Domingo 18º del Tiempo Ordinario

- CICLO B -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 



 

DÉCIMO OCTAVO DOMINGO – CICLO B
                 
 

Meditamos la vida de Cristo en el Rosario con los sentimientos de la Virgen María. Ella nos ayuda a comprender cómo necesitamos de Cristo para recorrer el camino largo y duro hacia la patria definitiva. Sólo Cristo puede restaurar nuestras fuerzas y calmar la sed.

 

PRIMERA LECTURA. Libro del Éxodo 16, 2-4. 12-15.

El maná.

El pueblo judío, guiado por Dios, camina por el desierto para liberarse de la esclavitud del Faraón de Egipto. El pueblo está cansado, tiene hambre y sed. El pueblo protesta ante Moisés que acude a Dios pidiendo ayuda. Dios lo escucha y hace llover alimento: carne y pan, codornices y maná.

Pero Dios pide una prueba de obediencia a su voluntad y abandono a su Providencia: sólo cogerán el alimento necesario por persona y por día.
 

Significado del maná.

El maná es signo de la presencia de Dios providente que no abandona a sus hijos, que sale al encuentro de sus necesidades, que alienta en las dificultades.

También es signo de la Eucaristía. Cristo nos ofrecerá su Cuerpo y su Sangre, alimento y bebida del camino, que nos librará de la muerte eterna y nos salvará.



 

Invocación mariana.

Santa María del camino: tú seguiste fielmente a Cristo tu Hijo desde Nazaret al Calvario y la Resurrección, sin desfallecer. Enséñanos a mantenernos fieles a Cristo, alimentados con su Cuerpo y Sangre en la Eucaristía. Santa María: que no nos cansemos de caminar junto a tu Hijo.

 

SEGUNDA LECTURA. Efesios 4, 17. 20-24.

Dios nos ama.

Necesitamos de Dios. Estamos cansados y agobiados. Y Dios-Amor sigue saliendo a nuestro encuentro en Jesucristo porque nos ama: es la Encarnación del Verbo y su nacimiento en Belén.

Jesucristo nos da la prueba suprema de su amor muriendo por nosotros en la Cruz, perdonando el pecado y causando en nosotros la vida sobrenatural. Somos criaturas nuevas, llamadas a ser iconos del amor de Dios.
 

Exigencias del amor de Dios.

Somos destinatarios del amor de Dios. Participamos de su misma vida en Jesucristo por el don de la gracia santificante, somos portadores del amor de Dios que nos ha sido dado en Jesucristo. Esto crea en nosotros la exigencia de responder al amor que Dios nos tiene.

Por lo tanto, hemos de vivir según Jesucristo en la Iglesia, no según el mundo y sus criterios. Nos dice San Pablo: Dejad que el Espíritu renueve vuestra mentalidad, y vestios de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.
 

Invocación mariana.

Madre del Amor porque eres la Madre de Dios. Tu vida es un sí sostenido en el amor a Dios en Cristo por obradle Espíritu Santo. Enséñanos a dejarnos amar por Dios, a entregarnos a las exigencia de su amor y a ser sus testigos –testigos del amor de Dios- en el mundo.

 

TERCERA LECTURA. San Juan 6, 24-35

Jesús nos ofrece el verdadero alimento.

Necesitamos de Cristo. Estamos cansados y hambrientos, sedientos de Dios. Él nos ofrece alimento y bebida.

Dice el Evangelio que la gente buscaba a Jesús después de la multiplicación de los panes. Les había dado de comer a sus cuerpos milagrosamente: pan y peces. Comieron hasta saciarse.

Pero ahora, Jesús ofrece su Cuerpo y su Sangre como alimento y bebida: la Eucaristía. Es la manifestación de la Providencia del Padre que nos da el verdadero alimento. Él cuida del alimento del cuerpo y también, del alimento sobrenatural.



 

El verdadero alimento es el Cuerpo de Cristo.

El alimento sobrenatural es el mismo Cristo: Yo soy el Pan de vida. Si comemos de este pan no volveremos a tener hambre ni sed. Es el alimento que causa la vida eterna.

La gente suplica a Jesús, y nosotros también: Señor, danos siempre de ese pan. Jesús contesta: Yo soy el pan de vida. El que viene a Mí no pasará hambre y el que cree en mí no pasará nunca sed.
 

Invocación mariana.

Madre de la Eucaristía porque eres la Madre de Cristo, porque el Cuerpo y la Sangre de Cristo, presente en la Eucaristía, está formado de tu cuerpo y sangre por obra del Espíritu Santo. Atráenos hacia la Eucaristía que nos hace portadores del amor-entrega de Cristo al Padre y a los hombres, que nos cristifica, nos fortalece y nos conduce a la vida eterna.

        
 


 

 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.