SEMANA SANTA

Jueves Santo

 

   
 MEDITACIONES PARA EL AÑO LITÚRGICO

Guía didáctica apropiada para
Sacerdotes, Religiosos y Catequistas.


 



 

JUEVES SANTO.

MISA DE LA CENA DEL SEÑOR.

 


 

INTRODUCCIÓN.
 

          Al  atardecer del Jueves Santo, nos reunimos rememorando la intimidad del Cenáculo y lo que allí aconteció. Cristo instituye la Eucaristía que contiene su entrega de amor “hasta el extremo”. Cristo instituye el sacerdocio que prolonga hasta nosotros la realidad de la Eucaristía. Cristo promulga el "mandato del amor fraterno”

          Por eso, bendecimos al Señor y le damos gracias: ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?. Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre... Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor.

 

PRIMERA LECTURA Éxodo 12, 1-8. 11-14.
 

La cena pascual.

          El Libro del Éxodo describe la cena pascual hebrea que se celebraba periódicamente. Los judíos recordaban la liberación de la cautividad y la marcha hacia la tierra prometida, dando gracias a Yahvéh por su visible protección con salmos de bendición.

          Era la fiesta principal que celebraba el pueblo de Israel. Se reunían las familias para comer "el cordero" y el pan ácimo. Lo hacían en actitud de caminantes recordando la Pascua o Paso del Señor.  Rociaban las jambas y el dintel de la casa con la sangre del  animal. La sangre era la  señal para quedar libre del castigo de Dios al pueblo de Egipto. Dice el Señor: Este será un día memorable para vosotros y lo celebrareis como fiesta en honor del Señor, de generación en generación. Decretareis que sea fiesta para siempre.
 

Figura de la nueva Pascua.       

          La cena pascual es  figura y anuncio de la nueva Pascua y de la nueva Alianza. La verdadera víctima pascual es Cristo. Su cuerpo será alimento  del pueblo redimido que peregrina hacia la Patria definitiva. Su sangre derramada será bebida, causa la liberación del pecado y firma la nueva Alianza.

          En la tarde del Jueves Santo, Cristo da cumplimiento a lo anunciado en el Antiguo Testamento. Es la Pascua cristiana. Es nuestra fiesta principal. Por eso, los hijos de Dios nos reunimos en familia en torno a la mesa pascual donde se renueva incruentamente el sacrificio de Cristo y se nos ofrece su cuerpo y sangre en el banquete eucarístico.

 

SEGUNDA LECTURA Corintios, 11, 23-26.       
 

La enseñanza de San Pablo.     

          San Pablo nos propone la enseñanza sobre la institución de la Eucaristía, la nueva Pascua cristiana. Es una tradición que procede del Señor.  Cristo tomó entre sus manos el pan y el  cáliz con el vino y dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros... Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre... ".  Por la virtud de estas palabras consecratorias,  el pan deja de ser pan y el vino deja de ser vino, para convertirse substancialmente en el cuerpo y en la sangre del Señor. Es el milagro de la transustanciación.
 

Comienza la Nueva Alianza.      
 
          El cuerpo entregado y la sangre derramada  de Cristo en el Calvario, da comienzo a la Nueva Alianza. Así nos lo recuerda la palabra del Papa: Cuando el cuerpo de Cristo sea ofrecido en la Cruz, entonces esta Sangre, derramada en la pasión se convertirá en el comienzo de la Nueva Alianza de Dios con la humanidad...  La nueva y eterna Alianza, con la Sangre de Cristo. Cristo va al encuentro del sacrificio,  que tiene la fuerza redentora: el poder de liberar al hombre de la esclavitud del pecado y de la muerte.  El poder de arrancar al hombre del abismo de la muerte espiritual y de la condenación.
 


 

Institución del sacerdocio.       

          Cristo quiso que la Eucaristía llegase hasta nosotros. Para ello, instituyó el sacerdocio diciendo: Haced esto en memoria mía. Los sacerdotes, en nombre de Cristo y participando de su poder, celebran la Santa Misa que renueva incruentamente el Sacrificio del Calvario, que nos ofrece el Banquete Eucarístico, que contiene la Presencia real del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. Pidamos al Señor con insistencia que suscite vocaciones sacerdotales y que los sacerdotes sean santos.

         

TERCERA LECTURA  Jo. 13, 1-15
 

Amor hasta el extremo.

          Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

          Nos dice el Papa: Esta es la verdad más profunda de la última  Cena. El Cuerpo y la Sangre, la pasión en la cruz y en la muerte significan  esto precisamente `los amó hasta el extremo... El Cuerpo y la Sangre, la pasión y la muerte, el sacrificio, son el amor que se remonta hasta los confines de su poder salvífico”.
 

Amor fraterno.

          Cristo nos manda que seamos portadores de su amor: Os he dado ejemplo para que lo que he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. Es la caridad fraterna que se expresa en espíritu de servicio. La institución de la Eucaristía contiene y expresa todo el amor de Cristo como acto supremo de servicio por la salvación de los hombres. Para hacerlo entender, Cristo lava los pies a sus apóstoles y les dice: ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?. Vosotros me llamáis el Maestro y El Señor y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

          Para cumplir "el Mandato" del amor fraterno, esto es, para dar amor, hay que tener amor. Para ello, es necesario poseer la vida de la gracia centrada y alimentada por la Eucaristía. Entonces nos sentiremos apremiados  por el amor de Cristo. Es el amor que nos urge a trabajar por  la salvación de los hombres nuestros hermanos; por sus necesidades espirituales y materiales. Trataremos de saciar el hambre  de Cristo que padecen los hombres; de ofrecerles la cultura que requiere la promoción humana; de compartir los bienes materiales con los que tienen menos que nosotros; de perdonar a nuestros enemigos; de respetar el derecho a la vida; de servir a todos sin diferencia de condición social o de color... de amarnos unos a otros como Él nos amó.

 

INVOCACIÓN MARIANA.
 

          Que la Virgen del Rosario, Madre de la Iglesia, acoja nuestros sentimientos de alabanza y acción de gracias al Señor por el don de la Eucaristía y del Sacerdocio. Que Ella nos enseñe cómo ser discípulos de Cristos y hermanos de todos los hombres, “constructores de la nueva civilización del amor".
 

       

         



 

 


      Elaborado por Fr. Carlos Lledó López, O.P.