MEDITACIONES
PARA EL AÑO LITÚRGICO
Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.
SEGUNDO
DOMINGO – CICLO A.
En la Escuela de María, centramos nuestra atención en el
cuarto misterio luminoso, la Transfiguración del Señor. Cristo es revelado
como el Hijo amado de Padre que viene para redimirnos y marcarnos el
camino de la santificación y de la salvación. María nos enseña a recorrer
el camino de Dios que nos ha sido revelado en Jesucristo por obra del
Espíritu Santo.
PRIMERA LECTURA
Gen.12, 1-4ª
El Tiempo de Cuaresma nos recuerda el camino que el Hijo de Dios recorre
para redimirnos y formar un pueblos nuevo: dejar la casa del Padre, salir
al encuentro de cada hombre y de cada mujer, obedecer hasta la muerte de
cruz para ser glorificado en la resurrección.
Es el camino prefigurado en la vocación de Abrahán. "Sal de tu
tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de
ti un gran pueblo, te bendeciré...” Abrahán, apoyado sólo en la Palabra
de Dios, se abandona totalmente, cree ciegamente, obedece sin condiciones.
“Abrahán marchó como le había dicho el Señor”.
VIAJE DE ABRAHAM
Cristo Redentor, prefigurado por Abrahán, obediente al Padre,
sale a nuestro encuentro. Nosotros, abrimos el corazón para que Cristo
entre hasta el fondo, nos redima y se cumpla el plan de salvación del
Padre. La Virgen María no enseña a dar entrada al plan del Padre, a
entregarnos sin condiciones: “He aquí la esclava del Señor: hágase en mí
según tu palabra” (Primer misterio gozoso del Rosario. Lc.1, 38
SEGUNDA LECTURA
Tim. 1, 8b-10
Nosotros, los redimidos, somos llamados a recorrer el camino de
la salvación que va desde el Bautismo a la Patria definitiva, al encuentro
del Padre. Con Cristo, en un mismo Espíritu, hemos de entregarnos al
Padre, en fe, en obediencia, en confianza, en amor...
Es un camino difícil: "Toma parte en los duros trabajos del
Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé”. Dios nos da la fuerza que
Cristo nos trae. Él nos salva, nos llama a una vida santa, nos da su
gracia... para que podamos vivir según el Evangelio.
Tratamos de vivir según el Evangelio con la mirada puesta en
Jesucristo porque es el camino del Padre a nosotros, y nuestro camino para
llegar al Padre. Por lo tanto hemos de abrirnos a la gracia de Cristo y
vivir según Jesucristo.
El Rosario nos enseña a abrirnos a Cristo y a vivir según
Jesucristo al recordar y meditar repetitivamente sus misterios.
TERCERA LECTURA
Mt.17, 1-9
La Transfiguración del Señor fortalece y alienta a los Apóstoles
en la perspectiva dolorosa y humillante de la Pasión: “Se transfiguró
delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestido se
volvieron blancos como la nieve”. Se aparecen Moisés y Elías que conversan
con Jesucristo. “¡Qué hermoso es estar aquí!” Y Jesús es acreditado como
el Mesías por una voz de lo alto: “Este es mi Hijo, el amado, mi
predilecto. Escuchadle”
La Transfiguración también alienta y confirma nuestro difícil
caminar al encuentro del Padre por Cristo en un mismo Espíritu. No nos
puede faltar el participar de las contradicciones y humillaciones de la
Pasión de Cristo en nuestra peregrinación. La participación en la
Transfiguración de Cristo por la gracia santificante y la certeza de que
Cristo es el Hijo amado del Padre, Dios como el Padre nos confirman.
La comunión con Jesucristo por la gracia propia de los
sacramentos, la intimidad de la oración que nos permite escuchar al Hijo,
el amor-donación sin reservas... causa de gozo y felicidad: "Qué bueno es
estar aquí...", permaneciendo fieles a Jesucristo, al Evangelio y a su
Iglesia en medio de tantas contradicciones.
María, nuestra Madre del Rosario, nos enseña a recorrer el camino
con Cristo. Ella participa privilegiadamente de la Transfiguración por la
plenitud de gracia, acoge en su seno virginal a la Palabra del Padre, goza
de especial intimidad con el Hijo y es la mujer fuerte al pié de la Cruz.
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