Domingo 23º del Tiempo Ordinario

- CICLO A -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 



 

DOMINGO VIGÉSIMO TERCERO – CICLO A.
                 
  

Con María contemplamos a Cristo, centinela de nuestras almas que proclama la salvación.

La meditación de los misterios de Cristo nos ayudan a comprender la obra redentora de Cristo y la fuerza salvífica de su palabra.

 

PRIMERA LECTURA. Ezequiel, 33, 7-9.

La misión del Profeta.

La misión que Dios confía al Profeta es la de ser atalaya que anuncie la palabra del Señor denunciando el pecado, anunciando el castigo e invitando a la conversión.
 

La misión de Cristo.

La misión que Dios confía al Profeta es figura de la de Jesucristo. Cristo será la atalaya que anunciará lo que el Padre le diga. En nombre del Padre denunciará el pecado y anunciará el castigo invitando a la conversión. Actuará movido por el amor y la misericordia que terminarán triunfando.
 

Invocación mariana.

María: Tú eres la portadora de la palabra del Padre porque eres la Madre de Cristo. Enséñanos a acoger la Palabra de Cristo que nos invita a la conversión, a la “determinada determinación de santidad”...

Madre: que se acelere la hora del triunfo del amor y la misericordia de tu Hijo sobre nosotros y sobre la humanidad.

SEGUNDA LECTURA. Romanos 13, 8-10.

El amor, virtud fundamental.

El amor es la virtud fundamental: el que ama tiene cumplido el resto de la ley... amar es cumplir la ley entera.

El amor es el mandamiento más grande de la Ley. El amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos: De estos dos preceptos penden toda la Ley y los Profetas (Cf. Mt 22, 34-40).

Todo tiene sentido cuando hay amor. Nada tiene sentido, si no lo hay. Todas las obras del cristiano han de estar movidas por el amor. El amor –caridad teologal- es virtud motiva, formal y general.
 

Ser testigos del amor.

El cristiano ha de ser, primariamente, testigo del amor que Dios le tiene, amando su prójimo: A nadie le debáis nada, más que amor”.

El cristiano ama a su prójimo cuando trata de remediar sus necesidades espirituales y materiales. Espiritualmente, cuando ayuda al pecador a salir de su situación, cuando lo socorre en su ignorancia... cuando perdona y se reconcilia con él... Materialmente, cuando trata de remediar la pobreza, el paro, la falta de vivienda...
 

Invocación mariana.

Madre de Dios: Tú eres testigo excepcional del amor que Dios te tiene. Por eso, te llamamos Refugio de los pecadores, Abogada nuestra, Auxilio de los cristianos... Tenemos experiencia del amor de madre que nos tienes.

Te pedimos un corazón semejante al tuyo. Enséñanos a ser testigos del amor que Dios nos tiene, con los más pobres y necesitados. Madre: enséñanos a amar como Tú amas.

 

TERCERA LECTURA. San Mateo 18, 15-20.

Cristo no propone un programa de mutua ayuda en el amor.

La corrección fraterna que busca el bien de la comunidad, ayudando al hermano que escandaliza con su conducta y ofende a la misma comunidad.. La mueve el amor. Corregir caritativamente, a solas, al hermano pecador. Si el hermano acepta la ayuda, lo hemos salvado. Si no acepta la ayuda, corregirlo con caridad ante dos o tres testigos. Si tampoco acepta la ayuda, corregirlo ante la comunidad. Si el hermano persiste en el pecado, considéralo como un pagano o un publicano. No somos nosotros los que excluimos al hermano sino que él se autoexcluye con su pertinacia.

El sacramento de la Penitencia que es el sacramento del amor y la misericordia que el Señor nos ofrece en la Iglesia. Cristo anuncia el poder de atar y desatar, de perdonar y no perdonar. El que quiere ser perdonado, será perdonado. El que no quiere ser perdona se autoexcluye del amor y la misericordia.

La oración. Os aseguro además que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del Cielo. Ponernos de acuerdo en el amor para pedir los unos por los otros: la conversión, la salvación, la santificación... Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. Cristo preside la comunidad unida en el amor, ora en nosotros y con nosotros al Padre en un mismo Espíritu.
 

Invocación mariana.

Madre del amor: entra en nuestra vida con la eficacia y la ternura de una madre y corrige nuestros desvíos.

Madre del perdón: atráenos al sacramento de la Reconciliación para ser perdonados por el baño en la sangre de tu Hijo.

Madre de la oración: enséñanos a orar en comunión con Cristo y a pedir con insistencia los bienes sobrenaturales.



 



 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.