MEDITACIONES
PARA EL AÑO LITÚRGICO
Guía
didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.
DOMINGO DE RAMOS
CICLO
C

Comenzamos
la Semana Santa.
Con la Virgen María, meditamos los misterios dolorosos del Rosario.
Ellos nos ayudan a profundizar en la Palabra de Dios y a contemplar los
misterios centrales de nuestra Redención.
ENTRADA DEL SEÑOR EN
JERUSALÉN. San Lucas 19, 28-40.
La entrada de Jesús en
Jerusalén.
San Lucas narra la entrada
solemne de Jesús en Jerusalén. La recordamos con la procesión de las
palmas y los ramos.
La gente acoge a Jesús
gritando: ¡Bendito el que viene como Rey, en nombre del Señor! Paz en
el cielo y gloria en lo alto. La Iglesia nos invita a acoger a
Cristo con este grito jubiloso. Es el grito de nuestra fe. Abramos de
par en par las puertas de nuestro corazón a Cristo. No tengamos miedo.
Acoger a
Cristo supone buscar personalmente el perdón del pecado en el
sacramento de la Penitencia y recuperar la vida de la gracia, cumplir
los Mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, en una palabra,
tender a la santidad teniendo como centro la Eucaristía que contiene
todo el amor de Cristo Redentor.

Invocación mariana.
María: puerta totalmente abierta al amor de Cristo. Enséñanos cómo abrir
totalmente nuestro corazón a las exigencias del amor que Cristo nos
tiene.
SANTA MISA
PRIMERA LECTURA.
Isaías, 50, 4-7.
Presentación profética del
Redentor.
Isaías presenta
proféticamente al Redentor como el Siervo obediente, abandonado a la
voluntad del Padre hasta la muerte: El Señor Dios me ha abierto el
oído, y yo no me he rebelado ni me he echado atrás. Ofrecí la espalda a
los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté
el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba, por eso no
quedaba confundido, por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no
quedaré avergonzado.
La entrega del Redentor.
El Hijo acoge el
plan del Padre. Se entrega sin condiciones ofreciendo su cuerpo como
instrumento unido de redención. El Padre le ayuda y lo sostiene con la
fuerza del Espíritu. Por eso, Dios será glorificado.
Invocación mariana.
Santa María: Tú eres
la Esclava del Señor por tu entrega total a Cristo según el plan del
Padre. Enséñanos a entregarnos con Cristo al Padre según su designio de
salvación sobre nosotros.
SEGUNDA LECTURA.
Filipenses, 2, 6-11.
Cumplimiento de la profecía.
San Pablo confirma
la profecía de Isaías. Es como un cántico de alabanza y acción de
gracias. Reconoce la condición divina de la Persona de Cristo
que, al asumir la naturaleza humana voluntariamente se rebajó hasta
someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo
levantó sobre todo, y le concedió el “nombre-sobre-todo-nombre.
Adoramos al Redentor.
Adoremos a Cristo
en su muerte y resurrección: Que al nombre de Jesús toda rodilla se
doble -en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo- y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor para gloria de Dios-Padre.
Vivamos con fervor
la Semana Santa, camino de la Resurrección. Es tiempo propicio para
acudir personalmente al sacramento de la Penitencia y acercarnos a la
Eucaristía. Es tiempo propicio para dar gracias a Dios por su amor y
misericordia hacia nosotros.
Invocación mariana.
Madre de
Cristo: Tú te haces víctima de amor con Cristo y por medio de Él te
entregas al Padre cooperando a nuestra salvación. Enséñanos a
entregarnos con Cristo al Padre en el Espíritu Santo.
PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO. San Lucas 22,14-23,56.
Proclamación de la Pasión de
Cristo.
Hemos proclamado
la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas. Permanezcamos, en
oración, leyendo y meditando los santos evangelios. La Institución de la
Eucaristía, el proceso de Jesús, su crucifixión, muerte y resurrección
son realidades históricas que contienen y expresan el supremo amor de
Cristo por la salvación de cada hombre y de cada mujer.

Nuestra Semana Santa.
Dejemos que el
amor de Cristo nos penetre por la gracia de los sacramentos. El mundo
necesita amor. El mundo necesita de Dios porque El es el verdadero
amor. Nosotros, los bautizados, podemos ofrecer el verdadero amor al
mundo si nos abrimos a la gracia de Cristo, esto es, a la vida de Dios.
Invocación mariana.
Madre de Dios
y Madre nuestra: Tú permaneces junto a tu Hijo en la Cruz Atráenos a
Cristo, colgado en la Cruz por nosotros.
Guíanos a la verdadera vida que es Cristo. Que el Amor misericordioso de
Dios triunfe en nosotros y en el mundo
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