|
Domingo 21º del Tiempo Ordinario - CICLO C - Autor:
Fr. Carlos Lledó López O.P. |
![]() |
||
Guía didáctica
apropiada para
VIGÉSIMO
PRIMER
DOMINGO – CICLO
C La meditación de los misterios del Rosario es la invitación que la Virgen nos hace para convertirnos del pecado, seguir a Cristo, ser fieles a la gracia recibida en el Bautismo y alcanzar la salvación. Por eso, apelamos a la intercesión de María repitiendo: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.
PRIMERA LECTURA. Profeta Isaías 66, 18-21. La venida del Señor.
Isaías anuncia
proféticamente la venida del Señor. El Señor vendrá para congregar en la
unidad a los hombres y mujeres, a las naciones de toda lengua que
vendrán para ver mi gloria, para reconocerme como Dios. La señal de la venida.
Dice el Señor:
Les daré una señal. Suscitaré mensajeros que recorran el mundo
anunciando el nombre y la gloria del Señor. Y gentes de todos los
pueblos acudirán hasta el Monte Santo de Jerusalén para adorar mi
nombre y hacer ofrendas. Anuncio profético.
Las palabras de
Isaías son anuncio profético de la segunda venida de Jesucristo. El
nombre de Jesús será anunciado a todos y seremos convocados para
contemplar su gloria y majestad.
Invocación mariana. Santa María. Tu maternidad virginal es el anuncio inmediato de la primera venida de Cristo. Tu Asunción a los cielos en cuerpo y alma es anuncio de la segunda venida gloriosa de Cristo. Madre: muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre, condúcenos a Él para que lo reconozcamos en su gloria cuando venga glorioso en su segunda venida.
SEGUNDA LECTURA. Hebreos 12, 3-7. 11-13. Preparar la venida del Señor. Hemos de preparar la segunda venida del Señor corrigiendo el rumbo de nuestra vida. A veces, Dios permite el castigo para hacernos reflexionar sobre el camino equivocado que llevamos. Nos dice el Apóstol: Hijo mío: no rechaces el castigo del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos. Seamos humildes, aceptando la corrección que Dios nos hace como un padre que castiga a su hijo al que ama entrañablemente, buscando su bien. El hijo, que ha encontrado el bien, dará las gracias a su padre pasado el tiempo y aumentará su amor hacia él.
Así es Dios con
nosotros. Nos corrige paternalmente buscando nuestra salvación porque
nos ama con amor infinito, porque se ha hecho hombre y ha muerto por
nosotros en la cruz. Nosotros lo entenderemos en el cielo y le daremos
gracias en un eterno acto de amor. Invocación mariana. Virgen María: Tú eres la Madre que nos invitas a aceptar las correcciones paternales de Dios. Tú misma nos corriges con ternura de Madre para que nos volvamos a Cristo. Enséñanos a ser agradecidos a las correcciones que Dios Padre nos hace, aunque sean dolorosas y a escuchar tus recomendaciones de madre.
TERCERA LECTURA. San Lucas 13, 22-30. ¿Serán pocos los que se salven? ¿Serán pocos los que se salven? Es la gran pregunta que hacen a Jesús. Se salvarán los que se esfuercen en entrar por la puerta estrecha, los que estén debidamente preparados, los que sean reconocidos por el Señor y lleven la marca de los redimidos que es la gracia.
Los que se salven
serán de oriente y occidente, del norte y del sur porque la salvación es
universal. Los últimos serán los primeros. No cuenta el tiempo, ni la
edad, ni los títulos, ni el dinero... Lo importante es la sinceridad de
la conversión y la vida de la gracia.
Criterios de salvación.
Cristo nos marca el
criterio de la puerta estrecha para entrar en el Reino de los cielos,
esto es, creer en Cristo y en su Iglesia con todas sus consecuencias.
Supone, vivir según los criterios del Evangelio, no según los de este
mundo. Igualmente, vivir las exigencias del Bautismo perseverando en la
gracia sobrenatural. Entonces, seremos reconocidos por el Señor y nos
abrirá la puerta para poder entrar en el Reino. Invocación mariana. Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra: te pedimos fuerzas para caminar por la puerta estrecha de la fidelidad a tu Hijo en la Iglesia para alcanzar la salvación. Te lo pedimos, Madre, con el Rosario en el corazón, en los labios y en las manos.
|
||||
|
||||