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Domingo 7º del Tiempo Ordinario - CICLO C - Autor:
Fr. Carlos Lledó López O.P. |
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Guía didáctica
apropiada para
SÉPTIMO
DOMINGO – CICLO
C
La meditación de la vida de Cristo en los misterios del Rosario nos permite penetrar en los sentimientos del Corazón de Jesús: la bondad, el amor, la misericordia, el perdón… La Virgen María es la Madre y la Maestra que nos enseña a identificarnos con los sentimientos de su Hijo.
PRIMERA LECTURA. Libro primero de Samuel 26, 2. 7-9. 12-13.22-23. David perdona la vida a Saúl. Saúl, consagrado del Señor como primer rey de Israel, persigue a David con tres mil soldados.
David y Abisaí penetraron en el campamento enemigo
por la noche. Encontraron a Saúl durmiendo, echado en el círculo de
carros, la lanza hincada en tierra junto a la cabecera. Todos
dormían profundamente.
Abisaí dijo a David: Dios te pone al enemigo en la mano. Voy a clavarlo en tierra con la lanza de un solo golpe; no hará falta repetirlo. David respondió: No lo mates. No se puede atentar impunemente contra el ungido del Señor.
David cogió la lanza y el jarro de agua de la
cabecera de Saúl, salió del campamento, cruzó el valle y desde lo
alto de la montaña gritó: ¡Rey! Aquí está tu lanza, manda a uno de
tus criados a recogerla. Dios te puso en mis manos,
pero no he querido atentar contra el Ungido del
Señor. El ejemplo de David.
David se sobrepone a sí mismo y perdona a su
enemigo. Prefigura el amor y la misericordia que Cristo nos pedirá en el
Nuevo Testamento: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os
persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre… (Cf. Mt.5, 44) y
que ratificó con su ejemplo desde la Cruz: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
(Cf. Lc.23, 34). Invocación mariana.
María, Madre del amor y la misericordia porque
eres la Madre de Cristo. Tú nos amas y nos envuelves en tu misericordia.
Enséñanos a amar al prójimo como Cristo, a ser misericordiosos y a
perdonar siempre y en toda circunstancia. SEGUNDA LECTURA. Primera Corintios, 15, 45-49. El triunfo del amor y la misericordia. Cristo es el triunfo del amor y la misericordia porque se hizo hombre por amor, porque murió en la cruz para perdonarnos el pecado y darnos su espíritu. Adán nos dio la vida terrena. Cristo nos dio la vida celestial: el don de la gracia santificante que nos hace partícipes de la vida divina, hijos adoptivos de Dios y herederos del Cielo. Estamos llamados a ser imagen del hombre celestial.
Vivamos pues como hombres elevados al orden
sobrenatural, cultivando la vida la gracia por los sacramentos que la
causan, alimentan y fortalecen. Vivamos como hombres celestiales. Invocación mariana.
María: el amor y la misericordia de Cristo han
triunfado privilegiada y excepcionalmente en Ti. Por eso, eres
Inmaculada Concepción, llena de gracia y siempre Virgen María.
Alcánzanos la gracia de que el amor y la misericordia divina triunfen
plenamente en nosotros y podamos manifestarla a los demás. TERCERA LECTURA. San Lucas 6, 27-38. El comportamiento cristiano. El comportamiento del cristiano ha de brotar del amor y la misericordia y se manifiesta en la caridad fraterna, en el perdón, en la limosna...
Por eso, el cristiano ha de amar a los enemigos y responder con el bien, con la bendición, con la oración. Jesús lo expresa con un lenguaje que no se entiende humanamente: Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleva lo tuyo, no se lo reclames… Hay que practicar el amor y la misericordia como queremos que la practiquen con nosotros, no sólo con los que nos aman, sin esperar nada a cambio.
En una palabra, nos dice Jesús: Sed compasivos
como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis y no seréis juzgados; no
condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados; dad y se
os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante.
Entonces, tendréis un gran premio y
seréis hijos del Altísimo. Invocación mariana. María: tú eres modelo de amor, misericordia y perdón en grado heroico. Enséñanos a perdonar sin límites, a ser generosos, a dar sin condiciones… siguiendo tu ejemplo que alcanza su máxima expresión al pie de la Cruz.
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