Domingo 2º del Tiempo Ordinario

- CICLO C -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 




 

SEGUNDO DOMINGO – CICLO C

 

Meditamos el segundo misterio luminoso del Rosario: autorrevelación de Jesús en las Bodas de Caná. María nos introduce en el misterio del amor que Dios nos tiene y en la transformación que realiza en nuestras vida.

 

PRIMERA LECTURA. Isaías, 62, 1-5.

Proclamación del amor de Dios.

El heraldo proclama el triunfo del amor de Dios a su Pueblo: serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios. Dejará de ser tierra abandonada y devastada. A ti te llamarán mi Favorita, y a tu tierra Desposada; porque el Señor te prefiere a ti y tu tierra tendrá marido.
 

Es amor de amistad.

El amor de Dios es amor de amistad que supone intercomunicación, amor mutuo. Dios ama a su pueblo y éste ha de amar a Dios. Dios nos ama, y nosotros tenemos que amar a Dios.
 

Es amor de intimidad.

El amor de Dios es amor de intimidad, simbolizado en la imagen del amor esponsalicio. Dios nos ama con amor de presencia, de entrega, de comunión… y se goza con nosotros.
 


 

Invocación mariana.

Santa María, Madre del Amor porque eres la Madre de Dios. Tú fuiste privilegiadamente amada por el Señor y respondiste como esclava en el amor. Enséñanos a dejarnos amar por Dios y a hacer de toda nuestra vida un sí en el amor para Dios.

 

SEGUNDA LECTURA. Corintios, 12, 4-11.

El cristiano.

El cristiano es portador del amor de Dios porque ha recibido el don del Espíritu Santo en el Sacramento del Bautismo. Participa de la naturaleza divina, vive la comunión trinitaria, es hijo adoptivo de Dios y heredero del cielo.
 

La misión del cristiano.

El cristiano ha de realizar una función en la Iglesia y en el mundo según el don que haya recibido: Hay diversidad de servicios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.

Por lo tanto, la familia cristiana ha de vivir santamente y ser signo de unidad y fidelidad en el amor, fiel a los fines propios del matrimonio.

Los profesionales y trabajadores se han de santificar en el cumplimiento de sus deberes y dar testimonio de honradez. Los políticos católicos han de dar testimonio de su fe sin traicionar los principios católicos.

Los sacerdotes hemos de ser transparencia de Cristo, entregados al bien y a la salvación de las almas. Los religiosos hemos de ser prolongación e iconos del amor de Dios.

De esta forma, El mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como a él le parece.
 

Invocación mariana.

Santa María: Tú eres privilegiadamente la llena del don del Espíritu Santo y cumples tu misión de ser Madre de Dios y Corredentora. Enséñanos a acoger al Espíritu Santo y a ser fieles a la misión que Dios nos confía.

 

TERCERA LECTURA. San Juan, 2, 1-12.

La presencia de Cristo en Caná.

Jesús asiste con su Madre a la boda de unos amigos. En la celebración de la fiesta, se acaba el vino. Jesús sale al encuentro de esta circunstancia y realiza el primer milagro a petición de su Madre. Convierte el agua de seis tinajas en vino bueno. De esta manera, Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos.
 


 

Nosotros necesitamos la transformación de la frialdad al fervor del amor. Nos falta perseverancia, valentía, coherencia, fidelidad.
 

La Mediación de María-Madre.

La Virgen Madre intercede ante Cristo por nosotros: No les queda vino. María con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligro y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventu­rada (LG. 62). María cuida de nosotros intercede ante el Hijo para remediar nuestras necesidades.

La Virgen nos dice: Haced lo que Él os diga. Es una exhortación materna para que nos abramos a vida y a las enseñanzas de Jesús. Seguir la indicación de María es la clave para que se realice la transformación de nuestras vidas.
 

Invocación mariana.

María, Madre del Amor y la Misericordia: queremos hacer lo que Él, Jesucristo, nos dice. Que nos abramos a su gracia y perseveremos en ella. Que sigamos sus enseñanzas con todas sus consecuencias. Que seamos hijos fieles de la Iglesia. María: no te canses de interceder por nosotros.


 


 

 

 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.