PASCUA - CICLO A

Sexto Domingo


 

DOMINGO DE PASCUA

 

Meditamos el primer misterio glorioso del Rosario. Con María, profundizamos en la Resurrección de Cristo y consecuentemente en el comportamiento cristiano comprometido y valiente. Contamos para ello con la fuerza del Espíritu Santo que se nos promete.

 

PRIMERA LECTURA Hechos, 8, 5-8. 14-17
 

Predicar a Cristo.

Está comenzando la expansión de la Iglesia. El Apóstol Felipe predica a Cristo en Samaria. Cristo es el centro de la predicación, de la Buena Nueva. La Iglesia sigue predicando centralmente el conocimiento, el amor y la imitación de Cristo. Nosotros hemos de empeñarnos en abrir las puerta del corazón cada vez más al misterio de Cristo: su vida pasión, muerte y resurrección. Es la cristificación.

La predicación de Felipe es acogida con especial interés porque habían oído hablar de los signos que hacían y los estaban viendo: los enfermos de alma y de cuerpo eran sanados. La ciudad se llenó de alegría.

Los apóstoles reunidos en Jerusalén enviaron a Pedro y a Juan a Samaria para bautizar en el Espíritu Santo a los nuevos adeptos: les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.

Son las claves de la expansión de la Iglesia: la predicación del misterio de Cristo, el testimonio de vida, la oración y el Bautismo.
 

Invocación mariana.

Madre de Dios y Madre nuestra. Muéstranos a Cristo tu Hijo para saberlo comunicar con la palabra, reflejar con el testimonio de vida, experimentar con la oración para que la salvación llegue a todos por el Bautismo.

 

SEGUNDA LECTURA 1 Pedro, 3, 15-18
 

La conducta del cristiano.

El cristiano, ante todo, ha de dar gloria a Dios en Jesucristo: Glorificad en vuestros corazones a Cristo. El cristiano todo lo que piensa, hace y dice, en su estado de vida, ha de ser un acto de culto dando gloria al Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo.

El cristiano ha de estar pronto para dar testimonio de su fe en medio de un mundo que no acepta las exigencias del Evangelio. Esto requiere fortaleza, valentía, mansedumbre y respeto ante la incomprensión, el rechazo, la persecución y el martirio.

El cristiano ha de contemplar y asimilar el ejemplo de Cristo porque también Cristo murió una vez por los pecados, el justo por los injustos para llevarnos a Dios. El cristiano está llamado a participar de la pasión de Cristo y de su resurrección para seguir llevando almas a Dios. Porque Cristo triunfó con la Resurrección, vivimos en la esperanza del triunfo del bien sobre el mal. Porque Cristo triunfó, nosotros triunfaremos con Él. Porque Cristo triunfó, el mal será definitivamente derrotado.
 

Invocación mariana.

Señora del Rosario. Tu vida es un acto excepcional de gloria a Dios Padre, por Cristo tu Hijo, en el amor del Espíritu Santo. Enséñanos a glorificar a Dios con nuestra vida y a ser testigos valientes de la fe en Cristo ante el mundo, siempre y en toda circunstancia.

 

TERCERA LECTURA San Juan, 14, 15-21
 

Necesitamos del Espíritu Santo.

La Ascensión de Cristo a los cielos está próxima. Cristo nos promete el Espíritu Santo que llenará el vació causado por su presencia física, y será la fuerza del amor de Dios que se nos comunica para grabar la memoria de las enseñanzas del Evangelio y ponerlas en práctica.

Dice Cristo: Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El Espíritu Santo es el Defensor, el Abogado, que defiende a la Iglesia y la confirma en la verdad. Está siempre con la Iglesia, con nosotros. A Él nos acogemos porque necesitamos ser protegidos y confirmados en la verdad. Conocemos al Espíritu Santo porque vive con vosotros y está con vosotros.

El Espíritu Santo es la fuerza del amor que nos mueve a guardar los Mandamientos del Señor. En Efecto, cuando hay amor, esto es, cuando poseemos al Espíritu Santo por el don de la gracia, la observancia de los Mandamientos de la Ley de Dios tiene sentido. Cuando no hay amor, nada tiene sentido. Por eso, hemos de prestar atención a la presencia del Espíritu Santo en nosotros para cumplir la voluntad de Dios y ser fieles a lo que nos pide.

El Espíritu Santo nos dará la experiencia de la comunión trinitaria: Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo en nosotros; y nosotros en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dice Jesús: Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y Yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda ése me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.
 

Invocación Mariana.

Meditamos el tercer misterio glorioso del Rosario. Señora y Madre nuestra: Esta meditación es una invitación a comenzar la preparación próxima para el Domingo de Pentecostés, perseverando en oración contigo. Enséñanos a orar para que el Espíritu Santo renueve su presencia en nuestra almas. Necesitamos la fuerza del amor, la confirmación en la verdad, la decisión en la entrega, la valentía del testimonio... necesitamos que el fuego del Espíritu Santo prenda en nuestros corazones.
 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.