Domingo 25º del Tiempo Ordinario - CICLO A - Autor:
Fr. Carlos Lledó López O.P. |
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Guía didáctica
apropiada para
DOMINGO
VIGÉSIMO
QUINTO
– CICLO A. El Rosario nos ayuda a buscar y encontrar a Cristo y asimilar su vida y sus enseñanzas. Igualmente, nos invita a trabajar en la viña del Señor. El Rosario es apostolado en sí mismo porque tiene la fuerza de la oración por las necesidades de la Iglesia y del mundo. La oración del Rosario es alma de todo apostolado y la primera forma de apostolado.
PRIMERA LECTURA. Isaías, 55, 6-9. La búsqueda de Dios.
Experimentamos una profunda necesidad de buscar
continuamente al Señor y Él se deja encontrar. Sentimos necesidad de
invocarlo porque sabemos que está cerca y siempre nos escucha. Nos
urge volver a Él que siempre acoge con piedad porque
es rico en perdón. El camino para la búsqueda. La conversión es el camino para iniciar la búsqueda de Dios y encontrarnos con Él. La palabra del Profeta es terminante: que el malvado abandone su camino y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad.
La conversión sigue siendo camino de encuentro con
Dios en la actualidad. Necesitamos dejar el mal y el pecado, la debilidad
y la inconstancia... El camino de la conversión culmina en el sacramento
de la Reconciliación que perdona todo pecado, que fortalece la voluntad,
que nos baña en la sangre de Cristo, que nos penetra del Amor
misericordioso de Dios. Los tiempos de Dios.
Los tiempos de Dios son de amor y misericordia que
responden a su plan de salvación. No son tiempos ni criterios humanos.
Dios tiene su hora para salir al encuentro del alma e invitarla. Dios nos
invita a dejar el pecado, a salir de la mediocridad... Nosotros,
consciente y libremente, queremos responder positivamente a la llamada del
Señor, convertirnos y salir definitivamente a su encuentro. Invocación mariana. Santa María del encuentro. El Padre te invitó a ser Madre, y tu respuesta fue sí. El Hijo se encarnó en tu seno virginal y te hiciste donación total. El Espíritu Santo te cubrió con su sombra, protegió tu virginidad, y te dejaste modelar a gusto de Dios. Enséñanos Madre a responder sí al plan salvífico del Padre, a configurarnos con Cristo y a dejarnos modelar por el Espíritu Santo.
SEGUNDA LECTURA. Filipenses, 1, 20c-24. 27a Entrega total al Señor. San Pablo se entrega totalmente al Señor cuando lo ha encontrado y le invita a seguirlo. Entrega totalmente su alma, y también su cuerpo, esto es: su trabajo, su actividad misionera, su vida y su muerte... para que Cristo sea glorificado en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir.
Nosotros hemos encontrado al Señor. Estamos en
camino de conversión continua, vivimos en “tensión de santidad”. Hemos de
entregarnos totalmente al Señor en cuerpo y alma para que Él sea
glorificado en nosotros. La alternativa de San Pablo. San Pablo desea ardientemente alcanzar definitivamente a Cristo, que es con mucho lo mejor. Pero, también desea permanecer en este mundo trabajando por el Señor y por la salvación de las almas: me encuentro con esta alternativa.. Pero, lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio.
Ojalá nosotros, como San Pablo, deseemos
ardientemente estar con Cristo, sintiendo al mismo tiempo la necesidad de
permanecer aquí gastando nuestra vida dando gloria a Dios y salvando
almas. Ojalá nuestra vida sea siempre
digna del Evangelio de Cristo. Invocación mariana. Madre del encuentro con Cristo: eres modelo de entrega total al Señor en alma y cuerpo. Enséñanos a vivir en comunión con Cristo, tu Hijo, y a entregarnos del todo y para siempre.
TERCERA LECTURA. San Mateo, 20, 1-16. El Señor sale a nuestro encuentro. El Señor sale a nuestro encuentro y nos invita a trabajar en su viña, esto es, en y por el Reino de los cielos, en y por la Iglesia. Los tiempos del Señor no son nuestros tiempo. Sale al encuentro de unos en el amanecer de la vida, de otros a media mañana, a mediodía y al atardecer... a todos nos va llamando y con todos ajusta el mismo jornal.
La llamada del Señor a su Iglesia, el don de la fe
que recibimos, el poder trabajar en la viña y el percibir la recompensa,
son dones que el Señor nos hace. No podemos exigir nada en el orden
sobrenatural. Todo es pura gratuidad. Dios no nos debe nada. Nosotros, sí
se lo debemos todo a Dios. El Señor nos salva.
El don que el Señor nos hace al final de la jornada
es la gratuidad de la salvación. Él nos llama amorosamente a ser de los
suyos. Nosotros recibimos la gracia para responder sí. El nos marca el
camino de la santificación. Él nos salva y nos ofrece los medios para
alcanzar la meta en la Iglesia. Invocación mariana. Madre de Dios y Madre nuestra: tu vida fue un sí sostenido al plan de Dios. Enséñanos a responder a la gratuidad del Señor con nosotros haciendo de nuestra vida un sí en los vertical y en lo horizontal, rindiendo en la viña del Señor lo que Él espera de nosotros para recibir la recompensa gratuita de la salvación
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