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Domingo 24º del Tiempo Ordinario - CICLO B - Autor:
Fr. Carlos Lledó López O.P. |
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Guía didáctica
apropiada para
DOMINGO
VIGÉSIMO
CUARTO
– CICLO
B
La meditación de los misterios del Rosario nos
ayudan a escuchar la Palabra de Dios, a robustecer la coherencia de la fe
y a crecer en el conocimiento, amor e imitación de Jesucristo en clima de
oración con María. PRIMERA LECTURA. Isaías 50, 5-10. El poema del Siervo. El Profeta Isaías canta al Siervo que está a la escucha de Yahveh. El Siervo acoge la palabra de Dios en actitud de obediencia y de entrega total: El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado, ni me he echado atrás. Dios pide a su Siervo darlo todo como expiación por los pecados de su pueblo: ofrecer su cuerpo a duros sufrimientos físicos, ofrecer su fama al desprestigio y a la calumnia, ofrecer su corazón al rechazo de los amigos, a la traición y a la soledad...
El Siervo es el inocente que sufrirá por la
salvación de su pueblo, pero Dios lo sostendrá: Mirad, mi Señor me
ayuda. Nadie podrá declararlo culpable.
El anuncio profético de la Pasión de Cristo. La interpretación cristiana considera la profecía como anuncio de la Pasión de Cristo. Cristo acoge la palabra del Padre que le pide la entrega victimal por la salvación de los hombres.
Cristo se entrega sin condiciones a la voluntad del
Padre que es su alimento, su comida, su familia... y ofrece la victimación
de su cuerpo, de su corazón, de su fama, de su honra, de su prestigio: el
inocente que se victima por los culpables. Invocación mariana. Dios te salve María, sierva con el Siervo, víctima con la Víctima, corredentora con el Redentor. Enséñanos a vivir en comunión victimal con Cristo para que los frutos de su Pasión se apliquen a la humanidad y todos los hombres se salven.
SEGUNDA LECTURA. Santiago, 2, 14-18. Nuestra fe en Jesucristo.
Creemos en Jesucristo que obediente al Padre se ha
sometido a la pasión, muerte y resurrección por nosotros y por nuestra
salvación. Es el Hijo de Dios que se ha hecho hombre. Obrar según la fe. Nuestras obras han de ser coherentes con la fe que profesamos: la fe si no tiene obras, está muerta por dentro.. La fe abarca toda la vida y la transforma. Es adhesión de la inteligencia y de todo el ser. El obrar del creyente es signo visible de la fe y se manifiesta, principalmente, en la caridad: vestir al desnudo, dar de comer al hambriento...
Por eso, afirma el apóstol Santiago: Alguno dirá: Tú tienes fe y yo tengo obras. Enséñame
tu fe sin obras y yo, por las obras, te probará mi fe. Invocación mariana.
María: Tú eres madre de fe viva y ardiente, animada
por la caridad. Por eso, te entregas totalmente a tu Hijo y colaborar con
obras heroicas en la salvación de la humanidad. Alcánzanos el don de una
fe viva que nos convierta en agentes de caridad.
TERCERA LECTURA. San Marcos 8, 27-35. Jesucristo es el Mesías. Jesucristo pregunta a sus discípulos: ¿Quién soy yo para vosotros? San Pedro responde en nombre de todos: Tú eres el Mesías. Jesucristo nos pregunta: ¿Quién soy yo para vosotros?. Y respondemos en actitud de fe y adoración. Señor, Tú eres el Hijo de Dios hecho hombre de María Virgen por obra del Espíritu Santo. Eres Dios como el Padre. Eres el Mesías, nuestro Salvador y Redentor. El Maestro que nos enseña. La Luz que nos ilumina. La Verdad que nos salva. La Vida que nos vivifica. El amigo íntimo que nos conoce de lejos y penetra nuestros pensamientos... Eres Todo para nosotros.
Jesucristo es el centro de nuestra fe, esperanza y
caridad. Es el motivo de nuestro obrar sobrenatural. Jesucristo es el Siervo.
Jesucristo es el Siervo que se hace obediente al
Padre por amor, hasta la muerte y muerte de Cruz:
El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene
que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser
ejecutado y resucitar a los tres días. La invitación de Jesucristo.
Jesucristo nos invita a dejar todo lo que no sea Él,
su Evangelio y su Vida para seguirlo. Ello supone negarnos a nosotros
mismos y cargar con la cruz de la fidelidad a la vida de la gracia, del
cumplimiento de nuestros deberes cristianos, testimonio valiente de la fe
en nuestro obrar. Invocación mariana. María: Jesucristo lo es todo para ti. Por eso, recorres el camino de la cruz en comunión con tu Hijo, camino de la resurrección. Enséñanos a acoger plenamente a tu Hijo, a recorrer el camino de la cruz, identificado con Él para llegar a participar de la gloria de la Resurrección.
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