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SANTIAGO APÓSTOL Patrono principal de España
Autor: Fr. Carlos
Lledó López O.P. |
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SANTIAGO, APÓSTOL. PATRONO PRINCIPAL DE ESPAÑA. 25 DE JULIO. En el día de Santiago, damos gracias a Dios por el don de la fe que hemos recibido por medio de la predicación del Apóstol: el conocimiento y el amor de Jesucristo. La Solemnidad de Santiago va unida tradicionalmente a la presencia de la Virgen del Pilar. Con la Virgen María, rezando el Rosario, recordamos y contemplamos los misterios de la vida de Cristo que el Apóstol nos ha transmitido.
PRIMERA LECTURA. Hechos de los apóstoles 4,33. 5.,12.27b-33; 12,1b-2. Santiago, testigo valiente de Cristo. Los Apóstoles, llenos de la fuerza del Espíritu Santo: Daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor. No se arredran ante los tribunales humanos. Se arriesgan al martirio. Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Santiago será el primero en derramar su sangre confesando valientemente la muerte y la resurrección del Señor: Ellos (El Consejo y el sumo sacerdotes) al oír esto se consumían de rabia y trataban de matarlos y el rey Herodes hizo decapitar a Santiago , hermano de Juan...
Santiago, modelo de valentía. Aprendamos la enseñanza del Apóstol: ser discípulos valientes de Cristo a nivel individual, familiar, profesional y social. A ejemplo de Santiago demos testimonio de la vida, muerte y resurrección del Señor, proclamando su nombre, dispuestos a "obedecer a Dios antes que a los hombres", incluso hasta el derramamiento de la sangre.
Hemos de asumir con decisión y valentía la
responsabilidad de hacer presente y operante la luz del Evangelio en el
mundo, aportando unos valores que, por ser genuinamente cristianos, son
radicalmente humanos. Invocación mariana. Virgen valiente desde el Sí de la Encarnación hasta el Calvario, de pie junto a la Cruz: alcánzanos la valentía necesaria para confesar a Jesucristo siempre y en toda circunstancia, sin miedo a la justicia humana que contradice los Mandamientos de la Ley de Dios, dispuestos al martirio.
SEGUNDA LECTURA. Corintios,4, 7-15. El don de la fe. El don de la fe es un tesoro, regalo de Dios que "lo llevamos en vasijas de barro" . Necesitamos la fuerza extraordinaria de la gracia de Dios para que el barro no se rompa y desparrame su contenido. La defensa de la fe El cristiano se siente acosado y perseguido moral y físicamente. La sociedad pretende caminar como si Dios no existiera eclipsando los contenidos de la fe y los valores morales. La dignidad de la persona humana, el matrimonio. La familia... están amenazados en sus mismas raíces. Este fenómeno oscurece los valores morales y repercute de forma muy grave en la juventud, objeto hoy de sutil manipulación.
Urge, pues, un esfuerzo renovado para evangelizar a
nuestro mundo. Tenemos que ser apóstoles desde la vivencia contemplativa
de la fe al estilo de San Pablo: Creí, por eso, hablé. Es urgente.
El triunfo de la fe. No hay motivo para el desaliento. El camino es difícil y arriesgado porque llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifiesta en nuestro cuerpo. Jesucristo terminará triunfando definitivamente sobre el mal con la fuerza de su Resurrección. Nuestro bagaje para recorrer el camino sin riesgo de contaminación, ha de ser: la fidelidad a Cristo en la Iglesia, perseverar en la vida de la gracia, la filial devoción a María con el Rosario...
TERCERA LECTURA. San Mateo 20, 20-28. La comprensión de la fe. La comprensión auténtica de la fe conlleva la puesta en práctica de los valores del Reino, que no son los de este mundo.
El Evangelio nos refiere la petición que la madre
de los Zebedeos hace a Cristo: que sus hijos tengan poderes y honores
humanos. La mujer no había entendido que Jesús se refiere al Reino de los
cielos.
El camino de la fe. El camino de la fe para alcanzar el Reino no es un camino de honores y grandezas humanas. Se trata del camino de la cruz, de ser capaces de beber el cáliz de Cristo, en la esperanza de que el Padre nos otorgará gratuitamente un puesto en el Cielo. El camino de la fe no es el de la soberbia y la vanidad. Es el de la humildad. El de ser servidor de todos: el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo, siguiendo el ejemplo de Jesús: el hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida en rescate por muchos.
Hemos de esforzarnos en el amor humilde y servicial
imitando a Cristo. Para ello: reconozcamos la primacía de Dios, dándole
entrada en nuestra vida por la conversión y la gracia, sometidos a su
voluntad, siendo testigos valientes del Evangelio sin complejos,
realizadores de la caridad y entrega en la solicitud por las necesidades
del mundo tan falto de amor, de paz, de justicia, de perdón...
Invocación mariana. Con el Apóstol Santiago nos postramos a los pies de la Virgen del Pilar, fundamento de nuestra fe. Dice la tradición que la Virgen confortó al Apóstol en sus tareas apostólicas. Madre de nuestra fe: alcánzanos las gracias que necesitamos para vivir unidos en el gozo de ser y sentirnos hijos de Dios, hermanados en Cristo, católicos responsables en la Iglesia y en medio del mundo, fieles a la acción del Espíritu Santo que nos guía en nuestro peregrinar hasta alcanzar la Patria definitiva.
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