MEDITACIONES
PARA EL AÑO LITÚRGICO
Guía
didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.
DOMINGO DE RAMOS
CICLO
B

Comenzamos la Semana Santa. Con la Virgen
María, meditamos los misterios dolorosos del Rosario. Ellos nos ayudan a
profundizar en la Palabra de Dios y a contemplar los misterios centrales
de nuestra Redención.
ENTRADA DEL
SEÑOR EN JERUSALÉN.
San Marcos,
11, 1-10.
Relata la entrada solemne de Jesús en Jerusalén. La
conmemoramos con la procesión de las palmas y los ramos.
La gente acoge a Jesús con entusiasmo: ¡Hosanna
al Hijo de David, bendito el que viene en el nombre del Señor ... ¡Hosanna
en el cielo. La Iglesia nos invita a acoger a Cristo con este grito
jubiloso. Es el grito de nuestra fe. Abramos de par en par las puertas de
nuestro corazón a Cristo. No tengamos miedo.
Acoger a Cristo supone buscar personalmente el
perdón del pecado en el sacramento de la Penitencia, recuperar la vida de
la gracia, cumplir los Mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, en
una palabra, tender a la santidad teniendo como centro la Eucaristía
Sacrificio y Banquete- que contiene todo el amor de Cristo Redentor.
María: puerta totalmente abierta al amor de Cristo.
Enséñanos cómo abrir totalmente nuestro corazón a las exigencias del amor
que Cristo nos tiene.

SANTA MISA
PRIMERA
LECTURA. Isaías, 50, 4-7.
Presentación
profética del Redentor.
Isaías presenta proféticamente al Redentor como el
Siervo obediente, abandonado a la voluntad del Padre hasta la muerte:
El Señor Dios me ha abierto el oído, y yo no me he rebelado ni me he
echado atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los
que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor
me ayudaba, por eso no quedaba confundido, por eso ofrecí el rostro como
pedernal, y sé que no quedaré avergonzado.
La entrega
del Redentor.
El Hijo acoge el plan del Padre. Se entrega sin
condiciones ofreciendo su cuerpo como instrumento unido de redención. El
Padre le ayuda y lo sostiene con la fuerza del Espíritu. Por eso, Dios
será glorificado.
SEGUNDA
LECTURA. Filipenses, 2, 6-11.
Cumplimiento
de la profecía.
San Pablo confirma la profecía de Isaías desde la
perspectiva del Nuevo Testamento.
Es como un cántico de alabanza y acción de gracias.
Reconoce la condición divina de la Persona de Cristo que, al asumir
la naturaleza humana voluntariamente se
rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso
Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el “nombre-sobre-todo-nombre".
Adoramos al
Redentor.
Adoramos a Cristo en su muerte y resurrección:
Que al nombre de Jesús toda rodilla se
doble -en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo- y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor para gloria de Dios-Padre.
Vivamos con fervor la Semana Santa, camino de la
Resurrección. Es tiempo propicio para acercarnos personalmente al
sacramento de la Penitencia; para acercarnos a la Eucaristía, renovación
incruenta de la Pasión y Muerte de Cristo, Banquete Eucarístico que nos
ofrece el Cuerpo y la Sangre de Cristo como alimento y bebida, Tabernáculo
y Sagrario que prolonga y guarda la Presencia Real del Señor para que le
acompañemos y hagamos oración. Es tiempo propicio para dar gracias a Dios
por su amor y misericordia hacia nosotros.

PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.
San Marcos 14, 1-15, 47.
Proclamación
de la Pasión de Cristo.
Hemos proclamado la Pasión de Nuestro Señor
Jesucristo según San Marcos. Permanezcamos, durante la Semana Santa, en
oración, leyendo y meditando los santos evangelios. La Institución de la
Eucaristía, el proceso de Jesús, su crucifixión, muerte y resurrección son
realidades históricas que contienen y expresan el supremo amor de Cristo
por la salvación de cada hombre y de cada mujer.
Nuestra
Semana Santa.
Dejemos que el amor de Cristo nos penetre por la
gracia de los sacramentos. El mundo necesita amor. El mundo necesita de
Dios porque El es el verdadero amor. Nosotros, los bautizados, podemos
ofrecer el verdadero amor al mundo si nos abrimos a la gracia de Cristo,
esto es. a la vida de Dios.
Invocación
mariana.
Madre
de Dios y Madre nuestra: Tú permaneces junto a tu Hijo en la Cruz Atráenos
a Cristo, colgado en la Cruz por nosotros. Guíanos a la verdadera vida que
es Cristo. Que el Amor misericordioso de Dios triunfe en nosotros y en el
mundo

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