MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO
Guía didáctica
apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.
DÉCIMO
DOMINGO – CICLO
C
La meditación de los
misterios del Rosario nos va penetrando del sentido de la vida verdadera
que es Cristo y nos estimula a vivir en Él, superando toda situación de
pecado por la conversión y la gracia.
PRIMERA LECTURA.
1ª Re. 17, 17-24.
Elías
proclama e amor de Dios.
Elías se hospeda en
la casa de una señora. El hijo de ésta cae enfermo y muere. La mujer
echa en cara a Elías su presencia en la casa e interpreta la muerte de
su hijo como un castigo.
Elías proclama el
amor y la misericordia divina con los hechos. Toma al niño, ora sobre él
y lo resucita. Lo devuelve sano y salvo a la madre. La mujer cree en la
bondad de Dios: “Ahora reconozco que eres un hombre de Dios y que la
palabra del Señor en tu boca es verdad”.

La
oración de Elías.
Elías es un
servidor y un instrumento del Señor. Ora con oración de súplica porque
no puede nada por sí mismo. Ora confiadamente y el Señor responde
resucitando al niño.
Nuestra oración ha
de ser constante, humilde y confiada. El Señor siempre nos escucha y nos
concede lo que más conviene para nuestra salvación.
Invocación mariana.
Virgen del Rosario: Tú eres
la gran intercesora ante tu Hijo. Te presentamos nuestra oración,
repetida cincuenta veces, al menos, cada día: “Santa María, Madre de
Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”
Líbranos del pecado. Alcánzanos la salvación.
SEGUNDA LECTURA.
Gal. 1, 11-19.
San
Pablo, servidor de Cristo.
San Pablo narra su
conversión para respaldar la misión que le ha sido confiada. Cristo lo
ha llamado directa y milagrosamente. Recibe la gracia de la conversión y
es elegido para ser apóstol de los gentiles. San Pablo es una obra
grandiosa del amor y la misericordia de Dios.
Pablo, tan enemigo
de los cristianos, recibe el don de la fe y de un amor “apasionante y
apasionado” a Cristo. Se entrega totalmente a predicar el Evangelio a
los gentiles. Es el servidor valiente de Cristo hasta el martirio.
Invocación mariana.
Señora del Rosario: Tú que
estás privilegiadamente arraigada en Cristo, enséñanos a vivir en
Cristo, en comunión con Él, para que nuestro apostolado sea fructífero,
siguiendo el ejemplo de San Pablo.
TERCERA LECTURA.
Lc. 7, 11-17
Jesucristo es Dios.
Los milagros de
Jesucristo son prueba de su divinidad. Actúa y ora en nombre propio
porque es Dios que desborda amor y misericordia.

Por eso, cuando
contempla que llevan a enterrar al hijo único de la viuda de Naín,
siente compasión, “le dio lástima” diciendo a la madre: “No llores”. Se
acerca al ataúd y dice en tono imperativo: “¡Muchacho a ti te lo digo,
levántate! El muerto se incorporó y empezó a hablar” Jesucristo es Dios
porque tiene poder sobre la vida y la muerte.
Este hecho marca la
diferencia con el Antiguo Testamento. Elías actúa en nombre del Señor.
Es el servidor que ora y suplica. Jesucristo actúa en nombre propio
porque es Dios.
Nosotros, siervos
del Señor, oramos intensamente para que se digne concedernos la
salvación del alma y nos libre de los males del cuerpo.
Invocación mariana.
Santa María, Medianera
universal de todas las gracias, eres nuestra Madre. Sabemos que no te
cansas de interceder por nosotros para que “que seamos dignos de
alcanzar y gozar de las promesas de Nuestro Señor Jesucristo”

|