Domingo 14º del Tiempo Ordinario

- CICLO B -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 



 

DÉCIMO CUARTO DOMINGO – CICLO B
                 
 

Seguimos meditando los misterios del Rosario con los sentimientos de la Virgen María. Ella nos ayuda a penetrar en el misterio de Cristo que, lleno del Espíritu Santo, desborda sabiduría y amor.

 

PRIMERA LECTURA. Ezequiel, 2, 2-4.

La misión del profeta Ezequiel.

El Profeta es invadido por una especial presencia del Espíritu Santo que le impulsa a cumplir una misión. En aquellos día el espíritu entró en mí, me puso en pie y oí que me decía: Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas...

La misión del Profeta es predicar la conversión a un pueblo rebelde que se obstina en el pecado. Si el pueblo se obstina en el pecado y en sus consecuencias, siempre sabrán que hubo un profeta en medio de ellos que le avisó oportunamente.
 



 Busto del Profeta Ezequiel, en la Abadía Benedictina de Ottobeuren


El Profeta, imagen de Cristo.

El Profeta es imagen de Cristo. Cristo será el Hijo de Dios hecho hombre por obra del Espíritu Santo. Sobre Él descansará la plenitud de los dones del Espíritu Santo.

Cristo recibirá la misión de predicar la conversión y el perdón de los pecados, de anunciar el Reino de los cielos. Los que acepten a Cristo, se salvarán. Los que no acepten a Cristo, se condenarán y no podrán alegar desconocimiento como confirma la parábola del pobre Lázaro y del rico Epulón (Cf. Lc.16 31).
 

Invocación mariana.

Santa María: el Espíritu Santo descendió sobre ti para anunciarte la misión de ser Madre de Dios y te entregaste sin reserva. Lo diste todo. Tú nos invitas a la conversión para que acojamos la vida y la doctrina de tu Hijo.

Enséñanos a ser fieles a la acción del Espíritu Santo que nos pide vivir en gracia santificante y ser testigos de Cristo, tu Hijo, en medio del mundo.

 

SEGUNDA LECTURA. Segunda carta a los Corintios, 12, 7-10

Vivir desde Cristo y para Cristo.

San Pablo vive desde Cristo y para Cristo. Ha recibido gratuitamente la fuerza del Espíritu Santo para ser Heraldo del Evangelio. Se entrega totalmente al conocimiento y al amor de Cristo para llenarse de él y darlo a conocer por la predicación.
 

Fuerte en la debilidad.

San Pablo experimenta la debilidad de la enfermedad, del insulto, de la privación... de toda clase de dificultades. Todo lo interpreta en clave de fe. Dios lo permite para que no tenga soberbia, para que sea humilde en el cumplimiento de la misión que le ha sido confiada, para que resplandezca sólo la gracia y la fuerza de Cristo.

Dice el Señor al Apóstol: Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad. Y San Pablo exclama: Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo... Porque cuanto soy débil, entonces soy fuerte...
 

Nuestro ser y obrar cristianos.

Nuestro ser y obrar cristianos se apoyan en la gracia sobrenatural. No se apoyan en la naturaleza humana ni en sus cualidades. Nuestra fuerza es la gracia de Cristo. Nos apoyamos en Cristo. Él es nuestra fuerza.
 

Invocación mariana.

Madre de la fortaleza desde la Anunciación hasta la Cruz, porque eres la Madre de Cristo. Enséñanos a apoyarnos en Cristo, en su gracia para ser cristianos fuertes, a pesar de nuestra debilidad.

 

TERCERA LECTURA. San Marcos, 6, 1-6.

La misión de Jesucristo.

La misión de Jesucristo es anunciar el Reino de los Cielo, invitarnos a la conversión y redimirnos con su pasión y muerte.
 


 

La aceptación de Jesús.

Los paisanos de Jesús no lo aceptan. Lo juzgan con parámetros humanos. Jesús enseña en la sinagoga y sus paisanos no entienden de dónde proviene tanta sabiduría y el poder para hacer milagros. Lo miran con ojos humanos, no con la mirada de la fe: ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? ¿Y sus hermanos no viven con nosotros aquí? Y desconfiaban de Él. Jesús se siente despreciado por sus paisanos y se extrañó de su falta de fe.
 

Nuestra aceptación de Jesús.

Nosotros aceptamos a Jesús como Hijo de Dios, Dios como el Padre, Dios con nosotros, porque hemos recibido el don de la fe. Aceptamos las enseñanzas de Jesús como camino seguro de salvación. Aceptamos a Jesús como autor de la vida sobrenatural. Aceptamos a Jesús, nuestro Redentor, que por nosotros y por nuestra salvación ha muerto en la Cruz y ha resucitado al tercer día. Aceptamos a la Iglesia instituida por Jesús como comunidad de creyentes que adora al Padre, por Cristo en un mismo Espíritu.
 

Invocación mariana.

Madre de Dios porque eres la Madre de Jesús. Tú eres la mujer creyente que aceptas en plan de Dios sobre ti y te entregas plenamente en fe. Enséñanos a aceptar a Jesús plenamente en nuestras vidas y a vivir según el don de la fe que hemos recibido.

        

 



 

 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.