Domingo 12º del Tiempo Ordinario

- CICLO A -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 



 

DÉCIMO SEGUNDO DOMINGO – CICLO A.
                 
 

Contemplando los misterios de la vida de Cristo en el Rosario, con María, encontramos la fuerza necesaria para vencer el mal con el bien, para confiar en Cristo, para no tener miedo, para ser valientes.

 

PRIMERA LECTURA. Jeremías, 20, 10-13.
 

La lucha entre el bien y el mal.

El profeta Jeremías es rechazado, expulsado y amenazado de muerte porque predica contra el pecado que comete el pueblo.

Pero el Señor lo protege. El Señor está conmigo, como fuerte soldado. Vencerá el bien sobre el mal: mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo.

El Profeta: se abandona en el Señor. Confía sin desfallecer. No tiene miedo. Está seguro del triunfo del Señor. Por eso, bendice, alaba y da gracias al Señor: Cantad al Señor, alabad al Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos.

Es imagen profética de Cristo Redentor. En Él se personifica la lucha entre el bien y el mal y la certeza del triunfo del bien con la glorificación del Hijo.
 

Nuestra lucha.

Somos portadores de la lucha entre el bien y el mal. Nacemos con el pecado original, pero la redención de Cristo triunfa sobre nosotros en el sacramento del Bautismo.

Las huellas del pecado original nos deja débiles ante las luchas de la vida. Pero la redención de Cristo sigue triunfando sobre nosotros en el sacramento de la Reconciliación que nos perdona y en la Eucaristía que nos alimenta con el cuerpo y la sangre de Cristo, que nos hace fuertes.

Nos apoyamos en el Señor. Confiamos en Él. Sabemos que Él ha de triunfar sobre las tendencias del mal que hay en nosotros. Por eso, bendecimos, alabamos y damos gracias al Señor.
 

Invocación mariana.

Madre de Dios y Madre nuestra. Tú, portadora de Cristo, eres testigo excepcional de la lucha entre el bien y el mal, y de la victoria definitiva del bien. Ayúdanos en las luchas de este mundo para que Cristo, tu Hijo, triunfe definitivamente sobre nosotros.

 

SEGUNDA LECTURA. Romanos, 5, 12-15.

Nos apoyamos plenamente en Cristo.

Por Adán: entró el pecado original, la muerte... Por vía de generación, todos nacemos pecadores: nacemos con el pecado original.

Por Cristo: recibimos la redención, esto es, el perdón y la gracias. Cristo es la revelación del amor más fuerte que el pecado y la muerte, de la misericordia que se conmueve ante nuestra situación de pecado y nos ofrece la solución, de la benevolencia que busca nuestra salvación.

Se desborda la misericordia de Dios: la redención, la gracia, la vida sobrenatural, la salvación. Seamos fieles al don que Dios Padre nos ofrece en Cristo por obra del Espíritu Santo.
 

Invocación mariana.

María, Madre de Cristo, portadora del misterio de la Redención por obra del Espíritu Santo. Tu vida es prototipo de apoyo pleno en Cristo desde Nazaret hasta la Cruz y la Resurrección, enséñanos a recorrer el camino de la vida apoyados en Cristo y en su palabra.

 

TERCERA LECTURA. San Mateo, 10, 26-33

No tengamos miedo.

No tengamos miedo: No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma..

No tengamos miedo a pregonar la verdad y el amor de Cristo con el testimonio de vida, con la palabra, en la casa, en la profesión y en la calle, de día y de noche. Seamos consecuentes con las verdades de nuestra fe.
 

Seamos valientes.

Dios que vela sobre los gorriones y la caída del cabello... vela sobre nosotros con especial providencia.

Si defendemos a Cristo, Él nos defenderá ante el Padre: Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Seamos fuertes, valientes en la defensa de Cristo, del Evangelio, de la Iglesia... que Cristo nos defiende.
 

Invocación Mariana.

Señora de Dios, meditando los misterios del Rosario, te reconocemos como la Virgen valiente. Admiramos tu especial valentía cuando estás junto a la Cruz (Cf. Jo. 19,25).

Madre: contágianos tu valentía. Que no tengamos miedo, que seamos valientes para proclamar que Cristo es nuestro Redentor y que seguimos sus enseñanzas con la vida y con la muerte.

Que el Rosario sea expresión de nuestra valentía y arma que nos defiende en los momentos de debilidad y de lucha.

        
 




 

 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.