Domingo 14º del Tiempo Ordinario

- CICLO A -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 



 

DÉCIMO CUARTO DOMINGO – CICLO A.
                 
 

Con María, contemplamos la vida de Cristo en el Rosario: el anuncio gozoso de su venida, la fuerza animadora del Espíritu Santo y las claves para conocerlo, amarlo e imitarlo.

 

PRIMERA LECTURA. Zacarías, 9, 9-10.

El anuncio profético de la venida de Cristo.

El anuncio de la venida del Salvador nos inunda de alegría: Alégrate, hija de Sión; canta hija de Jerusalén; mira a tu Rey que viene a ti..

Cristo irrumpirá en la historia para transformar el mundo por la redención y salvar a los hombres, glorificando al Padre: la Encarnación del Verbo por obra del Espíritu Santo, el nacimiento de Jesús, su predicación y los milagros que la confirman, su Pasión y Muerte, su gloriosa Resurrección, su triunfante Ascensión a los cielos.

Cristo estará presente en la Iglesia como Cabeza del Cuerpo místico y en cada uno de sus miembros –en nosotros- por el don de la gracia santificante. Formaremos un solo Cuerpo. Seremos parcialmente el Cuerpo de Cristo (Cf. 1 Cor. 12,27). Cristo vivirá en la Iglesia y en cada uno de nosotros.
 

Los signos de la venida de Cristo.

Cristo vendrá en humildad y pobreza, modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica.

Se manifestará como rey justo y victorioso. No será la expresión de poderío humano, sino la manifestación del poder de Dios Creador y Redentor que borrará el pecado y restablecerá la verdadera justicia.
 

Invocación mariana.

Madre de Dios, profundizamos en la obra de la Redención meditando los misterios del Rosario. Cristo Redentor ha venido al mundo al calor de tu corazón por obra del Espíritu Santo. Enséñanos cómo acoger a Cristo, cómo seguirlo y cómo ser de los suyos.

 

SEGUNDA LECTURA. Romanos, 8, 9. 11-13.

La verdadera vida.

La verdadera vida no es la vida de la carne y sus obras. La verdadera vida es la del espíritu por la que Dios habita en nosotros y causa nuestra pertenencia a Cristo: El que no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo.

Por la fuerza del Espíritu Santo quedamos incorporados a Cristo, le pertenecemos, somos suyos. Estamos llamados a participar de su misma vida, a vivir su doctrina en la Iglesia.

Y así como el Espíritu Santo resucitó a Jesús de entre los muertos, el mismo Espíritu que habita en nosotros vivificará también vuestros cuerpos mortales, asemejándonos a Cristo.
 

Por lo tanto.

Hemos de vivir según las exigencias del Espíritu que nos vivifica y nos hace miembros de Cristo, no según las obras de la carne.

Vivimos según el Espíritu de Cristo, configurados con Cristo, cuando perseveramos en la gracia santificante y nos servimos de los sacramentos que Cristo nos ofrece en la Iglesia; cuando hacemos oración, cuando practicamos las virtudes sobrenaturales, cuando ofrecemos a Dios los trabajos de la vida, cuando amamos a la Virgen ...
 

Invocación mariana.

Madre de Dios: Tú eres prototipo de vida según el Espíritu. Por eso, eres Madre de Dios, en íntima comunión con Cristo. Enséñanos a vivir según el Espíritu para que seamos de Cristo, configurados con Él, para gloria del Padre.

 

TERCERA LECTURA. San Mateo, 11, 25-30.

Necesitamos conocer a Dios.

Necesitamos conocer a Dios. Lo conocemos en este mundo y experimentamos su presencia por el don de la fe y de la gracia sobrenatural. Esperamos conocer a Dios , cara a cara, en el Cielo y sumergirnos en su misterio en un acto de amor eternamente actual.

Cristo da gracias al Padre porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a las gentes sencilla. O sea, el conocimiento de Dios nos pide ser humildes y sencillos de corazón.
 

La clave para conocer a Dios.

La clave del conocimiento de Dios la tiene Jesucristo: nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Por eso, necesitamos ser sencillos y pedir humildemente al Hijo que nos conceda el conocimiento de Dios que supone la fidelidad a la gracia santificante. Danos Cristo el conocimiento del Padre, la experiencia viva del misterio de Dios.
 

Necesitamos ir a Cristo.

Necesitamos ir a Cristo porque estamos cansados y agobiados y Cristo nos alivia porque nos comprende en nuestras situaciones concretas: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré.

Necesitamos caminar con Cristo, en comunión con Él, cargar con su yugo y aprender de Él: Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

Invocación mariana.

Madre de Dios: Tú has recibido un conocimiento privilegiado de Dios que Cristo te ha concedido porque eres la humilde esclava del Señor. Que el rezo sencillo y confiado del Rosario nos alcance el conocimiento de Dios y el seguimiento incondicional de Cristo, tu Hijo.

        

 




 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.