Domingo 4º del Tiempo Ordinario

- CICLO A -

Autor: Fr. Carlos Lledó López O.P.

 

 

     MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.

 




 

CUARTO DOMINGO – CICLO A.

               

         Hemos ingresado en la “Escuela de María”. Ella nos enseña cómo escuchar y asimilar la Palabra de Dios que va diseñando el comportamiento del creyente hasta centrarnos en las Bienaventuranzas, momento cumbre de la predicación de Jesús.

 

PRIMERA LECTURA  Sof. 2, 3; 3,12-13
 

         El profeta Sofonías perfila el comportamiento del creyente en Dios llamando a la conversión, esto es, a dejar el pecado.

         Ello supone “humildad”: reconocer la soberanía de Dios creador obedeciendo sus mandamientos.

         Supone “justicia”. Sigue al reconocimiento de Dios. Tributar a Dios el culto y el respeto debido. Expresarlo en obras justas, santas, dignas del creyente.

         Supone “moderación”. Dejar realmente las situaciones de pecado, de soberbia, de división... reconociendo la necesidad de Redención.

         La Virgen María nos recuerda que ya hemos sido redimidos, que en Cristo aceptamos y cumplimos los Mandamientos divinos, que hemos de vivir en humildad, realizando obras justas –santas- y viviendo con espíritu de moderación.

 

SEGUNDA LECTURA 1 Co. 1, 26-31
 

         San Pablo describe a los creyentes de Corinto. No son “sabios en lo humano”, ni “poderosos”, ni “aristócratas”. Son “lo necio del mundo”, “lo débil del mundo”, lo pobre y despreciable. A estos “los ha escogido Dios para humillar a los sabios” “para humillar el poder”, “para anular a lo que cuenta”.

         Creyente es el que ha sido redimido por Cristo, vive en Él por la gracia y se gloría sólo en Él. Cristo es nuestra “sabiduría, justicia, santificación y redención”. De ello participamos por la gracia santificante que nos hace sabios, justos, santos y redimidos. Por lo tanto, no nos gloriamos de los bienes de este mundo, nos gloriamos en el Señor: “el que se gloríe, que se gloríe en el Señor”.         

         María, Madre de los creyente, enséñanos a vivir no según la leyes de este mundo, sino según la ley de Cristo, clave de la verdadera sabiduría, de la justicia, de la santificación, de la salvación.

 

TERCERA LECTURA Mt. 5, 1-12
 

         Cristo nos ofrece el compendio del comportamiento de los redimidos: las Bienaventuranzas. Es “la carta magna” o principio fundamental del comportamiento cristiano. ¿Cómo ha de comportarse el discípulo de Cristo, el bautizado? ¿Cómo es dichoso?
 


 

“DICHOSOS LOS POBRES DE ESPÍRITU, PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS.

         Es pobre de espíritu el que reconoce en su corazón que necesita de Dios, que todo lo ha recibido de Él, que se acoge a su Providencia.

         En el orden natural, necesitamos de Dios que nos da la vida y la conserva providencialmente. En el orden sobrenatural, necesitamos de Dios en Jesucristo para la redención, para el perdón de los pecados, para vida sobrenatural, para los medios de santificación, para la salvación. Por los tanto reconocemos la total dependencia de Dios –pobres de espíritu-  y nos comprometemos a guardar amorosamente sus leyes.

 

“DICHOSOS LOS SUFRIDOS PORQUE ELLOS HEREDARAN LA TIERRA”.

         Es sufrido el que acepta lo difícil para alcanzar la meta, esto es, el que acepta el esfuerzo ascético de la virtud sobrenatural,  renunciando valientemente al pecado para alcanzar la salvación, el cielo, “la tierra de promisión”.
 

“DICHOSOS LOS QUE LLORAN PORQUE ELLOS SERÁN CONSOLADOS”

         Llora el que pierde un bien querido: persona u objeto. Llora el que pierde el bien sobrenatural  por el pecado, o es menos fiel a la gracia: llora interiormente.

         Es consolado cuando responde a la llamada interior y se convierte, cuando recupera la fidelidad y el gozo interior...
 

“DICHOSOS LOS QUE TIENEN  HAMBRE Y SED DE LA JUSTI­CIA PORQUE ELLOS  QUEDARAN SACIADOS”

         Tener hambre y sed de justicia es tener hambre y sed de lo justo. Esto es, desear poseer el bien, perseverar en él y comunicarlo. Es tener hambre y sed de Dios, Verdad única y Bien supremo.

         Quedar saciados es poseer la participación de la vida de Dios por la gracia, vivir en la Verdad y en el Bien, poseer la verdadera Justicia... y transmitirlo con la ejemplaridad de la vida, con el testimonio cristiano.
 

“DICHOSOS LOS MISERICORDIOSOS PORQUE ALCANZARÁN  MISERICORDIA”

         La misericordia es compadecerse de la desgracia ajena y ofrecer la solución. Dios en Jesucristo es el gran misericordioso porque se compadece de nosotros, soluciona nuestra situación de pecado, nos perdona y nos recupera como hijos adoptivos. Nosotros hemos alcanzado misericordia porque somos los redimidos.

         Consecuentemente, estamos llamados a ser misericordiosos como Dios lo ha sido con nosotros, a tratar de ayudar a nuestros hermanos en necesidad espiritual o material,  solucionando su situación con la oración, la limosna, las obras de misericordia. Entonces somos misericordiosos y alcanzaremos la misericordia definitiva.
 

“DICHOSOS LOS LIMPIOS DE CORAZÓN PORQUE ELLOS VERÁN A DIOS”

         Es limpio de corazón el que no está manchado por el pecado. El que vive en estado de gracia santificante. El que ordena su vida desde Dios cumpliendo sus Mandamientos. El que ordena su vida hacia Dios usando de los bienes de este mundo “en tanto cuanto”. El que tiene “rectitud de corazón”

         La limpieza de corazón es  camino seguro para ver a Dios porque es el camino de la gracia santificante, de la santidad , de la perseverancia final, de la salvación.
 

“DICHOSOS  LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ PORQUE ELLOS SE LLAMARAN HIJOS DE DIOS.

         Trabaja por la paz el que posee el amor verdadero al vivir en gracia santificante. El amor es la fuente de la unidad y de la paz estable, esto es, de la “tranquilidad en el orden” a nivel personal y social.

         Solamente el que tiene a Dios posee el amor que causa  la paz y puede ser agente de paz. No es posible construir la paz al margen de Dios. Solamente el que posee la vida divina alcanza la dicha de ser hijo de Dios y hermano de todos los hombres.

         Por lo tanto, seremos dichosos si nos persiguen, nos insultan, nos calumnian “de cualquier modo” por la causa de Cristo porque es nuestro el Reino de los cielos: “Estad alegres y contentos porque vuestra recompensa será grande en el cielo”.
 

INVOCACIÓN MARIANA:

          Madre y Maestra del Rosario: somos tus hijos y tus discípulos. Como Madre, nos ofrece la vida, la gracia, el amor, la unidad, la paz... que es Cristo tu Hijo: abre nuestros corazones para que sepamos acoger la vida de tu Hijo, meditando los misterios del Rosario.

Como Maestra, nos enseña ejemplarmente cómo ser cristianos consecuentes realizando nuestra vida según la propone tu Hijo en las Bienaventuranzas: enséñanos en el Rosario cómo ser fieles al Evangelio y cómo dar testimonio de ello con todas sus consecuencias, con valentía.

        
 





 
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.