Domingo 19º del Tiempo Ordinario

- CICLO C -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 



 

DÉCIMO NOVENO DOMINGO – CICLO C
                 
 

Meditamos los misterios del Rosario al compás del corazón de la Virgen María. La vida de Cristo nos impulsa a vivir mirando al Cielo que esperamos alcanzar. La intercesión de María nos ayuda a vivir preparados. Ella ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

 

PRIMERA LECTURA. Libro de la Sabiduría 18, 6-9.

Dios cumple su promesa.

Los judíos inician su camino hacia la patria prometida bajo la guía de Moisés. Dios cumple la promesa de liberar a su pueblo de la esclavitud de los egipcios. El pueblo recuerda agradecido aquella noche en la que el poder del Señor dividió las aguas del mar Rojo para salvar a su pueblo y derrotar a los egipcios. Por eso, las familias se reúnen a escondidas (quiere decir, en el interior de sus hogares) para ofrecer sacrificios y entonar himnos de acción de gracias.
 

Dios sigue cumpliendo su promesa.

Dios sigue cumpliendo su promesa de salvación. Nosotros formamos el nuevo pueblo redimido por Cristo que nos libera de la esclavitud del pecado. Somos peregrinos hacia la patria definitiva bajo la guía de Cristo Redentor. Caminamos entre múltiples peligros, pero el poder del Señor y su gracia nos abren el camino del bien que nos conduce a la salvación.

Vivamos centrados en el Sacrificio de la Eucaristía que nos ofrece el alimento del camino, oremos pidiendo la gracia que necesitamos y demos gracias a Dios Padre por la ayuda que nos ofrece en Cristo por obra del Espíritu Santo.
 

Invocación mariana.

Virgen del Rosario: Tu vida es ejemplo de fidelidad al Padre para recorrer el camino que te ha marcado como Madre virginal del Hijo por obra del Espíritu Santo. Alcánzanos la gracia que necesitamos para realizar nuestra peregrinación y alcanzar la meta por el camino de la fidelidad.
 

 

SEGUNDA LECTURA. Hebreos 11, 1-2. 8-19.

El bagaje del camino.

El bagaje del camino es la fe porque la fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve. La fe ha de ser viva, esto es, animada por la vida de la gracia. La fe engendra seguridad porque nos adherimos a Dios cuya promesa no puede fallar y nos permite caminar hacia el cielo.
 

Los modelos del camino.

San Pablo nos propone como modelos de fe a Abrahán que obedece a Dios en fe, dejando su patria, saliendo hacia la tierra que iba a recibir en heredad, lo mismo que Isaac y Jacob. Sara también es modelo de fe porque se fía de la promesa de Dios y es madre en la ancianidad.

Abrahán, Isaac, Jacob, Sara… obedecen a Dios porque están seguros de alcanzar la patria definitiva: Ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad. Es la ciudad del cielo. La Patria definitiva.
 

Invocación mariana.

Virgen del Rosario que realizaste tu camino desde la obediencia ciega al plan de Dios. Enséñanos a realizar nuestro camino en fe, obedeciendo a Dios, fieles a sus Mandamientos, con la mirada puesta en el cielo.
 

TERCERA LECTURA. San Lucas 12, 32-48.

Somos peregrinos.

Somos peregrinos hacia el cielo, patria definitiva y eterna. La vida de este mundo es temporal, se termina. Desconocemos el día y la hora de nuestro final en este mundo. Sólo Dios lo sabe. En la vida y en la muerte, somos del Señor.
 

La muerte cristiana.

Hemos de pensar en la realidad innegable de la muerte cristiana El Señor sale a nuestro encuentro en la ancianidad, en la enfermedad, o de modo inesperado. Llama para que se le abra y tomar posesión de todo para siempre. Es una llamada en el amor para pasar al amor eterno

Dichosos nosotros si Dios nos encuentra en vela y con las lámparas encendidas. Nos sentará en la mesa de su reino. Nos salvará. Nos llevará al Cielo.
 

Los aparejos de la muerte cristiana.

Hemos de tener ceñida la cintura con la vida de la gracia, indispensable para ser aceptados en el cielo. Hemos de tener encendidas las lámpara, perseverando en la vida de la gracia por medio de los sacramentos y las obras de virtud. Hemos de permanecer en vela, constantes en el rezo y la oración, pidiendo la salvación.
 


 

Invocación mariana.

Santa María, Asunta al cielo por tu obediencia al plan de Dios, entregada en esclavitud de amor desde la Encarnación hasta la Cruz, enséñanos a ser obedientes a tu Hijo en el amor para que la muerte sea el triunfo definitivo del amor de Dios sobre nosotros.
        

 



 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.