CUARESMA - Segundo Domingo

- CICLO A -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.


 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 



 

SEGUNDO DOMINGO – CICLO A.

 

            En la Escuela de María, centramos nuestra atención en el cuarto misterio luminoso, la Transfiguración del Señor. Cristo es revelado como el Hijo amado de Padre que viene para redimirnos y marcarnos el camino de la santificación y de la salvación. María nos enseña a recorrer el camino de Dios que nos ha sido revelado en Jesucristo por obra del Espíritu Santo.

 

PRIMERA LECTURA Gen.12, 1-4ª
 

El Tiempo de Cuaresma nos recuerda el camino que el Hijo de Dios  recorre  para redimirnos y formar un pueblos nuevo: dejar la casa del Padre, salir al encuentro de cada hombre y de cada mujer, obedecer hasta la muerte de cruz para ser glorificado en la resurrección.

         Es el camino prefigurado en la vocación de Abrahán. "Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré...”  Abrahán, apoyado sólo en la Palabra de Dios, se abandona totalmente, cree ciegamente, obedece sin condiciones. “Abrahán marchó como le había dicho el Señor”.
 



VIAJE DE ABRAHAM
 

         Cristo Redentor, prefigurado por Abrahán, obediente al Padre, sale a nuestro encuentro. Nosotros, abrimos el corazón para que Cristo entre hasta el fondo, nos redima y se cumpla el plan de salvación del Padre. La Virgen María no enseña a dar entrada al plan del Padre, a entregarnos sin condiciones: “He aquí  la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra” (Primer misterio gozoso del Rosario. Lc.1, 38

 

SEGUNDA LECTURA Tim. 1, 8b-10
 

         Nosotros, los redimidos, somos llamados a recorrer el camino de la salvación que va desde el Bautismo a la Patria definitiva, al encuentro del Padre. Con Cristo, en un mismo Espíritu, hemos de entregarnos al Padre, en fe, en obediencia, en confianza, en amor...

         Es un camino difícil: "Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé”. Dios nos da la fuerza que Cristo nos trae. Él nos salva, nos llama a una vida santa, nos da su gracia... para que podamos vivir según el Evangelio.

         Tratamos de vivir según el Evangelio con la mirada puesta en Jesucristo porque es el camino del Padre a nosotros, y nuestro camino para llegar al Padre. Por lo tanto hemos de abrirnos a la gracia de Cristo y vivir según Jesucristo.

         El Rosario nos enseña a abrirnos a Cristo y a vivir según Jesucristo al recordar y meditar repetitivamente sus misterios.

 

TERCERA LECTURA Mt.17, 1-9
 

         La Transfiguración del Señor fortalece y alienta a los Apóstoles en la perspectiva dolorosa y humillante de la Pasión: “Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestido se volvieron blancos como la nieve”. Se aparecen Moisés y Elías que conversan con Jesucristo. “¡Qué hermoso es estar aquí!”  Y Jesús es acreditado como el Mesías por una voz de lo alto: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle”      

         La Transfiguración también  alienta y confirma nuestro difícil caminar al encuentro del Padre por Cristo en un mismo Espíritu. No nos puede faltar el participar de las contradicciones y humillaciones de la Pasión de Cristo en nuestra peregrinación. La participación en la Transfiguración de Cristo por la gracia santificante y la certeza de que Cristo es el Hijo amado del Padre, Dios como el Padre nos confirman.
 


         La comunión con Jesucristo por la gracia propia de los sacramentos, la intimidad de la oración que nos permite escuchar al Hijo, el amor-donación sin reservas... causa de gozo y felicidad: "Qué bueno es estar aquí...", permaneciendo fieles a Jesucristo, al Evangelio y a su Iglesia en medio de tantas contradicciones.

         María, nuestra Madre del Rosario, nos enseña a recorrer el camino con Cristo. Ella participa privilegiadamente de la Transfiguración por la plenitud de gracia, acoge en su seno virginal a la Palabra del Padre, goza de especial intimidad con el Hijo y es la mujer fuerte al pié de la Cruz.

         

        




 

 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.