MEDITACIONES
PARA EL AÑO LITÚRGICO
Guía
didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.
RESURRECCIÓN DEL
SEÑOR
- CICLO A -
MISA DEL DIA
INTRODUCCIÓN.
Meditamos el primer
misterio glorioso del Rosario, la Resurrección del Señor, con los
sentimientos del corazón de la Virgen Madre. Le pedimos que nos haga
partícipes del gozo que le inunda para proclamar con Ella la fuerza divina
del poder de Cristo y las grandezas de su amor misericordioso.
PRIMERA LECTURA.
Hechos, 10, 34ª. 37-43.
El
anuncio de la Resurrección.
San Pedro testifica la Resurrección del Señor: Dios lo
resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los
testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con
él después de su resurrección
La Resurrección de
Cristo confirma su personalidad divina y la verdad de su misión salvífica,
de su doctrina, de sus milagros, de su estilo de vida... Jesús resucitado
es el ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó
haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios
estaba con Él. Nosotros somos testigos. Este Jesús, muerto y colgado
de la cruz, es el que resucitó al tercer día.
Los apóstoles reciben
el encargo del Señor de predicar al pueblo su vida, pasión, muerte y
resurrección, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez
de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que
creen en él, reciben por su nombre, el perdón de los pecados.
Santa María, Madre de
Cristo resucitado, ayúdanos. Necesitamos abrirnos a la vida y al mensaje
de Cristo para ser portadores del gozo de la Resurrección y transmitirlo
con el testimonio de vida. Merece la pena ser cristianos y arriesgarlo
todo por Cristo, porque ha resucitado.
SEGUNDA LECTURA.
Colosenses, 3, 1-4
Nuestra participación en la
resurrección de Cristo.
La Resurrección de
Cristo inaugura una nueva vida que se nos comunica por el Bautismo. La
Resurrección de Cristo es una fuerte invitación a vivir en Él, fieles al
Evangelio como miembros de la Iglesia católica donde el resucitado nos
congrega.
Participamos de la
resurrección de Cristo por la virtud del sacramento del Bautismo, muriendo
al pecado para vivir en Cristo. Por lo tanto, buscad los bienes de allá
arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los
bienes de arriba, no a los de la tierra.
Buscamos los bienes de
arriba cuando vivimos y cultivamos la vida de arriba que es la vida de la
gracia santificante recibida en el sacramento del Bautismo.
Cultivamos la vida de
la gracia santificante por los sacramentos que Cristo nos ofrece en la
Iglesia. Necesitamos de la frecuencia del sacramento de la Reconciliación
que perdona el pecado y fortalece la voluntad. Necesitamos de la
centralidad de la Eucaristía que nos ofrece el cuerpo y la sangre de
Cristo como alimento del camino. Necesitamos del ascetismo de las virtudes
sobrenaturales que desarrollan armónicamente la vida sobrenatural.
Necesitamos del rezo y de la oración, oxígeno indispensable para respirar
sobrenaturalmente y experimentar la intimidad con el resucitado.
María, Madre del
Resucitado, llena de gracia: enséñanos a vivir en Cristo resucitado con
la fidelidad a la vida de la gracia santificante, recibida en el Bautismo.
TERCERA LECTURA.
San Juan 20, 1-9
La Resurrección nos
confirma en la fe.
La Resurrección de
Cristo es clave para la fe de los discípulos. Todo lo que han vivido, han
oído y han visto se confirma con la resurrección del Maestro. La
exclamación de Sto. Tomás es la de los discípulos: Señor mío y Dios
mío. Es también nuestra exclamación hecha acto de fe y adoración:
Señor mío y Dios mío, Tú eres el Hijo de Dios, Dios como el Padre, que
por nosotros muere en la cruz para perdonar nuestro pecado y por nosotros
resucita para hacernos partícipes de tu gloria.
Nos acercamos al
sepulcro con María Magdalena y vemos quitada la losa del sepulcro. Un
ángel de luz había removido la piedra. No temas, Magdalena, que nadie se
ha llevado a Cristo del sepulcro. Él ha salido del sepulcro y ha
resucitado por su propia virtud. Él saldrá a tu encuentro y sigue
saliendo a nuestro encuentro.
Pedro y Juan corren al
sepulcro y con ellos contemplamos las vendas en el suelo y el sudario
con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino
enrollado en un sitio aparte. Entonces vieron y creyeron: Pues
hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar
al tercer día. Nosotros vemos con los ojos de la fe y recibimos el don
de creer que Cristo ha vencido al pecado y a la muerte, que Cristo ha
resucitado y que, por el Bautismo, morimos al pecado y resucitamos a una
vida nueva. De esta manera el gozo de la resurrección se hace nuestro.
INVOCACIÓN MARIANA.
Madre de Dios y Madre
nuestra, tú eres la primera en contemplar a tu Hijo resucitado y la
primera en participar, privilegiadamente, de los frutos de la resurrección
en tu alma y en tu cuerpo virginal. Enséñanos contemplar a tu Hijo
resucitado para alcanzar los frutos de la resurrección, ayudados del
primer misterio glorioso del Rosario.
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