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CORPUS CHRISTI Ciclo B Solemnidad
Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P. |
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Solemnidad DOMINGO DÉCIMO PRIMERO - CICLO B
Contemplamos el tercer misterio luminoso del Rosario, la institución de la Eucaristía, con la mirada y los sentimientos de la Virgen María. Con Ella, damos gracias a Dios Padre que nos da a su Hijo como alimento por obra del Espíritu Santo.
PRIMERA LECTURA. Libro del Éxodo 24, 3-8. La alianza del Antiguo Testamento.. La Eucaristía contiene la alianza definitiva de Dios con su pueblo en la Sangre del Señor. Esta alianza, prefigurada en el Antiguo Testamento, es proclamada en la lectura del Libro del Éxodo. Moisés bajó
del Monte y contó a su pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos
sus mandatos; y el pueblo contestó a una: haremos todo lo que dice el
Señor. El pueblo fue rociado con la sangre de los animales ofrecidos
en sacrificio como señal de la alianza del Señor con su pueblo sobre los
mandatos. La alianza del Nuevo Testamento. La Alianza
del Nuevo Testamento es la sangre del Señor derramada sobre el Calvario.
Nosotros somos bañados en la sangre del Cordero Inmaculado que es Cristo
realmente presente en la Eucaristía. Presentemos ante el altar nuestro
compromiso de fidelidad a los mandatos del Señor: seamos cumplidores de
sus preceptos. Invocación mariana. María: Tú eres Madre de la Nueva Alianza porque eres la Madre del Cordero que derrama su sangre en el Calvario. Por eso, eres, también, Madre de la fidelidad a los preceptos del Señor.Enséñanos a
dejarnos empapar del cuerpo y de la sangre de Cristo y ser fieles a todo
lo que el Señor espera de nosotros.
SEGUNDA LECTURA. Hebreos 9, 11-13. Cristo es el Sumo Sacerdote. Cristo ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes definitivos: su templo es más grande y más perfecto; no hecho por manos de hombre, es decir, de este mundo creado. Cristo es el
Sumo Sacerdote porque es la única Víctima y el único Mediador que ofrece
su propia Sangre y nos alcanza la liberación eterna. Por eso, es
mediador de una alianza nueva y en El, recibimos la promesa de la
herencia eterna. Cristo nos ofrece el Banquete eucarístico. Nos dice el Siervo de Dios Juan Pablo II: Venimos aquí todos, para renovar la memoria del Sacramento, por medio del cual Jesús ha dado a la humanidad su Cuerpo y su Sangre como comida y bebida... Esta Sangre es la sangre de su Cuerpo. Y el Cuerpo es el templo de su Sangre. Se cumple la
palabra de Jesús: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera
bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él.
La Eucaristía, alimento del camino. La Eucaristía es el alimento del camino. Somos peregrinos. Necesitamos comer y beber la comida y la bebida de la salvación para no desfallecer, para alcanzar la meta de la salvación. Se comprende
que la Eucaristía Sacrificio y Banquete sea el centro y la vida de la
Iglesia peregrina. Por eso, sentimos necesidad de participar, incluso a
diario, en el banquete eucarístico. La Eucaristía, Tabernáculo. Aquí, se
guarda, además, el Tabernáculo. Contiene la prolongación de le presencia
real del Cuerpo y de la Sangre de Cristo para poderlo administrar a los
fieles enfermos. También somos invitados a venir ante el Sagrario –o la
Custodia, como signo más fuerte de la Presencia real- para adorar en clima
de oración íntima al Señor.
Invocación mariana. María: Tú eres mujer eucarística porque eres tabernáculo viviente y testigo excepcional de la oblación de Cristo en la Cruz. Enséñanos a vivir centrados en la Eucaristía Sacrificio, Comunión y Tabernáculo.
TERCERA LECTURA. San Marcos 14, 12-16. Institución de la Eucaristía. N. S. Jesucristo mandó a los discípulos que encontraran un lugar adecuado: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos? Esa habitación, el lugar de la última Cena, se llama Cenáculo (Juan Pablo II). Hoy
recordamos las palabras del Señor: Esto es mi Cuerpo... Esta es mi
sangre... Lo hacemos para dar gracias solemnemente y proclamar
públicamente nuestra fe en el Sacramento del Sacrificio, del Banquete y
del Tabernáculo. Renovación del Sacrificio del Calvario. Aquí se renueva incruentamente el mismo Sacrificio del Calvario. Lo realiza Cristo, Sumo, Eterno y único Sacerdote principal. La víctima es, también, Cristo porque sólo Él puede ofrecer una reparación infinita al Padre.
La procesión del Corpus. Nuestra fe en
la Eucaristía va a ser proclamada públicamente por las calles en la
tradicional procesión del Corpus. Vamos a dar testimonio de la Presencia
real de Cristo bajo las especies sacramentales; de su Cuerpo entregado y
de su Sangre derramada por nosotros; de la continuidad de su presencia en
el Tabernáculo... vamos a proclamar que somos peregrinos en medio de un
mundo hambriento de Cristo y que en la Eucaristía encontramos el alimento
que necesitamos... vamos a proclamar nuestra acción de gracias por el don
de la Eucaristía. Invocación mariana. María: Tú eres nuestra Madre que nos acompaña y nos enseña cómo recorrer el itinerario de nuestra fe con sabor de Magnificat. María invadida por el Misterio del Verbo de Dios hecho hombre por obra del Espíritu Santo entonó un cántico de acción de gracias. Nosotros, con la Virgen María, invadidos por la grandeza del Misterio eucarístico, cantamos las grandezas del Señor porque hace maravillas con nosotros.
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