Domingo 32º del Tiempo Ordinario

- CICLO B -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 


 

 DOMINGO TRIGÉSIMO SEGUNDO – CICLO B
                 
  

La meditación de los misterios del Rosario nos ayudan a confiar plenamente en Cristo por intercesión de su Madre. Le repetimos litánicamente a Ella: ruega por nosotros pecadores ahora (en nuestra debilidad, pobreza, pecado) y en la hora de nuestra muerte.

 

PRIMERA LECTURA. Primer Libro de los Reyes 17, 10-16.

La confianza de Elías.

Elías es el profeta de fuego y de palabra ardiente, siempre fiel a la fuerza del espíritu en el cumplimiento de su misión, arriesgando su vida.
 


 

Su palabra es eficaz, especialmente con los pobres porque confía ciegamente en Dios. Movido por esta confianza, pide alimento a una pobre mujer que no tiene para comer.
 

La confianza de la viuda.

La viuda de Sarepta vive con su hijo. Sólo tiene un poco de harina y un poco de pan: Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.

Pero Elías le dice en nombre del Señor: hazme un panecillo y luego haces otro para ti y para tu hijo: La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra.

La viuda confío en Dios, compartiendo la fe de Elías y el milagro se realizó.
 

Invocación mariana.

Madre de la confianza porque te abandonaste ciegamente en el plan de Dios para ser Madre de Cristo. Enséñanos a confiar plenamente en Dios en todas las circunstancias de la vida.

 

SEGUNDA LECTURA. Hebreos 9,24-28.

Cristo intercede por nosotros.

La clave de nuestra confianza es Cristo que está en el Cielo intercediendo por nosotros.

Somos débiles, pobres y pecadores, pero confiamos plenamente en Cristo porque Él ha padecido por nosotros para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.

Seguimos confiando en Cristo porque nosotros hemos de morir y ser juzgados, pero Cristo ha muerto por todos nosotros para juzgarnos en el amor y llevarnos al Cielo con Él.

Cristo vendrá por segunda vez, sin ninguna relación al pecado, para salvar definitivamente a los que lo esperan. Nosotros no esperamos la muerte, nosotros, esperamos a Cristo.
 


 

Invocación mariana.

Santa María que recorres confiadamente el camino que va desde Nazaret hasta el Calvario y la resurrección de tu Hijo: que nuestra vida mortal sea camino de confianza en Cristo con el Rosario en el corazón, en los labios y en las manos.

 

TERCERA LECTURA. San Marcos 12, 38-44.

Confiamos en la mirada de Cristo.

Cristo mira el amor y la sinceridad de lo que hacemos, aunque nuestras obras sean muy pequeñas como la ofrenda de la viuda que ofrece dos reales de lo poco que tiene: Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás han echado de lo que le sobra, pero ésta, que pasa necesidad, he echado todo lo que tenía para vivir.

Cristo mira la rectitud de intención: hacerlo todo por Él, humilde y silenciosamente. No imitemos a los letrados que buscan el aprecio humano: ¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencia en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos. Esos recibirán una sentencia más rigurosa.
 

Invocación mariana.

María: Cristo mira complacido tus obras porque sólo buscas la gloria del Padre, porque todo lo realizas en amor, sinceridad, pobreza, humildad y silencio. Enséñanos a colaborar en la construcción del Reino desde nuestras posibilidades, buscando sólo la gloria de Dios.

        




 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.