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Domingo 33º del Tiempo Ordinario - CICLO A - Autor:
Fr. Carlos Lledó López O.P. |
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Guía didáctica
apropiada para
DOMINGO TRIGÉSIMO
TERCERO
– CICLO A. Meditamos el quinto misterio glorioso del Rosario: la Asunción al Cielo de la Virgen María en cuerpo y alma. Estamos al final del Año litúrgico. Con María, recorremos el camino mirando al Cielo.
PRIMERA LECTURA. L. De los Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31. La mujer hacendosa. La mujer hacendosa es la que trabaja para agradar a su marido. Obtiene ganancias, trabaja con destreza, ayuda al pobre y al necesitado... Vale mucho más que las perlas. Su marido confía en ella y la recompensa.
La mujer hacendosa es figura del alma que ha de
trabajar para agradar a Dios en todo. Las relaciones de Dios con el alma
se simbolizan el amor matrimonial. El alma trata de agradar a Dios
respondiendo a su amor, tratando de crecer en la caridad teologal,
cultivando las virtudes, ayudando a los pobres y necesitados... La recompensa final.
El alma que trabaja amorosamente por agradar a Dios
se está preparando para la venida de Dios como Esposo del alma. Dios
premiará la fidelidad del alma y la salvará para siempre Invocación mariana. Santa María, Madre de Dios. Tú, la llena de gracia eres el prototipo de la mujer hacendosa que en todo agradas al Señor. Por eso, el Señor es tu recompensa y te lleva privilegiadamente al cielo en cuerpo y alma.
Enséñanos cómo agradar a Dios en todo, cómo hacerlo
todo por amor, cómo estar preparados para la venida del Señor y alcanzar
la salvación. SEGUNDA LECTURA. Primera Tesalonicenses 5, 1-16 El día del Señor. Somos peregrinos hacia la Patria definitiva. El
Señor saldrá a nuestro encuentro en cualquier momento. Llegará por
sorpresa. No sabemos el día ni la hora. Es necesario vivir preparados para
afrontar la muerte con la serenidad de la fe.
No tenemos miedo. No tenemos miedo porque somos hijos de la luz e hijos del día, esto es, porque Cristo ha muerto por nosotros y por nuestra salvación. Hemos de procurar estar vigilantes y vivir sobriamente.
Estar vigilantes perseverando en la gracia
santificante con las armas de los sacramentos, de la oración y de la
virtud. Vivir sobriamente ordenando rectamente nuestra vida según el
querer de Dios, libres de condicionamientos humanos. Entonces no tendremos
miedo porque no esperamos a la muerte, esperamos al Dios que nos ama. Invocación mariana. Madre del Amor: tu peregrinar sobre la tierra ha sido un camino de victimación de amor al querer del Padre. Por eso eres asumpta al Cielo en cuerpo y alma. Enséñanos a vivir mirando al Cielo, tratando de agradar en todo al Padre para que su venida sea el triunfo del amor de Dios sobre nosotros para siempre.
TERCERA LECTURA. San Mateo 25, 14-30. La parábola de los talentos Un empleado recibió de su señor cinco talentos de plata para que los administrara. Otro, dos. Y otro, uno. Cada uno según su capacidad. El que recibió cinco talentos, ganó otros cinco. El que recibió dos, otros dos. El que recibió uno, lo escondió y no lo hizo fructificar.
Cuando regresó el señor, llamó a sus empleados para
pedirles cuenta. Recompensó a los que duplicaron los talentos que habían
recibido y los invitó a pasar al banquete, símbolo de la salvación.
Castigó al que escondió el talento y no lo hizo fructificar: le quitó el
talento y lo lanzó a las tinieblas símbolo de la condenación. Administradores de Dios. Hemos de ser buenos administradores de los bienes que hemos recibido de Dios para alcanzar la salvación. Es la aplicación de la parábola de los talentos. Se trata de los bienes sobrenaturales que cada uno ha recibido de Dios. Tenemos que hacerlos producir. Esto es: hemos recibido el don de la vida sobrenatural de la gracia y tenemos que crecer en ella para dar la medida que Dios espera.
Y Dios, cuando venga, nos ha de pedir cuentas. Nos
recompensará si hemos hecho fructificar los dones que de Él hemos
recibido. Entonces, seremos invitado al banquete del Reino, nos
salvaremos. Invocación mariana. Madre de Dios y Madre nuestra. Tú recibes inicialmente el don de la plenitud de gracia que te corresponde como Madre de Dios. Tú hiciste fructificar ese don inicial creciendo en gracia y santidad. Enséñanos a ser fieles al don de la gracia santificante que hemos recibido en el Bautismo y a crecer en la vida sobrenatural haciendo fructificar el don de la gracia para que tu Hijo nos introduzca en el banquete del Reino.
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