Domingo 12º del Tiempo Ordinario

- CICLO C -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.
 



 

DÉCIMO SEGUNDO DOMINGO – CICLO C
                 
 

Con María, contemplamos los misterios de la vida de Cristo en el Rosario. Son una llamada a la conversión. Nos orientan hacia Jesucristo que causa en nosotros la gracia que necesitamos para dejar el pecado y vivir como hijos adoptivos de Dios.

 

PRIMERA LECTURA. Zacarías 12, 10-11.

Anuncio del perdón.

Dios anuncia el perdón y la salvación a su pueblo diciendo: Derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de clemencia. O sea, Dios dará a su pueblo la disposición interior que necesita para convertirse.
 

La mediación del perdón.

La conversión, según el Profeta, supone la mediación de una víctima en el plan de Dios: Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único, y llorarán como se llora al primogénito.
 


Es anuncio profético de Cristo muerto y traspasado en la cruz como confirma el Evangelista San Juan: Para que se cumpliera la Escritura: mirarán al que traspasaron (Cf. Jo. 19,37).
 

 

Dios nos llama a la conversión.

Dios también nos llama a la conversión y nos presenta a su Hijo único muerto y traspasado en la Cruz para que lo miremos, lloremos nuestro pecado, hagamos propósito de la enmienda, alcancemos el perdón y la vida sobrenatural.
 

Invocación mariana.

Madre del Amor y la Misericordia: intercede por nosotros para que sepamos mirar a tu Hijo traspasado en la Cruz, llorar nuestros pecados, alcanzar el perdón y recuperar la gracia sobrenatural.

 

SEGUNDA LECTURA. Gálatas, 3, 26-29.

Nuestra incorporación a Cristo.

La fe en Cristo traspasado en la Cruz por nuestros pecados y la gracia que de Él se deriva, recibida en el Bautismo, nos convierte en hijos de Dios y quedamos revestidos de Cristo, incorporados a Él.

O sea, participamos de la naturaleza divina, somos hijos adoptivos de Dios, entramos en la comunión trinitaria y somos herederos de la gloria. Es el don de la gracia santificante.
 

Llamada universal.

Todos los hombres estamos llamados a mirar al traspasado en la Cruz, a recibir la gracia de Cristo y a vivir en la unidad: Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús.
 

 


Perseverar en Cristo.

Hemos de perseverar en la nueva vida que Cristo nos da por medio de los sacramentos, especialmente la Penitencia y la Eucaristía, del esfuerzo de la virtud, de la oración constante, del sano ascetismo y de la devoción filial a la Virgen María.
 

Invocación mariana.

Virgen del Rosario, Madre de la fe y de la gracia: enséñanos cómo mirar a tu Hijo muerto y resucitado, cómo abrirnos a su amor que nos perdona, cómo perseverar en su gracia y comportarnos como hijos de Dios y hermanos de todos los hombres.

 

TERCERA LECTURA. San Lucas, 9, 18-24.

Nuestra fe en Cristo.

Cristo pide a sus discípulos –y a nosotros- un acto de fe en su Persona y en su obra, en clima de oración.

Jesús estaba orando solo en presencia de sus discípulos, les preguntó: ¿quién dice la gente que soy yo? Pero Jesús va más allá: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Pedro tomó la palabra y dijo: el Mesías de Dios.

Jesús también nos pregunta en clima de oración: ¿quién soy yo para ti? O sea, ¿quién es Cristo para mí? ¿qué significa en mi vida?

Jesucristo es Dios hecho hombre por mí: una Persona divina y dos naturalezas. Dios verdadero y hombre verdadero. Es Dios como el Padre. Es Dios. Es el Mesías, el Salvador, el Perdonador, el Maestro, la Luz del mundo, el Camino, la Verdad y la Vida, el Amigo, el que muere en la Cruz y resucita al tercer día por nosotros los hombres y por nuestra salvación… Es todo para nosotros.


Seguimiento de Jesucristo.

Si Jesucristo lo es todo, merece la pena seguirlo, esto es, vivir según su Evangelio allí donde nos ha puesto la Providencia de Dios.

Nos dice Jesús: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Negarse a sí mismo es vivir según los criterios del Evangelio no según los criterios de este mundo. Cargar con la cruz es cumplir los deberes del propio estado según los criterios de la fe. Entonces estamos con Jesucristo y nos salvaremos porque vivimos según el Evangelio.

Invocación mariana.

Madre del amor y de la fidelidad: que Cristo sea nuestro único bien y, que entregados a Él, vivamos el Evangelio según el don de la vocación que hemos recibido.

 




 

 

 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.