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Domingo 13º del Tiempo Ordinario - CICLO A - Autor:
Fr. Carlos Lledó López O.P. |
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Guía didáctica
apropiada para
DÉCIMO TERCER
DOMINGO – CICLO A. La Palabra de Dios nos invita a meditar sobre la acogida que dispensamos a Cristo en nuestra vida. María es prototipo de esta acogida en el primer misterio gozoso del Rosario. Ella dice Sí y acoge el misterio de Dios hecho hombre al calor de su corazón por obra del Espíritu Santo.
PRIMERA LECTURA. Libro de los Reyes 4,8-11. 14-16a. Cómo es acogido Eliseo. Eliseo pasa con frecuencia por Sunem, donde un matrimonio lo acoge con insistencia, lo invita a comer, le prepara una habitación para que pueda hospedarse habitualmente con ellos, le ofrece calor de hogar porque ese hombre de Dios es un santo.
Eliseo agradece la acogida bendiciendo al
matrimonio, ya anciano, con la fecundidad. Dice a la mujer: El año que
viene, por estas mismas fechas abrazarás a un hijo. Aún más, el hijo
muere prematuramente y Eliseo lo resucita.
El profeta Eliseo, figura de Cristo. Cristo, es el Hijo de Dios que se hace hombre, pasa junto a nosotros. ¿Lo invitamos a que entre en nuestra casa? Lo acogemos cuando le ofrecemos individualmente el hogar caliente de nuestro corazón por la gracia del Bautismo y de la Confirmación y por la fidelidad a sus exigencias. Lo acogemos íntimamente si estamos sellados por el sacramento del Orden. Lo acogemos familiarmente, por la fidelidad al sacramento del Matrimonio. Lo acogemos socialmente cuando guardamos sus Mandamientos y cumplimos su voluntad. Acogemos a Cristo en la Eucaristía donde se nos ofrece como alimento y bebida, habitando en nosotros y nosotros en Él. Si acogemos a Cristo, El nos bendice: nos da el poder de ser hijos adoptivos de Dios, partícipes de la naturaleza divina y herederos de la gloria.
Si morimos por el pecado personal, Cristo nos
resucita a la vida sobrenatural por el perdón que recibimos en el
sacramento de la Reconciliación. Invocación mariana. Madre de Dios y Madre nuestra: Tú ofreciste a Cristo un hogar caliente. Enséñanos cómo abrir las puertas de nuestros corazones a Cristo con sabor de hogar caliente.
SEGUNDA
LECTURA. Romanos 6, 3-4. 8-11. Acogemos a Cristo, inicialmente, por la gracia del Bautismo. El Sacramento del Bautismo perdona el pecado original que es el obstáculo para que podamos acoger a Cristo en nuestras almas. El Bautismo abre la puerta para que Cristo entre en nosotros. Acogemos la Redención, los frutos de la Muerte y Resurrección, la salvación, la vida eterna... Entramos en la comunión trinitaria. Seguimos acogiendo a Cristo por la Confesión: Si morimos por el pecado personal, se nos devuelve la vida sobrenatural por el sacramento de la Confesión.
TERCERA
LECTURA San Mateo, 10, 37-42.
Es preferirlo de modo absoluto. Él es anterior y
superior a todos los valores humanos: padre, familia, bienes creados. Es
amar a Dios sobre todas las cosas, como lo primero y más importante. Es
por lo tanto, ordenar la vida desde Dios y hacia Dios. Acoger a Cristo, es tomar la cruz.
El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de
mí. Tomar la cruz y seguir a Cristo es seguir el camino del Evangelio
en la Iglesia, dar testimonio del don de la fe en toda circunstancia, con
valentía, hasta el martirio, si es preciso:
El que pierda su vida por mí, la encontrará. Acoger a Cristo, es hacerlo todo por Él. Es hacerlo todo por Cristo: hasta un vaso de agua que demos al hermano... El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.
Por lo tanto, por Cristo, con Él y en Él, en la
unidad del Espíritu Santo, para gloria del Padre nos esforzamos en el
cumplimiento amoroso de nuestros deberes como sacerdotes, religiosos o
seglares, hasta el más mínimo detalle, buscando la voluntad de Dios en
todo. Invocación mariana. María: tú eres prototipo de la acogida a Cristo desde la Encarnación virginal hasta la Cruz y la Resurrección. Tu vida es el sí sostenido a Cristo con todas sus consecuencias. Enséñanos a acoger a Cristo abriendo la puerta sin miedo. Es lo que nos enseña la meditación de la vida de Cristo en los misterios del Rosario. Con María, sí a Cristo desde el comienzo de nuestra vida (misterios gozosos), durante nuestra peregrinación terrena (misterios luminosos), en el dolor y en la cruz (misterios dolorosos), y en la participación del gozo de la resurrección (misterios gloriosos). El Rosario es el libro que nos enseña a imitar a María en la acogida y el seguimiento de Cristo. Con María, sí a Cristo.
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