Domingo 24º del Tiempo Ordinario - CICLO A - Autor:
Fr. Carlos Lledó López O.P. |
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Guía didáctica
apropiada para
DOMINGO
VIGÉSIMO
CUARTO
– CICLO A. Con María, cantamos las misericordias de Dios meditando los misterios de la vida de Cristo en el Rosario.
La vida de Cristo es la revelación del amor
misericordioso que el Padre nos tiene en el Espíritu Santo. El rezo
meditado del Rosario nos ayuda a dejarnos empapar del amor y misericordia
de Cristo y manifestarlo ante el mundo. PRIMERA LECTURA. Libro del Eclesiástico 27, 33. 28,9 Aspectos negativos de la sociedad.
El Autor describe una sociedad dominada por el
furor y la cólera, la venganza y la muerte, la injusticia y el odio.
No hay capacidad para perdonar ni para tener compasión del prójimo. En una
palabra, los Mandamientos de la Ley de Dios no son respetados. Parece que
nadie se acuerda de la "Alianza del Señor". Necesidad de amor. La sociedad sigue profundamente necesitada de amor y de misericordia, de perdón, de compasión... de expiación de sus pecados.
Esto es, hemos de proyectar el amor misericordioso
que Dios nos tiene perdonando las ofensas, teniendo compasión de nuestros
semejantes que sufren necesidad espiritual o material, reparando nuestros
propios pecados... Invocación mariana. Madre del amor y la misericordia, identificada con los sentimientos del Corazón de tu Hijo: enséñanos a ser constructores de la nueva civilización en el amor, siguiendo tu ejemplo.
SEGUNDA LECTURA. Romanos, 14, 7-9. En comunión con Cristo. Para ser sembradores de amor y misericordia en el mundo, hemos de esforzarnos en vivir identificados con Cristo como pertenencia suya: En la vida y en la muerte somos del Señor.
Por lo tanto, no nos pertenecemos a nosotros mismos
ni en la vida ni en la muerte. Hemos de buscar sólo el participar del
conocimiento, del amor y de la misericordia de Cristo, en comunión con Él
para que los más necesitados en el alma y en el cuerpo lleguen a reconocer
su pertenencia a Cristo y alcancen la verdadera dignidad como personas
humanas y redimidas. Para esto murió y resucitó Cristo para ser Señor
de vivos y muertos. Apóstoles desde la comunión.
De la intensidad de nuestra pertenencia-comunión con
Cristo, brotará el ser portadores del amor, de la misericordia... con
capacidad para transformar el mundo y construir la nueva civilización del
amor. Seremos apóstoles desde la comunión. Invocación mariana. Santa María del Rosario, prototipo de pertenencia-comunión con Cristo y de la fecundidad apostólica porque eres llena de gracia, concebida sin mancha de pecado original, Madre de Dios, Corredentora y Medianera universal de todas las gracias. Enséñanos a vivir en comunión contemplativa con Cristo y que todo nuestro apostolado brote de la pertenencia-comunión con tu Hijo.
TERCERA LECTURA. San Mateo 18, 21-25. Amar y ser misericordioso.
El Evangelio nos plantea el amor y la misericordia
en forma de perdón. Perdonar siempre para ser perdonado. Esto es, amar
siempre, para ser amado. Tratar a los demás con misericordia para que sean
misericordiosos con nosotros. El amor y la misericordia verdaderas. La parábola nos marca un doble camino para el amor y la misericordia. El camino humano que es egoísta, vengativo e inmisericorde. Y el camino divino que es misericordioso, perdonador, compasivo...
El camino humano queda reflejado en el siervo que
habiendo sido perdonado por el Rey, no sabe amar ni perdonar a su
compañero. El amor divino queda reflejado en el Rey que ama, comprende y
perdona la deuda y la infidelidad de su siervo. Hacer triunfar el amor y la misericordia. Hemos de vivir en íntima comunión con Cristo para ser instrumentos de amor y misericordia, capaces de perdonar sin condiciones. Hemos de luchar para hacer triunfar el modelo del amor divino, que es el verdadero, sobre el humano, que es falso. Ésta es nuestra misión como discípulos de Cristo.
Todos somos como el siervo infiel del Evangelio. Por
eso, experimentamos el amor y la misericordia de Dios que nos ama
y nos perdona en Cristo. Amor y misericordia que se hacen nuestro
por el sacramento del Bautismo y de la Reconciliación. Amor y misericordia
de Cristo que hemos de ofrecer a nuestros hermanos según el don de la
vocación y misión que cada uno ha recibido. Invocación mariana. María, Madre de Dios y Madre nuestra: de tu íntima comunión con Cristo, brota tu capacidad corredentora de amor y misericordia, de perdón y reconciliación. Tú siempre nos comprendes, nos perdonas y olvidas nuestros pecados. Enséñanos a dejarnos empapar del amor misericordioso de tu Hijo para proyectarlo perdonando, amando siempre.
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