don incomparable de la Eucaristía. No podemos vivir ni caminar sin la Eucaristía. Atráenos irresistiblemente hacia la Eucaristía, que sea el centro de nuestra vida peregrina hacia la eternidad.
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