Domingo 32º del Tiempo Ordinario

- CICLO A -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 


 

 DOMINGO TRIGÉSIMO SEGUNDO – CICLO A.
                 
  

En el Rosario, contemplamos los misterios de Cristo con María. Ello nos ayuda a profundizar en el conocimiento de Dios, esto es, a adquirir la verdadera Sabiduría y ordenar sabiamente nuestra vida.

 

PRIMERA LECTURA. Libro de la Sabiduría, 6, 13-17.

La Sabiduría se deja ver.

La sabiduría radiante e inmarcesible es Dios. Se deja ver si tenemos fe viva, esto es, si está animada por el amor.

Vemos la sabiduría de Dios en el orden y la belleza de la creación, en la providencia que vela por las cosas creadas, en nuestra vida personal.

Vemos la sabiduría de Dios en la redención que encuentra la solución al pecado de la naturaleza humana en Cristo que se hace hombre por nosotros por nuestra salvación.
 

La Sabiduría sale a nuestro encuentro.

La sabiduría sale a nuestro encuentro en Cristo que perdona el pecado, nos congrega en la Iglesia y nos ofrece los medios de salvación.

La sabiduría entra en nosotros si la deseamos y la pedimos con sinceridad. Entra en nosotros por el don de la gracia santificante que nos hace partícipes de la naturaleza divina y nos introduce en la comunión trinitaria, que nos hace hijos adoptivos de Dios y herederos de la gloria.
 

Invocación mariana.

Madre de la sabiduría porque eres la Madre de Dios. Tú contemplas la sabiduría de Dios porque eres mujer de fe ardiente. Tú participas de la sabiduría, de modo privilegiado porque eres la llena de gracia y Madre virginal del Redentor.

Alcánzanos el don de la fe animada por el amor para alcanzar la verdadera sabiduría que es la participación de la vida divina y el vivir sabiamente, esto es, según el plan de Dios sobre nosotros.

 

 

SEGUNDA LECTURA. 1ª Tesalonicenses, 4, 12-17.

Ordenar sabiamente nuestra vida.

Hemos de ordenar sabiamente nuestra vida según el plan salvífico de Dios. Entonces no tendremos miedo a la muerte porque seremos hombres de esperanza. Sabemos que Jesús ha muerto y resucitado por nosotros. Si vivimos y morimos en Jesús, Dios nos llevará con Él, resucitaremos con Jesús, seremos conducidos a su encuentro., estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras..
 

Principio de sabiduría.

Es principio de sabiduría reconocer que venimos de Dios y vamos hacia Él. Somos peregrinos. Necesitamos de la sabiduría de Dios para recorrer el camino.

Los Mandamientos de la Ley de Dios iluminan sabiamente el recto obrar en orden al fin. Los sacramentos que Cristo nos ofrece en la Iglesia, nos hacen crecer en la verdadera sabiduría. La oración nos permite experimentar el gusto por la sabiduría. La virtud sobrenatural nos ejercita en actos de sabiduría. Y siempre con la mirada puesta en fin: alcanzar a Dios que es alcanzar la sabiduría.
 

Invocación mariana.

Madre de la sabiduría que alcanzaste la visión de Dios, Sabiduría infinita, de modo excepcional y privilegiado, enséñanos a ser hombres de esperanza, peregrinos apoyados en la gracia de Cristo, ordenando sabiamente nuestra vida, mirando siempre hacia el cielo, sin miedo a la muerte.
 

TERCERA LECTURA. San Mateo, 25, 1-13.

La parábola de las diez vírgenes.

Jesús nos propone la parábola de las diez vírgenes. Cinco son sensatas que organizan sabiamente la espera del esposo que les ha invitado al banquete de bodas. Las otras cinco son necias: no organizan sabiamente la espera del esposo que se presenta de repente. No están preparadas y quedan excluidas del banquete.

Jesús nos recomienda ordenar sabiamente nuestra vida. No basta tener las lámparas encendidas. Hay que tener provisión de aceite para prevenir el riesgo de quedar a obscuras, de no estar en condiciones de entrar al banquete de bodas.

Jesús nos pide estar preparados, vigilantes, porque no sabemos el día ni la hora de la llegada del esposo. Acoger la sabiduría de Dios es hacer provisión de fidelidad perseverante a la gracia por los sacramentos, por la oración, por las virtudes sobrenaturales, por el sacrificio, por el cumplimiento de los deberes del propio estado... Entonces, estaremos preparados para participar en el banquete, para salvarnos
 

Invocación mariana.

Madre de la Sabiduría, llena de gracia, Tú mantienes la lámpara encendida y bien provista de aceite por la heroicidad de tus virtudes, siempre preparada para entrar en el gozo del banquete de tu Señor.

Enséñanos a vivir según la sabiduría con las lámparas encendidas y bien provistas de aceite, esto es, de santidad, a la espera del Señor que nos reconocerá de los suyos y nos introducirá en el banquete del Reino donde gustaremos para siempre la Sabiduría.

        

 



 

 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.