MEDITACIONES
PARA EL AÑO LITÚRGICO
Guía
didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.
DOMINGO DE RAMOS
¡Bendito el que viene en
nombre del Señor!
La celebración litúrgica ha
comenzado con la procesión de las palmas y los ramos, recordando la
entrada solemne de Jesús en Jerusalén. Los jóvenes acogen al Mestas con
entusiasmo: “¡Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en el nombre
del Señor ... Hosanna en el cielo! ”. La Iglesia nos invita a acoger a
Cristo con este grito jubiloso. Es el grito de nuestra fe. Abramos de par
en par las puertas de nuestro corazón a Cristo. No tengamos miedo.
Acojamos a Cristo.
Acoger a Cristo supone buscar
personalmente el perdón del pecado en el sacramento de la Penitencia,
recuperar la vida de la gracia, cumplir los Mandamientos de la Ley de Dios
y de la Iglesia, en una palabra, ser buenos y practicar el bien, teniendo
como centro la Eucaristía –Sacrificio, Banquete, Comunión- que contiene
todo el amor de Cristo Redentor.
La liturgia de la Palabra.
La Liturgia de la Palabra nos
invita a fijar la mente y el corazón en Cristo Redentor. Es el Hijo de
Dios, Dios como el Padre, que se ha hecho hombre, naciendo de María Virgen
por obra del Espíritu Santo. Es Dios con nosotros, Es nuestro Díos. Lo
contemplamos en su Pasión, Muerte y Resurrección. Es el momento culminante
del amor que Dios nos tiene "Amor con amor se paga". Salgamos al encuentro
de Cristo Redentor respondiendo con amor a su entrega por nosotros y por
nuestra salvación.
Isaías 50, 4-7.
Isaías contempla proféticamente
al Redentor corno el Siervo obediente, abandonado a la voluntad del Padre
hasta el extremo. “Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a
los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi
Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido, por eso ofrecí el rostro
como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado".
Filipenses, 2, 6-11.
San Pablo confirma la profecía
de Isaías desde la perspectiva del Nuevo Testamento. Es como un cántico de
alabanza y acción de gracias. Reconoce la "condición divina" de la Persona
de Cristo que, al asumir la naturaleza humana voluntariamente "se rebajó
hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo
levantó sobre todo, y le concedió el nombre-sobre-todo-nombre.
San Pablo nos Invita a caer
de rodilla para adorar a Cristo en su muerte y resurrección: Que al
nombre de Jesús toda rodilla se doble -en el Cielo, en la Tierra, en el
Abismo- y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor para gloria de
Dios-Padre.
Vivamos con fervor la Semana
Santa, camino de la Pascua de la Resurrección. Es tiempo propicio para
acercarnos personalmente al sacramento de la Penitencia. Los sacerdotes
hemos de estar especialmente disponibles para acoger a los fieles en la
Confesión individual. Es tiempo propicio para acercarnos a la Eucaristía,
renovación incruenta de la Pasión y Muerte de Cristo, Banquete Eucarístico
que nos ofrece el Cuerpo y la Sangre de Cristo como alimento y bebida,
Tabernáculo y Sagrario que prolonga y guarda la Presencia Real del Señor
para que le acompañemos y hagamos oración.
Mateo 26, 14-27. 66.
Hemos proclamado la Pasión de
Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo. Permanezcamos, durante la Semana
Santa, en oración, leyendo y meditando el Evangelio en actitud de
adoración y acción de gracias. La Institución de la Eucaristía, el proceso
de Jesús, su crucifixión, muerte y sepultura son realidades históricas que
contienen y expresan el supremo amor de Cristo por la salvación de cada
hombre y de cada mujer, de cada uno de nosotros.
Dejemos que el amor de Cristo
-el amor de Dios- nos penetre por la gracia de los sacramentos. El mundo
necesita amor. El mundo necesita de Dios porque Dios es el verdadero
amor. Nosotros, los bautizados, podemos ofrecer el verdadero amor al mundo
si nos abrimos a la gracia de Cristo, esto es, a la vida Dios.
La Virgen del Rosario.
La Virgen del Rosario nos marca
el camino del amor a Dios y a los hermanos. Ahí la tenemos, junto a la
Cruz. Nos dejamos atraer por Ella hasta la Cruz donde está Cristo, nuestro
Salvador. Nos dejamos guiar por Ella, Madre y Medianera, que nos ofrece la
vida de Cristo para que el Amor misericordioso de Dios triunfe en nosotros
y en el mundo.
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