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Domingo 32º del Tiempo Ordinario - CICLO C - Autor:
Fr. Carlos Lledó López O.P. |
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MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO Guía didáctica
apropiada para
DOMINGO TRIGÉSIMO
SEGUNDO
– CICLO
C Los misterios gloriosos del Rosario centran nuestra atención en la Resurrección de Cristo. Porque Cristo ha resucitado, nosotros participaremos de su resurrección y, consecuentemente, de su gloria. Ello nos anima a recorrer el camino de esta vida con la mirada puesta en la meta.
PRIMERA LECTURA. Segundo libro de los Macabeos 7, 1-2. 9-14. La fe en la resurrección. La fe en la resurrección y en la vida futura es lo que anima a los siete hermanos macabeos con su madre a sufrir los tormentos y el martirio por orden del rey antes que desobedece la ley.
La fe en la resurrección los hace
valientes, afirmando sucesivamente. Estamos dispuestos a morir antes
que quebrantar la ley de nuestros padres... Tú, malvado, nos arrancarás
la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del
universo nos resucitará para una vida eterna… Vale la pena morir a manos
de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará.
Nuestra fe en la resurrección.
Nosotros creemos en la
resurrección. Somos los redimidos por Cristo, llamados a participar de
su resurrección. Seamos valientes para confesar nuestra fe en las
actuales circunstancias, mirando a Dios y a la gloria que nos espera. Invocación mariana. Santa María: tu camino es el de la mirada puesta en la Resurrección de tu Hijo y en la privilegiada participación que te espera de la misma. Enséñanos a recorrer el camino de la vida temporal con la mirada puesta en la gloria que nos espera sin miedo a las incomprensiones que nos rodean y a los asaltos que sufrimos.
SEGUNDA LECTURA. Segunda Tesalonicenses 2, 15,3, 5. Miremos a Jesucristo.
San Pablo nos invita a mirar a
Jesucristo que nos ha amado tanto. Él es nuestro consuelo
permanente y nuestra gran esperanza. Él nos da la fuerza
que necesitamos para ser valientes confesando nuestra fe con las
palabras y con las obras. Él nos ofrece la gracia para no desviarnos del
camino de la salvación. Invoquemos la ayuda de Cristo. San Pablo nos exhorta a invocar a Cristo por medio de la oración. Pedimos que la gracia de Dios, recibida en el Bautismo, crezca continuamente en nosotros y nos ayude a salir victoriosos de los ataques que sufrimos contra le fe que profesamos.
San Pablo afirma: El Señor que
es fiel os dará fuerzas y os librará del mal. Seremos fieles hasta
el final con la gracia de Cristo. Él dirige nuestros corazones para que
perseveremos en al amor de de Dios y esperemos en Cristo. Invocación mariana. Santa María, llena de gracia. Por eso, recorres el camino de la más exquisita fidelidad a Cristo desde Nazaret hasta la Cruz. Enséñanos a ser fieles a la gracia de Cristo para alcanzar la salvación, a pesar de las dificultades del camino.
TERCERA LECTURA. San Lucas 20, 27-38. La argucia de los saduceos.
Los saduceos no creían en la
resurrección de los muertos. Por eso proponen a Jesús una historia
imaginativa y extraña para dejarlo en ridículo. Siete hermanos que al
morir se han ido casando sucesivamente con su cuñada. Por último, muere
la mujer. Cuando llegue la
resurrección ¿de cual de ellos será la mujer? Porque los siete han
estado casado con ella. La respuesta de Jesús.
Jesucristo afirma expresamente la
resurrección diciendo: Que resucitan los muertos, el mismo Moisés los
indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de
Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob. No es Dios de muertos sino de
vivos: porque para él todos están vivos. Se refiere Jesús a los que
ha muerto y han sido juzgados dignos de la vida futura y de
la resurrección de entre los muertos.
Esto supuesto, los que han muerto
y están en el cielo no se casarán porque ya no pueden morir, son como
ángeles; son hijos de Dios, porque participan de
la resurrección.
O sea, no será necesario el matrimonio
porque son inmortales. Invocación mariana. Santa María, primicia de la resurrección porque eres asunta al Cielo en cuerpo y alma. Alcánzanos la gracia de ser dignos de alcanzar la vida futura y participar de la resurrección de Jesucristo.
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