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LA SANTÍSIMA TRINIDAD Solemnidad
Autor: Fr. Carlos Lledó
López O.P. |
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OCTAVO
DOMINGO - CICLO A La Virgen María nos invita a la adoración del misterio de Dios, Uno en la Trinidad y Trino en la Unidad. ¡Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo! Es la síntesis de la meditación de los misterios del Rosario.
1ª LECTURA Éxodo 34, 4b-6. 8-9.La cercanía de Dios. Dios sale a nuestro encuentro, se acerca a nosotros. Dios sale al encuentro de Moisés en la montaña, cubierto por el velo de la fe. Moisés, anonadado se postra en tierra pronunciando su nombre. Dios se
autopresenta como el Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la
ira y rico en clemencia y lealtad. Y Moisés se postra en adoración,
suplicando a Dios que esté siempre con su pueblo, que perdone sus pecados,
que lo tome por heredad. La cercanía de Dios en Jesucristo. Dios Padre
saldrá amorosamente al encuentro de la humanidad, en Jesucristo, por obra
del Espíritu Santo. Y nosotros nos postramos como Moisés ante Dios y le
pedimos que esté siempre con nosotros, que nos perdones, que nos tome por
heredad suya. Invocación mariana. Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa del Espíritu Santo: enséñanos a dejarnos invadir por la gracia de Cristo, la íntima cercanía de Dios en nosotros. Que nuestra vida sea alabanza y gloria de la Santísima Trinidad.
2ª LECTURA
Segunda Corintios 13, 11-13. Necesitamos de Dios. Necesitamos que Dios esté en nuestros corazones porque necesitamos del amor verdadero, de la paz interior, de la tranquilidad de conciencia... Es una experiencia personal innegable. También la
familia, la sociedad, los pueblos... el mundo, experimentan, a veces sin
saberlo, una profunda necesitad de Dios. No se puede vivir como si Dios no
existiera. ¿Cómo abrirnos los bautizados a la presencia de Dios? Trabajando
por alcanzar la perfección, esto es, tomando en serio nuestra
santificación. Ello supone vivir en gracia, dejar el pecado... para ser
portadores de alegría, con un mismo sentir en la verdad y el amor,
buscando sinceramente la paz. Entonces, la gracia de Jesucristo, el amor
del Padre y la comunión del Espíritu Santo estarán con nosotros. Seremos
el pueblo de Dios reunido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo (L. G. 4). TERCERA
LECTURA San Juan 3, 16-18. Dios es Amor. La relación amorosa de Dios con el hombre ha sido instaurada por la donación del Hijo: Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.Tanto nos
ama Dios Padre a cada uno de nosotros que nos hace donación de su Hijo por
obra del Espíritu Santo. Jesucristo es la donación amorosa del Padre a
cada uno de nosotros. Maravillosa cercanía de Dios. Por lo tanto. Participamos del amor de Dios, de su presencia, desde el Bautismo que nos consagra como hijos amados del Padre, como miembros del Cuerpo místico de Cristo, como templos vivos del Espíritu Santo. El amor de Dios ha estado grande con nosotros. Por eso, estamos alegres. Hemos de
vivir en el amor de Dios dejándonos amar por Dios todo lo que Él nos
quiere amar, amando a Dios como Él quiere que le amemos, y siendo testigos
de su amor amando a nuestros hermanos como Él quiere que los amemos. DÍA DE LA VIDA CONTEMPLATIVA. La Iglesia
celebra hoy el día de la Vida contemplativa recordando a los monjes y a
las monjas que viven dedicada exclusivamente a la adoración del misterio
de Dios. La Iglesia y el mundo necesitan de estos hombres y mujeres que hacen de su vida adoración continua alabando a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, de día y de noche, que interceden por nosotros, que reparan los pecados del mundo. Mantienen encendidas las lámparas del amor divino en medio de un mundo que se olvida del amor de Dios y sus exigencias. Pedimos por
ellos para que sean exquisitamente fieles a su vocación y misión en el
corazón de la Iglesia por la salvación del mundo y tratamos de ayudarlos.
Pedimos también, que los jóvenes que sientan la llamada de Dios a la vida
contemplativa sean generosos para entregarse sólo al amor de Dios por la
salvación de los hombres. INVOCACIÓN MARIANA. En el Rosario repetimos el Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo glorificando al Padre por los misterios de nuestra redención que Cristo realiza en el amor del Espíritu Santo. Madre de Dios y Madre nuestra, Señora del Rosario: que nuestra vida, nuestra muerte y nuestra eternidad sean alabanza y gloria de la Santísima Trinidad.
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